Las dos cosas que hacen
perder la fidelidad son: no escuchar la palabra de Dios y el corazón endurecido
Cuando
nos alejamos de Dios nos volvemos sordos a su Palabra y llegamos a ser
católicos infieles e incluso “católicos ateos”, porque si no escuchamos su
palabra corremos en riesgo de que el corazón se endurezca.
Fue
esta la idea central de la homilía del papa Francisco en la misa que ha
celebrado este jueves en la capilla de la residencia Santa Marta, inspirándose
en un pasaje tomado del Libro del Profeta Jeremías.
Y
si no se escucha la voz del Señor, se escuchan otras voces”, dijo, y al final
“nos volvemos sordos a la Palabra de Dios”. Añadió que “si hoy nos detenemos un
poco y miramos dentro de nuestro corazón todos nosotros veremos cuántas veces
nos hemos vuelto sordos”.
“Y
cuando un pueblo, una comunidad, digamos también una comunidad cristiana, una
parroquia, una diócesis, cierra los oídos y se vuelve sorda a la Palabra del
Señor, busca otras voces, otros señores, y termina con los ídolos, los ídolos
que el mundo, la mundanidad, la sociedad, le ofrecen. Se aleja del Dios vivo”. Se
pasa a vivir entonces “en aquel mundo, en aquel clima que no hace bien y aleja
cada día más de Dios”.
Reiteró
que las dos cosas que hacen perder la fidelidad son: no escuchar la palabra de
Dios y el corazón endurecido.
“Una
infidelidad que se colma con la confusión. No se sabe dónde está Dios, dónde no
está, se confunde a Dios con el diablo”, y al final “se acaba diciendo
blasfemias”.
“Cada
uno de nosotros hoy puede interrogarse: ‘¿Me detengo a escuchar la Palabra de
Dios? ¿Tomo la Biblia en la mano, que me está hablando? ¿Mi corazón se ha
endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo
con los ídolos que me ofrece la mundanidad de cada día? ¿He perdido la alegría
del estupor del primer encuentro con Jesús?’.
“Hoy
es –concluyó el sucesor de Pedro– una jornada para escuchar. ‘Escuchar, hoy, la
voz del Señor’, hemos rezado. ‘No endurezcan su corazón’. Pidamos esta gracia:
la gracia de escuchar para que nuestro corazón no se endurezca”.
Fuente:
Zenit