La exdiputada del PP
purgada por Mariano Rajoy por reclamar el cumplimiento del programa sobre la
ley del aborto se pregunta: "¿Hemos sido fieles a los electores que nos
dieron su confianza para defender la vida, respetar la dignidad de la persona y
proteger su libertad?"
Fue una de las diputadas
provida purgadas por Mariano Rajoy al final de la anterior legislatura.
Su delito fue reclamar al presidente del Gobierno el cumplimiento del programa
electoral respecto a la reforma del aborto: el Partido Popular se había
comprometido a derogar la Ley Aído -aún vigente- y aprobar otra de marcado
carácter provida.
Desde entonces Lourdes Méndez, ya fuera del Congreso pero
dentro del partido, no ha parado de reclamar la necesidad de celebrar un debate
interno en el partido que, entre otras cuestiones, aborde aspectos
tradicionalmente defendidos por el PP como la familia natural, el matrimonio
natural o una política provida.
Este miércoles el diario ABC publica un
crítico artículo de Méndez sobre la deriva en la que está inmerso el PP en el
que echa en falta la defensa de la vida, la defensa de la libertad de los
padres a educar a sus hijos según sus convicciones y critica la aprobación de
leyes que imponen una determinada ideología y sancionan a quien no la
comparte en referencia
a la aprobada por Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid.
A
continuación reproducimos el artículo publicado en ABC:
Los partidos políticos son el más
importante cauce que establece la Constitución para hacer posible la soberanía
del pueblo, aunque a veces pueda parecernos muy ingenua la etimología de la
palabra democracia. A través de los partidos eligen los ciudadanos a sus
representantes, y por eso resulta esencial que el elector pueda conocer qué
defiende el proyecto político al que otorga su voto. Es una verdadera lástima
que todo esto, que resulta tan evidente, sea necesario escribirlo.
El PP celebró su último Congreso en el
año 2012. Disponía entonces de una imponente mayoría política tanto a nivel
nacional como autonómico. En aquel encuentro se reafirmaron las bases
ideológicas y programáticas que proponía nuestra organización a los españoles.
Nada imprevisto, nada nuevo, solo la renovación de los principios, objetivos y
actuaciones que ya habían regido al PP durante los años de la oposición.
La ponencia política de aquel Congreso
tomaba como referencia “nuestra tradición humanista cristiana e ilustrada”, la
misma que consagra “el inalienable derecho a la vida como bien inapreciable e
indisponible”, “la dignidad de la persona y el valor de la libertad”. Es cierto
que en aquel congreso hubo enmiendas a favor de asumir el llamado matrimonio homosexual,
o de retirar la referencia al humanismo cristiano, pero fueron rechazadas, por
mayoría abrumadora.
Sin embargo, el Partido Popular ha
emprendido acciones legislativas y de gobierno en grave discordancia, y a veces
en palmaria contradicción con lo aprobado entonces. Nuestro partido se ha
desprendido de la defensa de la vida, asumiendo la llamada ley Aído en su
práctica totalidad, y consagrando por tanto el “derecho” al aborto; ha
desdeñado la libertad de los padres a educar a sus hijos según sus
convicciones; ha atentado, entre otras, contra la libertad de expresión,
aprobando leyes que imponen una determinada ideología y sancionan a quien no la
comparte (en la comunidad de Madrid se ha impuesto una multa al director de un
colegio por criticar una ley, una extraña manera de demostrar que no se trata
de una norma totalitaria); ha votado a favor de regular los “vientres de alquiler” contrarios a la dignidad de la mujer y
de su hijo. Y, por último, ha abrazado la concepción relativista sobre la
familia, engañosamente neutral, que trata por igual realidades diferentes.
Próximamente, se celebrará el XVIII
Congreso del Partido Popular, al que acudo como compromisaria. Nos encontramos
ante el desafío y necesidad de definir cuáles son los valores que inspiran
nuestro proyecto, de averiguar si hemos sido honestos con nuestros votantes y
nuestras convicciones, o si hemos abandonado todo a la confianza de que el
miedo a los disparates de los adversarios sea suficiente para hacer atractiva
nuestra papeleta.
¿Hemos
sido fieles a los electores que nos dieron su confianza para defender la vida,
respetar la dignidad de la persona y proteger su libertad? Es muy necesario recordar que con la
defensa férrea de esos principios -no solo en los programas, sino también en el
Parlamento y ante los tribunales- obtuvimos la mayoría política más contundente
que jamás el PP haya logrado, y que ahora se ha visto mermada.
El gravísimo problema demográfico
Nuestros valores sí deben ser
transversales, en aquellas realidades prepolíticas que han construido este
sistema de libertades frente a planteamientos totalitarios que, en mi opinión,
son incompatibles con su defensa.
La defensa de la vida es del todo
incompatible con la permanencia del derecho al aborto; la defensa de la
libertad es incompatible con leyes que imponen una ideología; la defensa de la
dignidad de la persona es incompatible con la explotación de la mujer o la
mercantilización del hijo.
Por eso, mis enmiendas, junto a las de
otros compañeros (aun sabiendo la extrema dificultad que entraña recuperar la
confianza perdida), van dirigidas a la defensa del no nacido; a la defensa de
la libertad frente a la imposición de la ideología de género; a la prohibición
de los vientres de alquiler, impidiendo imponer esta degradante práctica
veladamente, como se podría pretender, encomendándola a futuras decisiones
arbitrarias; y a la necesidad de optar con un apoyo específico por el modelo de
familia fundado en el matrimonio entre hombre y mujer, por la insustituible
función social que realiza, y así cumplir el objetivo definido de solucionar
nuestro gravísimo problema demográfico.
Si el PP decide abandonar estas líneas
fundamentales, abrazando por completo la ingeniería social propuesta por la
izquierda, es imprescindible que lo aclare más allá de cualquier interesada
indefinición, para que los afiliados y votantes puedan ejercer su plena
libertad de apoyar o colaborar con un proyecto sabiendo si su vida, su libertad
y su dignidad son consideradas o no como bienes innegociables.
¡Es la hora de la verdad!
Juan Robles -
Fuente: Actuall