En
la audiencia general del miércoles, el Papa lanza un mensaje consolador: el
pueblo cristiano está en pie y camina en la esperanza… no importan la
dificultad ni dónde vaya...
Los
gurús del pensamiento positivo se afanan en dar respuestas cómodas. El éxito es
la vara que mide todo; el sufrimiento y el fracaso no forman parte de la
ecuación. Hoy, el papa Francisco, en cambio, exhortó a vivir la esperanza
cristiana como un ancla que sujeta la nave de nuestra vida a tierra firme, a
pesar de la tormenta y cualquier dificultad.
Así
invitó a saber que donde vayamos, el amor de Dios nos ha precedido: “No hay
lugar del mundo que escape de la victoria de Cristo resucitado: ¡La
victoria del amor!”, dijo el papa Francisco durante la audiencia general
de este miércoles 26 de abril de 2017 en la plaza de San Pedro.
Podemos
caer, pero siempre de pie. “Homo viator, spe erectus”, decían los antiguos”,
expresó Francisco. La esperanza en Jesús nos pone en pie, nos levanta.
“Confiando que Dios bueno está ya a la obra para realizar lo que humanamente
parece imposible. Porque el ancla está en la plaza del cielo”.
El
Pontífice aseguró que entre todos los símbolos cristianos, el ancla es uno de
sus preferidos porque “evidencia cómo la esperanza cristiana no es un
sentimiento indefinido”. Pues no se trata de un simple sentimiento de
querer “mejorar el mundo con la propia fuerza de voluntad, sino de la seguridad
en lo que Dios nos ha prometido y realizado en Jesús”.
“A
diferencia de nosotros… Dios permanece fiel, nunca nos deja solos, sino que
camina siempre a nuestro lado, aun cuando nos olvidáramos de Él”, sostuvo.
“En
el camino de la vida nadie está solo, y para nosotros los cristianos, esta
certeza es aún más fuerte, pues las palabras de Jesús: «Yo estoy con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo», nos aseguran que Él nos cuida y nos
acompaña siempre”, explicó tras la lectura en la plaza del Evangelio de san
Mateo.
“No
hay día de nuestra vida en el que dejemos de ser una preocupación para el
corazón de Dios. Y Dios seguramente proveerá a todas nuestras necesidades, no
nos abandonará en el tiempo de la prueba y la oscuridad”, abundó.
“La
providencia”, explicó, es lo que se llama “la cercanía de Dios”. “El caminar de
Dios, no nosotros”. En efecto, – indicó- la esperanza cristiana “tiene sus
raíces en la atracción del futuro”.
Así,
el “inicio de cada vocación” es la respuesta a un “sígueme”. “Él nos asegura
que está siempre delante de nosotros, entonces ¿por qué tener miedo?…
“Con
esta promesa los cristianos pueden caminar donde quieran. También a través de
los senderos de un mundo herido, donde las cosas no van bien, nosotros
estamos entre los que todavía allá continuamos esperando”.
El ancla del cristiano
“El
ancla es el instrumento que los navegantes arrojan sobre la playa y luego se
sujeta a la cuerda para acercar la nave, el barco a la orilla. Nuestra fe tiene
su ancla en el cielo. ¡Nosotros tenemos nuestra vida anclada en el cielo! ¿Qué
debemos hacer? Agarrarnos a la cuerda, está siembre ahí, seguir adelante porque
estamos seguros de que nuestra vida es como un ancla que está en el cielo,
sujeta a esa orilla donde llegaremos”.
“Cierto,
-continuó- si confiáramos solo en nuestras fuerzas, tendríamos razón de
sentirnos desilusionados, derrotados, porque el mundo, a menudo, se presenta
refractario a las leyes del amor. Prefiere tantas veces las leyes
del egoísmo. Pero si sobrevive en nosotros la certeza de que Dios no nos
abandona, que Dios ama tiernamente este mundo, entonces cambia la prospectiva”.
Al
final, el Papa saludó a los fieles y peregrinos de lengua española. “Que en
este tiempo pascual la contemplación de Jesús resucitado, que ha vencido a
la muerte y vive para siempre, nos ayude a sentirnos acompañados por su amor y
por su presencia vivificante, aun en los momentos más difíciles de nuestra
vida. Que Dios los bendiga”.
Ary Waldir Ramos
Díaz
Fuente:
Aleteia