Inmediatamente
después de su viaje en Egipto el Papa en la plaza de san Pedro para celebrar
los 150 años de la Acción Católica Italiana
Fiesta
y alegría en la plaza de san Pedro que ha visto la mañana del último domingo de
abril a los representantes de la AC de todo el mundo junto a los 100.000 socios
de la AC provenientes de toda Italia, encontrar al Sucesor de Pedro. Una cita
que ha dado inicio a las celebraciones por los 150 años de la Acción Católica
Italiana, que proseguirán con iniciativas hasta el 2018.
Música,
cantos, oración y reflexiones precedieron la llegada del Romano Pontífice a la
plaza quien, a las once de la mañana abrazó a los peregrinos provenientes de
diversas partes del mundo.
Texto del discurso del
Papa a la Acción Católica italiana
Queridos
amigos de la Acción Católica, ¡buenos días!
Estoy
muy feliz de encontrarlos el día de hoy, tan numerosos y de fiesta por los 150
años de la fundación de su Asociación. Los saludo a todos con afecto,
comenzando por el Asistente general y el Presidente nacional, a quienes
agradezco las palabras con las que introdujeron este encuentro. El nacimiento
de la Acción Católica Italiana fue un sueño, nacido del corazón de dos jóvenes,
Mario Fani y Giovanni Acquaderni, que se ha convertido con el tiempo camino de
fe para muchas generaciones, vocación a la santidad para muchísimas personas:
niños, jóvenes y adultos que se han convertido en discípulos de Jesús, y por
ello, han tratado de vivir como testigos alegres de su amor en el mundo.
También para mí es un poco de aire de familia: ¡mi papá y mi abuela eran de la Acción
Católica!
Es
una historia bella e importante, por la cual tienen muchas razones para estar
agradecidos al Señor y por la que la Iglesia les está agradecida. Es la
historia de un pueblo formado por hombres y mujeres de todas las edades y
condiciones, que han apostado al deseo de vivir juntos el encuentro con el
Señor, grandes y pequeños, laicos y pastores, juntos, independientemente de su
condición social, de la preparación cultural, del lugar de origen. Fieles
laicos que en todos los tiempos han compartido la búsqueda de los caminos a
través de los cuales anunciar, con las propias vidas, la belleza del amor de
Dios y contribuir con su compromiso y competencia, a la construcción de una
sociedad más justa, más fraterna, más solidaria. Es una historia de pasión por
el mundo y por la Iglesia, me acuerdo de cuando les hablé de un libro escrito
en Argentina en el año 1937 que decía: "¡Asociación Católica es pasión
católica!", y dentro de esta historia han crecido figuras luminosas de
hombres y mujeres de fe ejemplar, que han servido al país con generosidad y
coraje.
Tener
una bella historia en las espaldas no sirve para caminar mirando hacia atrás,
no sirve para mirarse en el espejo, no sirve para ponerse cómodos en el diván.
No se olviden de esto: No caminen con los ojos vueltos hacia atrás, porque se
chocarán. ¡No se miren al espejo, y no se acomoden en el sofá, esto engorda y
hace mal al colesterol!
Hacer
memoria de un largo itinerario de vida ayuda a ser conscientes de ser pueblo
que camina cuidando a todos, ayudando a todos a crecer humanamente y en la fe,
compartiendo la misericordia con la que el Señor nos acaricia. Los animo a
seguir siendo un pueblo de discípulos-misioneros que vive y da testimonio de la
alegría de saber que Dios nos ama con un amor infinito, y que junto a Él aman
profundamente la historia en la que vivimos. Así nos enseñaron los grandes
testigos de la santidad que trazado el camino de su asociación, entre los que
me gusta recordar Giuseppe Toniolo, Armida Barelli, Piergiorgio Frassati,
Antonietta Meo, Teresio Olivelli, Vittorio Bachelet. Acción Católica: ¡vive a
la altura de su historia!, ¡vive a la altura de estas mujeres y de estos
hombres que te han precedido!
En
estos ciento cincuenta años la Acción Católica siempre se ha caracterizado por
un gran amor por Jesús y la Iglesia. También hoy están llamados a continuar con
su peculiar vocación poniéndose al servicio de las diócesis, en torno a los
obispos, siempre, y en las parroquias, siempre, allí donde la Iglesia vive en
medio de las personas, siempre. Todo el Pueblo de Dios goza de los frutos de su
dedicación, vivida en armonía entre la Iglesia universal y la Iglesia
particular. Y en la vocación típicamente laical hacia una santidad vivida en lo
cotidiano, pueden encontrar la fuerza y el coraje para vivir la fe,
permaneciendo allí donde están, haciendo de la acogida y el diálogo un estilo
con el cual acercarse unos a otros, experimentando la belleza de una
responsabilidad compartida. No se cansen de recorrer el camino a través del cual
es posible hacer crecer el estilo de una auténtica sinolidad, un modo de ser
Pueblo de Dios en el que cada uno puede contribuir a una lectura atenta,
meditada, orante de los signos de los tiempos, para comprender y vivir la
voluntad de Dios, con la certeza de que la acción del Espíritu Santo actúa y
hace nuevas cada día todas las cosas.
Los
invito a llevar adelante su experiencia apostólica en la parroquia, “que
no es una estructura caduca”, ¿han entendido bien?, la parroquia no es una
estructura efímera porque “es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la
escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del
anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración”.
(exhortación apostólica Evangelii gaudium, 28).
La
parroquia, es el espacio donde las personas se pueden sentir acogidas tal y
como son, y pueden ser acompañadas a través de un camino de maduración humana y
espiritual que los lleve a crecer en el amor por la creación y los hermanos.
Esto es válido sólo si la parroquia no se cierra en sí misma, y si tampoco la
Acción Católica que vive la parroquia se cierra en sí misma, sino que ayuda a
la parroquia a estar "en contacto con las familias y las vidas de las
personas, sin convertirse en una larga estructura separada de la gente o un
grupo de elegidos que se miran a sí mismos” (ibid). ¡Por favor, esto no!
Queridos
miembros de la Acción Católica, que cada una de sus iniciativas, cada
propuesta, cada camino sea una experiencia misionera, destinada a la
evangelización, no a la autoconservación. Que su pertenencia a la diócesis y a
la parroquia se encarnen a lo largo de la ciudad, de los barrios y pueblos. Tal
y como ha sucedido en estos ciento cincuenta años, sientan fuerte dentro de
ustedes la responsabilidad de lanzar la buena semilla del Evangelio en la vida
del mundo, a través del servicio de la caridad, compromiso político; métanse en
política, pero por favor en la gran política, en la política con mayúsculas, a
través de la pasión por la educación y la participación en el desarrollo
cultural. Agranden su corazón para agrandar el corazón de sus parroquias. Sean
caminantes de la fe, para salir al encuentro de todos, recibir a todos,
escuchar a todos, abrazar a todos. Cada vida es una vida amada por el Señor, en
cada rostro se ve el rostro de Cristo, especialmente en aquel del pobre, el que
está herido de la vida y de quien se siente abandonado, de quien huye de la
muerte y busca refugio en nuestras casas, en nuestras ciudades. "Nadie
puede sentirse exonerado de la preocupación por lo pobres y de justicia
social" (ibíd., 201).
Permanezcan
abiertos a la realidad que les rodea. Busquen sin miedo el diálogo con quienes
viven al lado de ustedes, incluso con quienes piensan diferente pero que como
ustedes desean la paz, la justicia la fraternidad. Es con el diálogo como se
puede asegurar un futuro compartido. Es a través del diálogo como construimos
la paz, cuidando a todos y dialogando con todos.
Queridos
chicos, jóvenes y adultos de la Acción Católica: ¡vayan y alcancen todas las
periferias! Vayan, y allí sean Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo. La
protección materna de la Virgen Inmaculada los sostenga; los acompañe el apoyo
y el aprecio de los Obispos, así como mi bendición que imparto de corazón sobre
ustedes y sobre la Asociación entera. Y por favor, ¡no se olviden de rezar por
mí!
Fuente:
Radio Vaticano