Testimonios
directos: una mujer indígena, una joven, una mujer que ha sufrido violencia,
una mujer migrante, una mujer catequista, una mujer indígena universitaria, una
madre soltera, una mujer anciana
VER
Estamos
reunidos en asamblea diocesana casi 300 personas, sacerdotes, religiosas y la
mayoría laicas y laicos de las 57 parroquias de nuestra diócesis, con el
objetivo de profundizar la situación, identidad y misión de la mujer en la
sociedad y en la Iglesia hoy, iluminados por las Sagradas Escrituras y el
Magisterio eclesial, para que vivamos la dignidad de hijas e hijos de Dios, con
la que Él nos soñó al crearnos a su imagen y semejanza.
Se escogió este tema con ocasión de los 25 años
del área diocesana de mujeres, que ha promovido el lugar que Dios quiere para
ellas, leyendo la vida y la Biblia con ojos, mente y corazón de mujer. Su
aportación ha sido muy valiosa. Se nota en la vida familiar, social y eclesial,
pues ya hay muchas mujeres que hablan, defienden sus derechos y son promotoras
de cambios y desarrollo social.
Como
siempre, partimos de un análisis de la realidad. Para ello, hicimos una
consulta previa a las sietes regiones pastorales de la diócesis y escuchamos el
aporte de un equipo diocesano que hace un análisis permanente de la realidad.
Pero, sobre todo, escuchamos testimonios directos de una mujer indígena, una
joven, una mujer que ha sufrido violencia, una mujer migrante, una mujer
catequista, una mujer indígena universitaria, una madre soltera, una mujer
anciana. Escuchar las experiencias de estas mujeres nos ayuda mucho a conocer
mejor la real situación que viven.
Desde
luego, constatamos una vez más que persisten el machismo, la marginación, el
menosprecio, y no faltan casos de prostitución familiar, trata, cierta
esclavitud y feminicidios. Sin embargo, cada día las mujeres defienden y
adquieren su lugar y sus derechos en todos los ámbitos. Hay muchas mujeres
indígenas universitarias y profesionistas. Ya no las casan sus padres con
quienes éstos deciden, sino que ellas asumen su dignidad. Pero falta mucho por
avanzar.
Como
iluminación doctrinal, escuchamos exposiciones sobre la mujer en la Sagrada
Escritura, en el magisterio pontificio, en el magisterio latinoamericano, en
nuestro Sínodo y Plan Diocesano y en la reflexión teológica actual. Al final,
proponemos acuerdos a nivel personal, parroquial, equipo pastoral regional y
diócesis.
PENSAR
El
Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii gaudium, dice: “La Iglesia reconoce el indispensable aporte
de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas
capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los
varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se
expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco
con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con
los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de
grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es
necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la
Iglesia. Porque el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la
vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también
en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las
decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales” (103).
“Las reivindicaciones de
los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que
varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas
preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El
sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega
en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede
volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad
sacramental con el poder. La configuración del sacerdote con Cristo Cabeza no
implica una exaltación que lo coloque por encima del resto. En la Iglesia las
funciones no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los
otros. De hecho, una mujer, María, es más importante que los obispos. Aquí
hay un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a
reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer
allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la
Iglesia” (104).
ACTUAR
Debemos
convertirnos, cambiar nuestras actitudes, para dar a la mujer el lugar que Dios
quiere para ella tanto en la familia y en la comunidad, como en la estructura y
vida de la Iglesia.
+
Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo
de San Cristóbal de Las Casas
Fuente: Zenit