“Ante
el vacío interior y la pérdida de la dimensión trascendente de la vida,
han surgido dos grandes proyectos vanos para encantar de nuevo al mundo:
1) el consumismo y 2) la diversión”, advirtió
“El
gran circo mediático” que gira continuamente alrededor de los hombres con
imágenes y sonidos seductores para alejarlos de sí mismos y de la realidad no
debe motivar al cristiano a “encerrarse en una torre inaccesible”, sino a
asumir el desafío de mostrar la presencia activa de Dios también en el mundo de
hoy, afirmó el sacerdote jesuita Benjamín González Buelta.
“Nuestro
reto no es huir de la realidad, sino acercarnos a ella con todos nuestros
sentidos bien abiertos para mirar y contemplar, para disolver las escorias de
las apariencias seductoras, y ver, sentir y gustar la realidad, percibiendo en
lo más profundo de ella la presencia activa de Dios que nos ama con una
creatividad infinita, para que nos encontremos con Él y trabajemos juntos por
su reino”, señaló.
El
sacerdote, autor de varios libros, hizo esta exhortación en su artículo
titulado “La seducción del mundo y la seducción de Dios”, publicado en el
número 4002 de la revista jesuita La Civiltá Cattolica.
En
su texto, el P. González Buelta indicó que de acuerdo a los sociólogos “vivimos
en una cultura de la seducción”; y que tras la caída de las grandes utopías de
la época moderna –capitalismo y socialismo–, un “sentido de desilusión ha
llenado los espacios de la sociedad postmoderna”.
“Ante
el vacío interior y la pérdida de la dimensión trascendente de la vida, que nos hacen sentir huérfanos,
han surgido dos grandes proyectos vanos para encantar de nuevo al mundo: 1) el
consumismo y 2) la diversión”, advirtió.
“El
consumismo es una formidable invención que llega a cada parte del mundo donde
hay alguien con un poco de dinero en el bolsillo”, y con sus símbolos –como los
centros comerciales– parece la tierra prometida y la liberación de nuestras
necesidades, señaló.
“El
segundo gran proyecto es la diversión, el pasatiempo, la distracción” las 24
horas del día con espectáculos y “los nuevos dioses de la cultura actual”, como
las celebridades que ocupan un espacio sorprendente en los medios de
comunicación.
El
P. González afirmó que ambos proyectos son estudiados minuciosamente por sus
promotores para deslumbrar a los hombres. “Nada es dejado al azar”, advirtió.
“Nuestra
cultura nos induce a vivir siempre de prisa, a aplazar la satisfacción de
nuestras necesidades profundas (…), solo cuenta lo que perciben los sentidos y
por esto se cultivan las apariencias, se antepone el parecer al ser”, expresó.
Por
ello, aseguró, la sociedad tiene necesidad “no solo de profetas que denuncian
los males que nos afligen, sino de místicos que revelan dónde Dios está creando
algo nuevo, para proclamar esta Buena Noticia”.
“Es
necesario no solo afirmar vagamente que Dios ama este mundo, sino también
señalar dónde y cómo Él actúa, reelaborando la trama de la vida momento por
momento. La sociedad necesita de personas que con una sensibilidad mística
puedan encontrarse con Dios en las realidades más secularizadas y más
arruinadas por el deterioro personal, por la injusticia y por todo tipo de
exclusión”, señaló.
El
sacerdote recordó a los primeros jesuitas, que encontraban a Dios “en las
calles ruidosas de la ciudad”; y que en sus ejercicios espirituales San Ignacio
de Loyola propone la contemplación para alcanzar el amor e “invita a observar
toda la realidad, para ver a Dios que trabaja en ella por nosotros”.
“Y
este es el don que nos es ofrecido: ver el reino de Dios hoy en medio de
nosotros”, añadió.
Sin
embargo, aclaró que “no se trata solo de saber que el reino de Dios se
manifiesta de modo concreto, a veces en un modo muy simple”, sino que “se
necesita percibirlo, y entonces la alegría del don de Dios entra en nuestro
corazón”.
“Para
fascinar verdaderamente al mundo, se necesita no solo acoger lo bello, lo que
está ordenado, lo que brilla, sino también asumir la fragilidad humana, el
realismo de los infiernos personales y sociales, en los cuales millones de
personas se están disolviendo como agua en el mundo líquido”, expresó.
El
sacerdote advirtió que hay “muchas celebraciones” que hacen que el hombre se
extravíe, como las drogas o
incluso los espectáculos musicales; sin embargo, “la verdadera celebración,
como hace la Eucaristía, toma la vida humana en su cotidianidad de placeres y
errores, y la conduce de la aspereza de la cruz hasta la
transfiguración de la vida en la resurrección”.
Por
ello, afirmó que ante la cultura de la seducción “necesitamos liberar nuestros
sentidos del modo impuesto de percibir la realidad y de los contenidos que
hemos hasta ahora percibido e interiorizado”. “Podemos estar ciegos sin darnos
cuenta” y no ver la realidad “como la contempla Dios”, advirtió el sacerdote.
“No
contemplamos la realidad desde lejos, desde un palco privilegiado, sino
implicándonos en ella, en la cercanía a las personas, dentro de las
situaciones, en los trabajos cotidianos. Para encontrar a Dios que trabaja
siempre, debemos trabajar también nosotros, para unir nuestra acción a la
suya”, afirmó.
“A
través del proceso que hemos descrito –indicó–, vemos cómo se pueden
transformar nuestros sentidos. Delante de un paisaje, un pintor verá todos los
colores, un ingeniero verá el trazado de una posible urbanización, un
ecologista verá las especies que se deben salvar (…). Un contemplativo verá la
dimensión última de la realidad, allá donde Dios trabaja continuamente, para la
vida que Jesús llevó se pueda vivir en plenitud”.
El
P. González afirmó que “este modo de percibir la realidad puede despertar en
nosotros extraordinarios dinamismos de vida, en vez de dejarnos inmóviles y
tristes por la desilusión”.
“San
Ignacio, en los ejercicios, nos propone contemplar cómo Jesús se acercaba a la
realidad con los cinco sentidos. Jesús reveló, en la realidad disgregada de su
tiempo, que el reino de Dios estaba en medio del pueblo. Este proceso que hemos
descrito nos permite nacer de nuevo para ver el reino de Dios”, aseguró.
Fuente:
ACI Prensa