Fiesta
Litúrgica, 31 de mayo
Fiesta
de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su viaje al
encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su
ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres,
el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el
seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo
en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del
Magníficat.
Después del anuncio del ángel, María se pone en camino (“de prisa” dice san
Lucas) para ir a visitar a su parienta Isabel y prestarle un servicio.
Uniéndose probablemente a una caravana de peregrinos que se dirigen a
Jerusalén, atraviesa la Samaría y llega a Ain-Karim (en Judea), en donde vive la
familia de Zacarías.
Es fácil imaginar los sentimientos que invadían su espíritu al meditar el
misterio que le había anunciado el ángel. Son sentimientos de humilde
agradecimiento con la grandeza y bondad de Dios, que María expresará en su
encuentro con la prima con el himno del Magnificat, la expresión del amor
jubiloso “que canta y alaba al amado” (san Bernardino de Siena): “Mi alma
glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija...”.
La presencia del Verbo encarnado en María es causa de gracia para Isabel, que,
inspirada, descubre los grandes misterios que se han obrado en la joven prima,
su dignidad de Madre de Dios, su fe en la palabra divina y la santificación del
precursor, que salta de alegría en el seno de la madre. María se queda con
Isabel hasta el nacimiento de Juan Bautista, esperando probablemente ocho días
más para el rito de la imposición del nombre. Aceptando este cómputo del
período transcurrido con la parienta Isabel, la fiesta de la Visitación, de
origen franciscano (los frailes Menores la celebraban ya en el 1263), se
celebraba el 2 de julio, es decir, al final de la visita de María. Hubiera sido
más lógico colocarlo después del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, pero se
quiso evitar que cayera en el período cuaresmal.
Después el papa Urbano VI extendió la fiesta a toda la Iglesia latina para
pedir por intercesión de María la paz y la unidad de los cristianos divididos
por el gran cisma de Occidente. El sínodo de Basilea, en la sesión del 1 de
julio de 1441, confirmó la festividad de la Visitación, que al principio no
habían aceptado los Estados que estaban de parse del antipapa.
El actual calendario litúrgico, sin tener en cuenta la cronología según la
narración evangélica, abandonó la fecha tradicional del 2 de julio
(antiguamente la Visitación se conmemoraba también en otras fechas) y
estableció la memoria para el último día de mayo.
Por:
P. Ángel Amo.
Fuente:
Catholic.net