“Dios nos ama como somos:
nos ama siempre y de manera incondicional”
El
papa Francisco realizó hoy en la plaza de San Pedro la audiencia de los
miércoles, en la cual desarrolló prosiguió con la serie de catequesis sobre la
esperanza.
A
continuación el texto:
«¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos días!
Hoy
hacemos esta Audiencia en dos lugares, unidos a través de las pantallas
gigantes: los enfermos están en el Aula Pablo VI para que no sufran tanto el
calor y nosotros aquí. Pero todos juntos. Y nos une el Espíritu Santo, que es
el que hace siempre la unidad. Saludemos a los que están en el Aula…
Ninguno
de nosotros puede vivir sin amor. Y una de las más feas esclavitudes en la que
podemos caer es la de creer que el amor se merece. Seguramente gran parte de la
angustia del hombre contemporáneo viene de esto: creer que si no somos fuertes,
atrayentes y bellos, nadie se ocupará de nosotros.
¿Es
la vía de la “meritocracia” no? Tantas personas hoy día buscan una visibilidad
sólo para colmar el vacío interior: como si fuéramos personas eternamente
necesitadas de ser confirmados. Pero ¿imagínense un mundo donde todos mendiguen
la atención de los demás, y nadie esté dispuesto a amar gratuitamente a otra
persona? Imagínense un mundo así…un mundo sin la gratuidad del quererse bien…Parece
un mundo humano, pero en realidad está enfermo.
Tantos
narcisismos del ser humano, nacen de un sentimiento de soledad. Y también de
orfandad. Detrás de tantos comportamientos aparentemente inexplicables se
esconde una pregunta: ¿Es posible que yo no merezca ser llamado por mi nombre;
o lo que es lo mismo, no merezca ser amado? Porque el amor siempre te llama por
tu nombre.
Cuando
es un adolescente quien no es o no se siente amado; entonces puede nacer la
violencia. Detrás de tantas formas de odio social y de vandalismo, se esconde
con frecuencia un corazón que no ha sido reconocido.
No
existen los niños malos, como tampoco existen los adolescentes del todo
malvados, existen personas infelices. ¿Y qué nos puede hacer felices más que la
experiencia de dar y recibir amor? La vida del ser humano es un intercambio de
miradas: alguien que al mirarnos, nos arranca una primera sonrisa, y en la
sonrisa que ofrecemos gratuitamente a quien está encerrado en la tristeza. Y
así es cómo abrimos el camino. Intercambio de miradas: mirarse a los ojos…y así
se abren las puertas del corazón.
El
primer paso que Dios realiza en nosotros, es un amor que nos anticipa de manera
incondicional. Dios siempre ama primero. Dios no nos ama porque nosotros
tememos motivos que despierten su amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor y
el amor por su propia naturaleza tiende a difundirse, a darse.
Dios
no vincula su benevolencia a nuestra conversión: aunque ésta sea una
consecuencia del amor de Dios. San Pablo lo dice de manera perfecta: “Dios
demuestra su amor hacia nosotros, en el hecho de que aunque éramos todavía
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5, 8).
Mientras
aún éramos pecadores. Un amor incondicional. Estábamos lejos, como el hijo
pródigo de la parábola: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vió, tuvo compasión…”
(Lc 15, 20). Por amor hacia nosotros, Dios realizó un éxodo de sí mismo, para
venir a nuestro encuentro, en esta tierra, dónde insensato que Él transitara.
Dios nos amaba aun cuando estábamos equivocados.
¿Quién
de nosotros ama de esta manera, a no ser quien es madre o padre? Una madre
sigue amando a su hijo aunque éste hijo esté en la cárcel. Yo recuerdo tantas
madres, haciendo la fila para entrar en la cárcel, en la primera diócesis dónde
estuve: tantas madres. Y no se avergonzaban. El hijo estaba en la cárcel, pero
era su hijo.
Y
sufrían tantas humillaciones en la antesala, antes de entrar, pero “es hijo
mío”. “¡Pero señora, su hijo es un delincuente! – “Es hijo mío”- Sólo este amor
de madre y de padre, nos hace comprender cómo es el amor de Dios.
Una
madre, no pide que no se aplique la justicia de los hombres, porque todo error
necesita redimirse, pero una madre nunca deja nunca de sufrir por el propio
hijo. Lo ama a pesar de saber que es pecador.
Dios
hace lo mismo con nosotros: somos sus hijos amados. ¿Pero puede ser que Dios
tenga algún hijo al que no ame? No. Todos somos hijos amados de Dios. No hay
ninguna maldición sobre nuestra vida, lo único es la benévola palabra de Dios,
que ha sacado nuestra existencia de la nada. La verdad de todo está en esa
relación de amor que une al Padre con el Hijo mediante el Espíritu Santo,
relación en la cual, nosotros somos recibidos mediante la gracia.
En
Él, en Cristo Jesús, hemos sido queridos, amados, deseados. Es Él quien ha
impreso en nosotros una belleza primordial que ningún pecado, ninguna decisión
equivocada podrá nunca borrar enteramente.
Nosotros,
ante los ojos de Dios, somos siempre pequeños manantiales hechos para salpicar
el agua buena. Lo dijo Jesús a la samaritana: “El agua que yo te daré, se hará
en ti una corriente de agua, de la que fluye la vida eterna”. (Jn. 4, 14)
Para
cambiar el corazón de una persona infeliz, ¿cuál es la medicina? ¿Cuál es la
medicina para cambiar el corazón de una persona que no es feliz? (responden ‘el
amor’) ¡Más fuerte! (‘¡el amor!’)
¡Muy
despiertos!, muy despiertos, ¡todos están muy despiertos! ¿Y cómo hacemos
sentir a una persona que la amamos? Hace falta sobretodo abrazarla. Hacerle
sentir que es deseada, que es importante, y dejará de estar triste.
El
amor llama al amor, de un modo mucho más fuerte de cuanto el odio llama a la
muerte. Jesús no murió y resucitó para si mismo, sino por nosotros, para que
nuestros pecados sean perdonados. Así que es tiempo de Resurrección para todos:
tiempo de levantar a los pobres de la desesperanza, sobre todo a aquellos que
yacen en el sepulcro mucho más que tres días.
Sopla
aquí, sobre nuestros rostros, un viento de liberación. Haz que germine aquí, el
don de la esperanza. Y la esperanza es la de Dios Padre que nos ama como somos:
nos ama siempre, a todos. Buenos y malos. ¿De acuerdo? ¡Gracias!»
Fuente:
Zenit