Aunque
el texto viene directo de la Escritura, la oración en sí no es tan antigua como
podrías pensar
En
el Evangelio de Lucas, encontramos los dos versos principales que componen la
habitual oración del ‘Ave María’. La primera parte de la oración deriva de la
Anunciación, cunando el ángel Gabriel saludó a María diciendo: “¡Alégrate!,
llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 28).
La
siguiente parte de la oración se extrae de la Visitación, cuando Isabel saludó
a María con las palabras: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre!” (Lucas 1, 42).
Sin
embargo, aunque la oración deriva en esencia directamente de la Biblia, los
cristianos no unieron estos dos versos hasta el siglo XI. La Enciclopedia Católica explica
que, “de hecho, apenas hay rastro del Ave María como una fórmula devocional
aceptada antes del 1050 aproximadamente. Todo apunta a que se originó a partir
de ciertos versículos y responsorios del Pequeño Oficio de Nuestra Señora, que
por entonces empezaba a asentarse entre las órdenes monásticas.
Dos
manuscritos anglosajones del Museo Británico, uno de los cuales podría
remontarse al año 1030, muestra que las palabras ‘Ave Maria’ etc. y ‘benedicta
tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui’ aparecían en casi
todas las partes del Oficio y, aunque no podemos estar seguros de que estas
cláusulas se unieran en un principio para componer una oración, hay pruebas
concluyentes de que esto sí sucedió muy poco después”.
Al
principio la oración se conoció como “Salutación de la Beata Virgen”, y solo
consistía en dos versículos unidos. No fue hasta mucho más tarde que se añadió
la segunda mitad peticionaria de la oración (la parte del Ave María). Durante
varios siglos, la oración terminaba simplemente en “…bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Amén”, pero en ocasiones incluía diferentes peticiones que se
añadían después.
La
oración oficial del ‘Ave María’ no se finalizó hasta después de la publicación
del Catecismo del Concilio de Trento y la oración entonces fue incluida en el
Breviario Romano de 1568. En el Catecismo de Trento se menciona la oración, a
la que se refiere todavía como ‘Salutación Angélica’.
“[La]
primera parte de la Salutacion Angélica, guando la rezamos para pedir,
diciendo: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres. Porque así bendecimos a Dios,
dándole sumas alabanzas, y rindiéndole gracias por haber colmado a la Santísima
Virgen con toda la plenitud de sus divinos dones. Y con mucha razón la Santa
Iglesia de Dios añadió a esta acción de gracias ruegos, y la invocación de la
Santísima Madre de Dios, con la cual nos acogiésemos a ella piadosa y
rendidamente, para que por su intercesión reconciliase con Dios a nosotros
pecadores, y nos alcanzase los bienes necesarios, así para esta vida, como para
la eterna. Y así nosotros desterrados hijos de Eva, que estamos en este valle
de lágrimas, debemos invocar de continuo a la Madre de misericordia, y Abogada
del pueblo fiel, para que ruegue por nosotros pecadores, y por medio de esta oración
implorar el patrocinio y amparo de esta Señora, cuyos méritos para con Dios son
subidísimos, y cuya voluntad está muy inclinada a favorecer a los hombres, como
ninguno lo puede dudar sino impía y malvadamente”.
La
oración ahora es un pilar central de la devoción católica. Expresa nuestro amor
por la Santísima Virgen María empleando palabras de la Escritura y luego pide
su auxilio en nuestra hora de necesidad. Es una oración hermosa, con una
historia que se remonta al menos mil años.
Philip Kosloski
Fuente:
Aleteia