Mensaje
del Papa Francisco 2017
La misión en el corazón de
la fe cristiana
Es el tema del mensaje del Papa Francisco para
la 91ª jornada misionera mundial, que se celebrará el 22 de octubre de 2017.
Queridos
hermanos y hermanas:
Este
año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la
persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort.
ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el
Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada
nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe
cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no
sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas
otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por
ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana
y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas
ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras
fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es
el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la
misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?
La misión y el poder
transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida
1.
La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está
fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena
Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una
vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de
vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14, 6).
Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir
a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida,
que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que
nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.
2.
Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas;
transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,
23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo
Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente»
(Ireneo, Adversus haereses IV, 20, 7). De este modo, el anuncio del
Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama
(cf. Is 55, 10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se
hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1, 14).
La misión y el kairos de
Cristo
3.
La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni
tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben
proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión
de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella
representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A
través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo
nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza
transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la
creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del
pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que
todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la
resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium,
276).
4.
Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o
una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»
(Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una
persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la
reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la
participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El
Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida
nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu
Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias
al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de
proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento
del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola
ad Ephesios, 20, 2).
5.
El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través
de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas
sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a
quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no
faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza
transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que,
a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a
ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte
de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de
rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en
la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del
grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración
fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en
muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la
cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas
partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.
La misión inspira una
espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio
6.
La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo
continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a
todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua
peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de
las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión
de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer
sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino
hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.
7.
La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un
humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se
complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo
crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades»
(ibíd., 49).
Los jóvenes, esperanza de
la misión
8.
Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva
proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en
los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la
humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo
y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado […]. ¡Qué bueno
es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a
cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La
próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar
en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional»,
se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en
la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y
creatividad.
El servicio de las Obras
Misionales Pontificias
9.
Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en
cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus
seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través
de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un
compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes,
adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que
crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones,
promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para
que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de
la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta
a las graves y vastas necesidades de la evangelización.
Hacer misión con María,
Madre de la evangelización
10.
Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de
la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en
lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí»
en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que
nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la
vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos
adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el
don de la salvación.
Vaticano,
4 de junio de 2017
Solemnidad
de Pentecostés
FRANCISCUS
© Libreria Editrice Vaticana
Fuente: Zenit