29.7.17

11 SÍNTOMAS DE QUE TU COMUNIDAD SE ESTÁ ENFERMANDO DE SECTARISMO (II)

Primero: ningún ambiente de adulación constante es saludable para el ser humano

6. El carisma no es principalmente aquello que nos distingue de los demás

Haré mías algunas de las reflexiones del P. Rupnik en esta conferencia para explicar este punto. No es nada extraño que algunas comunidades piensen que el carisma que han recibido es aquello que los distingue de otras instituciones eclesiales. Pero la verdad es que el carisma es todo lo contrario: es el sello indeleble de nuestra pertenencia a la Iglesia y de nuestra condición de miembros del cuerpo de Cristo.

Y bueno, claro que es don especial, por supuesto que es un regalo único para cada comunidad, pero la realidad hay que pensarla en el orden correcto: el carisma, en primer lugar, es un precioso signo de comunión y hermandad dentro del cuerpo y la misión de la Iglesia. Rumiar el carisma para cobijar pensamientos y sentimientos de diferencia, separación, y hasta superioridad, es la mejor manera de despreciar la razón por la que Dios gratuitamente nos lo entregó.

Pensemos en los mosaicos y en los frescos de las Iglesias medievales. Ninguno de ellos estaba completo. Cada imagen se conectaba, de alguna manera, con otra imagen, y todas ellas formaban, junto con el ábside, los retablos, el altar, etc., un solo y potentísimo mensaje catequético sobre la unidad, la belleza, el amor o la verdad de Dios.

7. “Sean perfeccionistas como el Padre es perfeccionista” (¿Uh?)

Es esencial comprender qué es lo que entendemos por virtud, ascesis y búsqueda de perfección.

Lamentablemente en muchas comunidades, especialmente en los años de formación de la vida consagrada o religiosa, pero también en instituciones laicales, la búsqueda de una reconstrucción de la humanidad caída ha sido equivocadamente prioritaria y alejada de una sana teología de la gracia. ¿A qué me refiero? A que el individuo, como dice el P. Rupnik, cuando recibe la vida de Dios, muere.

No hay perfección humana que pueda sostenerse cuando Dios nos visita y nos muestra lo frágiles y pequeños que somos delante de Él y de la misión que nos tiene encomendada. La verdadera ascesis lleva a la contrición del corazón y no a su entumecimiento fruto del orgullo y la autosuficiencia.

Ese es el mejor modo de preparar la perfección a la que estamos llamados. Y digo “preparar” intencionalmente, porque es Dios quien nos hace perfectos regenerándonos en su hijo, gracias al poder del Espíritu Santo que ha prometido a la Iglesia. Es decir, no es una perfección individual. Los santos no son self-made men; es más, simplemente no existirían si no existiera la Iglesia católica.

8. Cuando nos enamoramos de las obras

Otro síntoma es la importancia desmedida de los proyectos apostólicos. Llega un punto donde tener grupos, parroquias, iniciativas, colegios o universidades se vuelve lo más importante. Claro, la razón es el apostolado y la evangelización y eso está muy bien, pero hay un momento donde el demonio se aprovecha de nuestro activismo y trastoca las cosas.

Los proyectos también generan presencia eclesial, admiración, poder, etc., y si una comunidad no hace un constante examen de conciencia puede comenzar a empujar a las personas a vivir en función de dichos proyectos.

La oración, el fundamento espiritual, y el origen apostólico de todas esas obras se empieza a perder y se comienza a vivir en función de las gratificaciones mundanas y secundarias que estos proyectos generan. Es una lástima, pero estas cosas pasan y hay que estar alerta. Se pueden cometer muchos abusos y hacer mucho daño cuando las obras ocupan un lugar más importante que las personas. Ejemplos los hay en cantidades.

9. Las críticas a la comunidad

Ninguna comunidad está exenta de críticas. Hay laicos, sacerdotes y obispos que a veces no están de acuerdo con las cosas que una determinada comunidad hace. De vez en cuando hay hermanos dentro de la comunidad que expresan juicios negativos. En mi opinión el modo de reaccionar de una comunidad ante las críticas externas e internas es un gran termómetro que mide y regula el nivel de sectarismo.

¿La comunidad es capaz de hacer una auto-crítica? ¿Disentir está permitido y las opiniones contrarias u objeciones a ciertas prácticas son escuchadas y tomadas en cuenta? ¿O se aplica la lógica de blancos y negros donde quienes están en desacuerdo son tachados automáticamente de “comunistas”, “progresistas”, “enfermos”, “loquitos” o “acomplejados”?

Por otro lado, cuando se trata de una situación interna, ¿cuán libres se sienten (sí, sí, ¡se sienten! he usado el verbo correcto) los miembros de criticar algunas prácticas y proponer mejoras al modo de hacer las cosas? ¿Cuán libres se sienten los miembros de criticar actitudes de abuso o maltrato por parte de sus autoridades? Todas estas son preguntas importantes que toda comunidad y sus miembros deben hacerse con mucha seriedad.

10. La obediencia es un tesoro, ¿lo sabe la autoridad?

El ejercicio abusivo de la obediencia ha causado graves daños en varias comunidades. Creo que todos lo sabemos. Muchos de los puntos que he tocado en este recorrido de síntomas son factores que crean un clima inadecuado para un ejercicio sano de la obediencia religiosa.

Me explico, si una comunidad está enferma de perfeccionismo voluntarista, si pone las obras por encima de las personas, si despersonaliza a sus miembros a través de un modelo único de comportamiento, si es inmune a las críticas y sus miembros no se sienten libres de alzar la voz para criticar prácticas inadecuadas, etc., etc., pues la obediencia lamentablemente se desvirtúa y pasa, de ser un regalo de Dios para vivir el desapego personal y la unión amorosa a su plan, a ser un instrumento del cual se puede aprovechar para crear y mantener dinámicas de abuso, censura y encierro ideológico.

Lamentablemente, a este cuadro tenemos que añadir algunos casos de violencia sexual que, por desgracia, directamente o indirectamente han ocurrido valiéndose de una relación de obediencia.

Lo duro cuando hablamos del voto de obediencia es que toca fibras muy íntimas en el corazón de un religioso o laico consagrado. Cuando una persona acepta libremente su voto o compromiso de obediencia se pone en manos de Dios y acepta la mediación y la ayuda de un hombre (o una comunidad) para discernir lo que Dios quiere de él. Renuncia a dirigir su propia vida con total autonomía porque un pedazo de esa libertad ha decidido ponerla en manos de un Dios que no puede traicionarlo.

Cuando un superior abusa de su autoridad y maltrata a un religioso es muy difícil no involucrar al Señor en el conflicto y decirle: “confié en ti y me traicionaste”.

Por eso la autoridad no puede ser un premio para los mejores ni un rango jerárquico al estilo militar: la autoridad, como dice el Papa, es un servicio hermoso donde el superior abre las manos y el religioso deposita la perla preciosa de su confianza y su esperanza en la bondad de Dios.

Por esta razón, el ejercicio respetuoso de la autoridad y la comprensión del valor enorme del voto o compromiso de obediencia son dos claves en la experiencia de una comunidad religiosa sana; y, por el contrario, son dos termómetros—casi matemáticos—del sectarismo presente o latente en una comunidad religiosa.

11. ¿Cómo se trata a las personas que abandonan la comunidad?

Este punto lo añadí un día después de publicar el artículo. ¡Casi lo olvido! Un síntoma muy fuerte de sectarismo es tratar con indiferencia, rencor o desprecio a los ex-miembros de la comunidad. E inclusive se puede llegar al extremo de tratar con desconfianza a los miembros que mantienen relaciones con las personas que se retiran de la institución.

Voy a ser muy claro: esto no viene de Dios, es una actitud demoniaca que golpea muy duro a las personas que durante muchos años entregaron su vida al servicio de la comunidad. ¿Somos capaces de entender esto? Que de un momento a otro, por el hecho de haber decidido dejar el movimiento, el grupo o la familia espiritual —por las razones que fueran—, los compañeros y los amigos que hiciste ahí te cierren las puertas y te traten con distancia y sospecha, ¿no crees que puede ser un golpe que puede dañar seriamente a la persona?

Por último, ¿qué hacer si mi comunidad, movimiento o parroquia, tiene uno o varios de estos síntomas?

Disculpen si es que no profundizo demasiado en esto, pero este artículo ya está bastante largo. Creo que el consejo más importante es el siguiente: es muy sano conversar con personas buenas, sabias y bienintencionadas externas a la comunidad. Puedes hablar con tu obispo o con algún sacerdote amigo que pueda darte luces y una opinión imparcial.

Si la situación fuese muy grave tienes todo el derecho de tener un confesor o un consejero espiritual externo a la comunidad. Nadie puede decirte a quién le abres tu conciencia ni tu fuero interno.

De ese acompañamiento o amistad pueden surgir puntos de vista diferentes y nuevos ánimos que te ayudarán a mirar las cosas con más libertad y a ganar confianza para ayudar a tu comunidad a sanar aquellos síntomas que tú crees que la puedan llevar a enfermarse más seriamente.

¿Un consejo más? No te quedes callado. Mide tus palabras pero habla, comenta lo que crees que está mal a pesar de que puedas estar equivocado. No te pelees, reza mucho lo que quieres decir pero no rehuyas a tu deber de evidenciar los síntomas de los cuales hemos hablado.

Estos consejos o cualquier otro que te pueda dar se resumiría en: mira a la Iglesia, respira con la Iglesia y busca la ayuda de la Iglesia. La Iglesia es madre, es sabia y es tierna. No desconfíes nunca de ella, porque en el mar borrascoso en que nos toca navegar, Ella es la única embarcación segura porque, a pesar de todas sus fallas, ha sido construida por Dios y su Capitán sabe muy bien lo que hace. El antídoto contra el sectarismo se llama catolicismo.

Por Mauricio Artieda


Fragmento de un artículo publicado originalmente por Catholic Link
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