Primero: ningún ambiente
de adulación constante es saludable para el ser humano
6. El carisma no es
principalmente aquello que nos distingue de los demás
Haré
mías algunas de las reflexiones del P. Rupnik en esta conferencia para
explicar este punto. No es nada extraño que algunas comunidades piensen que el
carisma que han recibido es aquello que los distingue de otras instituciones
eclesiales. Pero la verdad es que el carisma es todo lo contrario: es el sello
indeleble de nuestra pertenencia a la Iglesia y de nuestra condición de
miembros del cuerpo de Cristo.
Y
bueno, claro que es don especial, por supuesto que es un regalo único para cada
comunidad, pero la realidad hay que pensarla en el orden correcto: el carisma,
en primer lugar, es un precioso signo de comunión y hermandad dentro del cuerpo
y la misión de la Iglesia. Rumiar el carisma para cobijar pensamientos y
sentimientos de diferencia, separación, y hasta superioridad, es la mejor
manera de despreciar la razón por la que Dios gratuitamente nos lo entregó.
Pensemos
en los mosaicos y en los frescos de las Iglesias medievales. Ninguno de ellos
estaba completo. Cada imagen se conectaba, de alguna manera, con otra imagen, y
todas ellas formaban, junto con el ábside, los retablos, el altar, etc., un
solo y potentísimo mensaje catequético sobre la unidad, la belleza, el amor o
la verdad de Dios.
7. “Sean perfeccionistas
como el Padre es perfeccionista” (¿Uh?)
Es
esencial comprender qué es lo que entendemos por virtud, ascesis y búsqueda de
perfección.
Lamentablemente
en muchas comunidades, especialmente en los años de formación de la vida
consagrada o religiosa, pero también en instituciones laicales, la búsqueda de
una reconstrucción de la humanidad caída ha sido equivocadamente prioritaria y
alejada de una sana teología de la gracia. ¿A qué me refiero? A que el
individuo, como dice el P. Rupnik, cuando recibe la vida de Dios, muere.
No
hay perfección humana que pueda sostenerse cuando Dios nos visita y nos muestra
lo frágiles y pequeños que somos delante de Él y de la misión que nos tiene
encomendada. La verdadera ascesis lleva a la contrición del corazón y no a su
entumecimiento fruto del orgullo y la autosuficiencia.
Ese
es el mejor modo de preparar la perfección a la que estamos llamados. Y digo
“preparar” intencionalmente, porque es Dios quien nos hace perfectos
regenerándonos en su hijo, gracias al poder del Espíritu Santo que ha prometido
a la Iglesia. Es decir, no es una perfección individual. Los santos no son self-made
men; es más, simplemente no existirían si no existiera la Iglesia católica.
8. Cuando nos enamoramos
de las obras
Otro
síntoma es la importancia desmedida de los proyectos apostólicos. Llega
un punto donde tener grupos, parroquias, iniciativas, colegios o universidades
se vuelve lo más importante. Claro, la razón es el apostolado y la
evangelización y eso está muy bien, pero hay un momento donde el demonio se
aprovecha de nuestro activismo y trastoca las cosas.
Los
proyectos también generan presencia eclesial, admiración, poder, etc., y si una
comunidad no hace un constante examen de conciencia puede comenzar a empujar
a las personas a vivir en función de dichos proyectos.
La
oración, el fundamento espiritual, y el origen apostólico de todas esas obras
se empieza a perder y se comienza a vivir en función de las gratificaciones
mundanas y secundarias que estos proyectos generan. Es una lástima, pero estas
cosas pasan y hay que estar alerta. Se pueden cometer muchos abusos y hacer
mucho daño cuando las obras ocupan un lugar más importante que las personas.
Ejemplos los hay en cantidades.
9. Las críticas a la
comunidad
Ninguna
comunidad está exenta de críticas. Hay laicos, sacerdotes y obispos que a veces
no están de acuerdo con las cosas que una determinada comunidad hace. De vez en
cuando hay hermanos dentro de la comunidad que expresan juicios negativos. En
mi opinión el modo de reaccionar de una comunidad ante las críticas
externas e internas es un gran termómetro que mide y regula el nivel de
sectarismo.
¿La
comunidad es capaz de hacer una auto-crítica? ¿Disentir está permitido y las
opiniones contrarias u objeciones a ciertas prácticas son escuchadas y tomadas
en cuenta? ¿O se aplica la lógica de blancos y negros donde quienes están en
desacuerdo son tachados automáticamente de “comunistas”, “progresistas”,
“enfermos”, “loquitos” o “acomplejados”?
Por
otro lado, cuando se trata de una situación interna, ¿cuán libres se sienten
(sí, sí, ¡se sienten! he usado el verbo correcto) los miembros de criticar
algunas prácticas y proponer mejoras al modo de hacer las cosas? ¿Cuán libres
se sienten los miembros de criticar actitudes de abuso o maltrato por parte de
sus autoridades? Todas estas son preguntas importantes que toda comunidad y sus
miembros deben hacerse con mucha seriedad.
10. La obediencia es un
tesoro, ¿lo sabe la autoridad?
El
ejercicio abusivo de la obediencia ha causado graves daños en varias
comunidades. Creo que todos lo sabemos. Muchos de los puntos que he tocado en
este recorrido de síntomas son factores que crean un clima inadecuado para un
ejercicio sano de la obediencia religiosa.
Me
explico, si una comunidad está enferma de perfeccionismo voluntarista, si pone
las obras por encima de las personas, si despersonaliza a sus miembros a través
de un modelo único de comportamiento, si es inmune a las críticas y sus
miembros no se sienten libres de alzar la voz para criticar prácticas
inadecuadas, etc., etc., pues la obediencia lamentablemente se desvirtúa y
pasa, de ser un regalo de Dios para vivir el desapego personal y la unión
amorosa a su plan, a ser un instrumento del cual se puede aprovechar para
crear y mantener dinámicas de abuso, censura y encierro ideológico.
Lamentablemente,
a este cuadro tenemos que añadir algunos casos de violencia sexual que,
por desgracia, directamente o indirectamente han ocurrido valiéndose de una
relación de obediencia.
Lo
duro cuando hablamos del voto de obediencia es que toca fibras muy íntimas
en el corazón de un religioso o laico consagrado. Cuando una persona acepta
libremente su voto o compromiso de obediencia se pone en manos de Dios y acepta
la mediación y la ayuda de un hombre (o una comunidad) para discernir lo que
Dios quiere de él. Renuncia a dirigir su propia vida con total autonomía porque
un pedazo de esa libertad ha decidido ponerla en manos de un Dios que no puede
traicionarlo.
Cuando
un superior abusa de su autoridad y maltrata a un religioso es muy difícil no
involucrar al Señor en el conflicto y decirle: “confié en ti y me
traicionaste”.
Por
eso la autoridad no puede ser un premio para los mejores ni un rango jerárquico
al estilo militar: la autoridad, como dice el Papa, es un servicio hermoso
donde el superior abre las manos y el religioso deposita la perla preciosa de
su confianza y su esperanza en la bondad de Dios.
Por
esta razón, el ejercicio respetuoso de la autoridad y la comprensión del valor
enorme del voto o compromiso de obediencia son dos claves en la experiencia de
una comunidad religiosa sana; y, por el contrario, son dos termómetros—casi
matemáticos—del sectarismo presente o latente en una comunidad religiosa.
11. ¿Cómo se trata a las
personas que abandonan la comunidad?
Este
punto lo añadí un día después de publicar el artículo. ¡Casi lo olvido! Un
síntoma muy fuerte de sectarismo es tratar con indiferencia, rencor o desprecio
a los ex-miembros de la comunidad. E inclusive se puede llegar al extremo de
tratar con desconfianza a los miembros que mantienen relaciones con las
personas que se retiran de la institución.
Voy
a ser muy claro: esto no viene de Dios, es una actitud demoniaca que golpea muy
duro a las personas que durante muchos años entregaron su vida al servicio de
la comunidad. ¿Somos capaces de entender esto? Que de un momento a otro, por el
hecho de haber decidido dejar el movimiento, el grupo o la familia espiritual
—por las razones que fueran—, los compañeros y los amigos que hiciste
ahí te cierren las puertas y te traten con distancia y sospecha, ¿no crees
que puede ser un golpe que puede dañar seriamente a la persona?
Por
último, ¿qué hacer si mi comunidad, movimiento o parroquia, tiene uno o varios
de estos síntomas?
Disculpen
si es que no profundizo demasiado en esto, pero este artículo ya está bastante
largo. Creo que el consejo más importante es el siguiente: es muy sano
conversar con personas buenas, sabias y bienintencionadas externas a la
comunidad. Puedes hablar con tu obispo o con algún sacerdote amigo que
pueda darte luces y una opinión imparcial.
Si
la situación fuese muy grave tienes todo el derecho de tener un confesor o un
consejero espiritual externo a la comunidad. Nadie puede decirte a quién le
abres tu conciencia ni tu fuero interno.
De
ese acompañamiento o amistad pueden surgir puntos de vista diferentes y nuevos
ánimos que te ayudarán a mirar las cosas con más libertad y a ganar confianza
para ayudar a tu comunidad a sanar aquellos síntomas que tú crees que la puedan
llevar a enfermarse más seriamente.
¿Un
consejo más? No te quedes callado. Mide tus palabras pero habla,
comenta lo que crees que está mal a pesar de que puedas estar equivocado. No te
pelees, reza mucho lo que quieres decir pero no rehuyas a tu deber de
evidenciar los síntomas de los cuales hemos hablado.
Estos
consejos o cualquier otro que te pueda dar se resumiría en: mira a la
Iglesia, respira con la Iglesia y busca la ayuda de la Iglesia. La Iglesia
es madre, es sabia y es tierna. No desconfíes nunca de ella, porque en el mar
borrascoso en que nos toca navegar, Ella es la única embarcación segura porque,
a pesar de todas sus fallas, ha sido construida por Dios y su Capitán sabe muy
bien lo que hace. El antídoto contra el sectarismo se llama catolicismo.
Por
Mauricio Artieda
Fragmento de un artículo publicado originalmente por Catholic Link