El laico santifica el mundo, desde el mundo, con su
profesión y su familia
¿Existe una espiritualidad laical hoy? Y si existe, ¿cuál es esta
espiritualidad? ¿No hay demasiadas espiritualidades (monástica, sacerdotal,
matrimonial…)? Son preguntas que hoy se plantean frecuentemente cuando se habla
de la pastoral de los laicos, de su servicio a la Iglesia.
Quien responde a estas preguntas es el profesor de Teología Espiritual de la
Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Vicente Bosch, valenciano y
sacerdote de la prelatura del Opus Dei, en una entrevista publicada en la
revista Temes d’avui.
“La espiritualidad cristiana es
única –dice el profesor Bosch—en el sentido de que hay una sola fe, un solo
bautismo, un solo Cristo, un solo Espíritu, y la
meta es siempre la misma: la santidad. Pero todo esto se ha de encarnar en
la vida, y las personas somos muchas y muy distintas, de modo que se podría
decir que a fin de cuentas hay tantas espiritualidades como cristianos hay”.
“Sin embargo, esta multiforme
expresión de la vida cristiana también muestra características muy diversas.
Por ejemplo -señala Vicente Bosch- el hecho de ser
sacerdote, monje o laico, marca la vida espiritual, porque en las
relaciones con Dios no se puede dejar a un lado, respectivamente, el ministerio
sacerdotal, los votos y regla religiosos o bien los deberes familiares y
cívicos de los laicos. En ellos se conforma un estilo de vida que origina una
espiritualidad propia”.
O sea que los laicos necesitan
una espiritualidad propia, distinta de los sacerdotes y de los religiosos. ¿Cuál es
esa espiritualidad? “La secularidad –asegura
el profesor Bosch—. El fiel laico es un bautizado que ha sido llamado por Dios,
y con su presencia en el mundo debe devolver las cosas creadas a su belleza
original, dañada por el pecado”.
La misión del laico es
precisamente “encaminar el mundo hacia Dios, impregnar de sentido cristiano las
estructuras temporales”.
Vicente Bosch habla de la “espiritualidad laical” y no de “espiritualidad
de los laicos”. ¿Dónde está la diferencia? Muchas veces, a lo largo de
la historia, se ha aplicado a los laicos una espiritualidad ya existente (san
Francisco de Sales, los terciarios…).
“El
cambio radical –señala– vino en el Concilio Vaticano II, que revalorizó el
mundo y las realidades terrenas, y las consideró como un camino de santidad que Cristo recorrió y
dejó abierto a todos los hombres”. Lo recorrió Jesús en sus treinta años de
vida familiar y de trabajo y así convirtió estas realidades en santas y
santificables.
“Es así como nace –continúa el
doctor Vicente Bosch—una espiritualidad laical caracterizada por el
entrecruzamiento entre lo humano y lo cristiano, la valoración positiva de las
cosas cotidianas, la competencia
profesional y el sentido de
responsabilidad, un acentuado sentido de la libertad personas y una fuerte
conciencia de la misión de ordenar las cosas hacia Dios”.
Esto suena muy bien, pero ¿cómo se hace? Y responde: “Si los
fieles laicos llevan a Cristo en sus almas, esto necesariamente se hará visible
en el exterior, en sus obras. Está claro que no basta trabajar bien para
santificar el mundo: además de la coordenada
horizontal de la acción en el ámbito social (trabajo), es necesaria la coordenada vertical del trato
con Dios en la oración y los sacramentos. Sin eso, no se puede santificar nada. Por otro lado, también es necesaria la formación doctrinal y religiosa
correspondiente para que el laico pueda aplicar el Evangelio, de manera libre y
responsable, en cada situación concreta”.
Desde luego, señala el
profesor, se advierten resistencias a la hora de entender que “la secularidad
es dimensión y responsabilidad
de la Iglesia, ya que su misión no solo
consiste en salvar almas, sino también en perfeccionar el orden temporal con el espíritu
evangélico”.
Es cierto que la Iglesia, sobre
todo desde el Concilio Vaticano II, ha hecho un esfuerzo para reconocer el
papel de los laicos, y estos se han corresponsabilizado en la gestión de las parroquias y las diócesis, pero esta “no
es la única vía de santificación, ni siquiera la más
importante, la cual continúa siendo su
vida familiar y profesional”.
A este respecto, indica el
doctor Vicente Bosch, “algunos sacerdotes
caen en el prejuicio de pensar que la madurez de un laico se mide por el tiempo
y las energías que dedica a los locales parroquiales.
El papa
Francisco ha lamentado recientemente la existencia de un clericalismo
que “funcionaliza al laicado” y que
genera una élite laical para trabajar en cosas de la Iglesia, pero que no cuida al creyente en su vida pública y en su
vida cotidiana”.
Salvador Aragonés
Fuente:
Aleteia