4.7.17

CON ESTA TRADICIÓN 2 HERMANOS SACERDOTES QUIEREN ABRIR LA PUERTA DEL CIELO A SU MADRE

Aunque se trata de una bella costumbre cargada de gran afecto, cabe recordar que la salvación no se obtiene con objetos sino con el esfuerzo cotidiano por la santidad personal

Son varios los jóvenes sacerdotes que han retomado la antigua tradición de obsequiar a sus madres el manutergio de su ordenación, es decir, el paño de lino blanco usado para limpiar el aceite crismal con el cual el obispo que los ordena unge sus manos.

Herb y Theresa Waltz son una pareja de esposos proveniente de Bismarck en Dakota del Norte, Estados Unidos, que han enmarcado y colgado en una de las paredes de su hogar, dos paños blancos con manchas amarillentas que son del crisma con el que ungieron a sus dos hijos en el día de su ordenación sacerdotal.

El paño, llamado manutergium –del latín “manu” y “tergium”, que quiere decir “toalla de mano”–, debe ser guardado por la madre a lo largo de su vida y ser enterrada sosteniéndolo en sus manos.

Cuando la madre se presente ante Dios, Él le dirá: “Te he dado vida. ¿Qué me has dado?”. Ella entregará el manutergio para luego responder: “Te he dado a mi hijo como sacerdote” con lo que se puede obtener el ingreso al paraíso, según señala la tradición.

Sin embargo, aunque se trata de una bella costumbre cargada de gran afecto, cabe recordar que la salvación no se obtiene con objetos sino con el esfuerzo cotidiano por la santidad personal.

El P. Joshua Waltz, uno de los hijos de Herb y Theresa, y director de vocaciones de la diócesis de Bismarck e hijo de Theresa, explicó en una entrevista al National Catholic Register que cuando se enteró de esta tradición, quiso añadir aún más simbolismo.

Esta idea llegó antes de su ordenación en 2007, durante una peregrinación al Santuario Mariano de Lourdes, en Francia: “Compré un pequeño corporal (paño donde se coloca la sagrada hostia y el cáliz durante la celebración de la Misa) y luego lo sumergí conmigo en las piscinas. Se lo iba a dar a mi madre, así que quería que la Madre de todas las madres fuera parte de este”.

El P. Joshua dijo que, en la oración, las palabras que Jesús le habló a su Madre mientras colgaba de la cruz se acercaron: “Madre, he aquí tu hijo”.

“Cuando mi madre me mira celebrando la Misa, ella también está mirando a Cristo, lo que sucedió en el rito de ordenación. El corporal es donde se produce el misterio sacrificial del retrato de la crucifixión y donde Nuestra Señora se levantó y recibió esas palabras de Jesús”.

El P. Joshua llevó la tela consigo a la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino y al seminario del Colegio Norteamericano en Roma. Luego, encontró a una pequeña abuela italiana para bordar en ella las palabras: “Mujer, mira a tu hijo”.

Por su parte, su hermano, el P. Justin Waltz, párroco de la iglesia de San Leo en Dakota del Norte, fue ordenado el año siguiente. También oró para saber cómo hacer un manutergio especial para su madre: “Comencé a preguntarme cómo era cuando mis padres se casaron”.

Cuando supo que su madre todavía tenía su vestido de novia y no planeaba hacer nada con él, consiguió que su abuela se lo diera. El P. Justin trajo todo el vestido de vuelta con él al seminario en Ohio y pidió a las hermanas en un convento cercano que cortaran y doblaran un pedazo de la tela.

“Era un símbolo del matrimonio de mis padres, y el fruto de eso eran dos sacerdotes. Desde el momento en que mi madre usó el vestido de novia hasta el momento en que ella sostendrá el manutergio en sus manos para ser enterrado con él, será un símbolo de que los sacrificios que hizo fueron de Dios y agradables a Él, y la salvación ha llegado a través de Él”.

Theresa dijo que los manutergios enmarcados representas a tres generaciones. Su abuela, su madre y ella solían rezar el Rosario para que hubiera un sacerdote en la familia. Su madre vivió para ver la ordenación de sus dos nietos.

“Puse una pieza de ambos paños en las manos de mi madre cuando murió en 2008, por lo que fue enterrada con ellos. Cuando los miro ahora en la pared, me recuerda las ordenaciones y cuán profundamente conmovedoras fueron y que, esperemos, todos estaremos juntos en el cielo algún día”, expresó.

Traducido y adaptado por Diego López Marina.


Publicado originalmente en National Catholic Register
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