Se realiza en la ciudad
brasileña de Río de Janeiro del 13 al 15 de julio
El
papa Francisco envió un mensaje a los participantes del congreso internacional
“Laudato si’ y grandes ciudades” que se realiza en Río de Janeiro del 13
al 15 de julio. Está organizado por la Fundación “Antoni Gaudí para las
Grandes Ciudades” de Barcelona, en colaboración con la arquidiócesis de Río de
Janeiro, informó hoy viernes la Oficina de prensa de la Santa Sede.
A
raíz de un Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes Ciudades organizado
en Barcelona-Roma el año 2014 y fruto de unas conversaciones con el papa
Francisco, el cardenal emérito de Barcelona, Luis Martínez Sistach, constituyó
en dicha ciudad la Fundación “Antoni Gaudí para las Grandes Ciudades” que
ahora organiza este congreso en Brasil.
El
mensaje del Papa está dirigido al cardenal Lluís Martínez Sistach,
arzobispo emérito de Barcelona. Y mientras el congreso de un lado quiere
aplicar la encíclica escrita por el Santo Padre, proponiendo soluciones al
problema del cambio climático; de otro desea sensibilizar a la gente de la
responsabilidad que todos tienen de dar solución de estos problemas y humanizar
la vida en las grandes urbes.
A continuación el texto
completo
Querido
hermano: Lo saludo atentamente, como también a todos los que toman parte en el
evento: Congreso Internacional «Laudato si’ y Grandes Ciudades». En la Carta
encíclica Laudato si’ hago referencia a varias necesidades físicas que
tiene el hombre de hoy en las grandes ciudades y que necesitan ser afrontadas
con respeto, responsabilidad y relación.
Son
tres «R» que ayudan a interactuar de forma conjunta ante los imperativos más
esenciales de nuestra convivencia.
El respeto es
la actitud fundamental que el hombre ha de tener con la creación. Ésta la hemos
recibido como un don precioso y debemos esforzarnos para que las generaciones
futuras puedan seguir admirándola y disfrutándola. Este cuidado debemos
enseñarlo y transmitirlo. San Francisco de Asís afirmaba en su Cántico a las
Criaturas: «Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y
humilde y preciosa y casta».
En
estos adjetivos se expresa la belleza e importancia de este elemento, que es
indispensable para la vida. Como otros elementos creados, el agua potable y
limpia es expresión del amor atento y providente de Dios por cada una de sus
creaturas, siendo un derecho fundamental, que toda sociedad debe garantizar
(cf. Laudato si’, 30).
Cuando
no se le presta la atención que merece se transforma en fuente de enfermedades
y su escasez pone en peligro la vida de millones de personas. Es un deber de
todos crear en la sociedad una conciencia de respeto por nuestro entorno; esto
nos beneficia a nosotros y a las generaciones futuras.
La responsabilidad ante
la creación es el modo con el que debemos interactuar con ella y constituye una
de nuestras tareas primordiales. No podemos quedarnos con los brazos cruzados,
cuando advertimos una grave disminución de la calidad del aire o el aumento de
la producción de residuos que no son adecuadamente tratados. Estas realidades
son consecuencia de una forma irresponsable de manipular la creación y nos
llaman a ejercer una responsabilidad activa para el bien de todos.
Además,
comprobamos una indiferencia ante nuestra casa común y, lamentablemente, ante
tantas tragedias y necesidades que golpean a nuestros hermanos y hermanas. Esta
pasividad demuestra la «pérdida de aquel sentido de responsabilidad por
nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil» (Laudato si’,
25).
Cada
territorio y gobierno debería incentivar modos de actuar responsables en sus
ciudadanos para que, con inventiva, puedan interactuar y favorecer la creación
de una casa más habitable y más saludable. Poniendo cada uno lo poco que le
corresponde en su responsabilidad, se estará logrando mucho.
Se
observa en las grandes ciudades, como también en las zonas rurales, una
creciente falta de relación. Con independencia de la causa que lo produce,
el flujo constante de personas genera una sociedad más plural, multicultural,
que es un bien, produce riqueza y crecimiento social y personal; pero también
hace que esta sociedad sea cada vez más cerrada y desconfiada.
La
falta de raíces y el aislamiento de algunas personas son formas de pobreza, que
pueden degenerar en guetos y originar violencia e injusticia. En cambio, el
hombre está llamado a amar y a ser amado, estableciendo vínculos de pertenencia
y lazos de unidad entre todos sus semejantes. Es importante que la sociedad
trabaje conjuntamente en ámbito político, educativo y religioso para crear
relaciones humanas más cálidas, que rompan los muros que aíslan y marginan.
Esto
se puede lograr a través de agrupaciones, escuelas, parroquias, etc., que sean
capaces de construir con su presencia una red de comunión y de pertenencia,
para favorecer una mejor convivencia y lograr superar tantas dificultades. De
esta manera, «cualquier lugar deja de ser un infierno y se convierte en el
contexto de una vida digna» (Laudato si’, 149).
Encomiendo
a la intercesión de la Virgen Santa, Reina de cielo y tierra, estas jornadas de
estudio y de reflexión. Que su consejo y guía oriente sus decisiones en favor
de una ecología integral que proteja nuestra casa común y construya una
civilización cada vez más humana y solidaria. Por favor, les pido que recen por
mí; y ruego al Señor que los bendiga.
Vaticano,
12 de junio de 2017
FRANCISCO
Fuente:
Zenit