“El discípulo de Cristo no
es uno que se ha privado de algo esencial, es uno que ha encontrado mucho más:
ha encontrado la alegría plena que sólo el Señor puede donar”
En
sus palabras previas al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro hoy en el
Vaticano, el Papa Francisco aseguró que Cristo es “el tesoro escondido” que
llena nuestra vida de
significado.
Al
reflexionar sobre las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa, en el
capítulo 13 del Evangelio de Mateo, el Santo Padre dijo que Cristo es “el
tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento
fundamental, que puede dar un viraje decisivo a nuestra vida, llenándola de
significado”.
Estas
dos parábolas, destacó el Papa, “subrayan la decisión de los protagonistas de
vender toda cosa para obtener aquello que han descubierto”.
“En
el primer caso se trata de un campesino que casualmente se topa con un tesoro
escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo de su
propiedad, debe comprarlo si quiere entrar en posesión del tesoro: entonces
decide arriesgar todos sus haberes para no perder aquella ocasión de veras excepcional”,
recordó.
En
la segunda parábola, señaló, “encontramos un mercader de perlas preciosas; él,
como experto conocedor, ha descubierto una perla de gran valor. También él
decide apuntar todo en aquella perla, al punto de vender todas las otras”.
“Estas
semejanzas ponen en evidencia dos características concernientes el poseso de
Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. El Reino de Dios es ofrecido a
todos, pero no está puesto a disposición en una bandeja de plata, necesita un
dinamismo: se trata de buscar, caminar, ocuparse”, indicó.
Francisco
subrayó que “la actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar;
es necesario que el corazón arda del deseo de alcanzar el bien precioso, es
decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús”.
“Frente
al descubrimiento inesperado, tanto el campesino come el mercader se dan cuenta
que tienen delante una ocasión única que no deben dejarse escapar, por lo
tanto, venden todo aquello que poseen”, destacó.
El
Papa remarcó que “el valor inestimable del tesoro” implica para ambos
protagonistas de las parábolas “sacrificio, separaciones y renuncias”.
“Cuando
el tesoro y la perla han sido descubiertos, es decir, cuando hemos encontramos
al Señor, es necesario no dejar estéril este descubrimiento, sino sacrificarle
cualquier otra cosa”, dijo.
El
Santo Padre precisó que “no se trata de despreciar el resto, sino de
subordinarlo a Jesús, poniéndolo a Él en el primer lugar. La gracia en primer
lugar”.
“El
discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo esencial, es uno que ha
encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que sólo el Señor puede
donar. Es la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores
perdonados, del ladrón a quien se le abre la puerta del paraíso”.
Francisco
destacó que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de
aquellos que se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son
liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con
Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
El
Papa exhortó a descubrir “la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en
nuestra vida. Una presencia que transforma el corazón y nos abre a las
necesidades y a la acogida de los hermanos, especialmente de aquellos más
débiles”.
Al
finalizar su mensaje, el Santo Padre alentó a los fieles a pedir la intercesión
de la Virgen María “para que cada uno de nosotros sepa dar testimonio, con las
palabras y los gestos cotidianos, de la alegría de haber encontrado el tesoro
del Reino de Dios, es decir, el amor que el Padre nos ha donado mediante
Jesús”.
Fuente:
ACI Prensa