Asimismo, subrayó que el
mismo Jesús marcó el camino que se debe seguir, Él nos indica hacia dónde
debemos ir: "Venid a mí"
Durante
el rezo del Ángelus este domingo 9 de julio en la Plaza de San Pedro en el
Vaticano, el Papa Francisco animó a aquellos que tienen un peso en su
conciencia, “una zona oscura en su vida”,
que acudan a Jesús, que acudan “a un misionero de la misericordia, o junto a un
sacerdote”.
El
Santo Padre recordó las palabras del Evangelio del día en las que Jesús dice:
“Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, que yo os daré
consuelo”.
“El
Señor no se reserva esta frase para alguno de sus amigos –explicó Francisco–,
sino que la dirige a ‘todos’ aquellos que están cansados y oprimidos por la
vida. ¿Y quién puede sentirse excluido de esta invitación?”.
El
Pontífice recordó que “el Señor sabe cómo de dura puede llegar a ser la vida.
Sabe que hay muchas cosas que causan fatiga en el corazón: desilusiones y
heridas del pasado, pesos que hay que cargar y males que hay que soportar en el
presente, incertezas y preocupaciones por el futuro”.
“Ante
esto, la primera palabra de Jesús es una invitación a reaccionar, a moverse:
‘Venid’”. Sin embargo, lo natural en los hombres es caer en el error de la
inmovilidad: “El error, cuando las cosas van mal, es quedarse donde se está.
Parece evidente, pero ¡qué difícil es reaccionar y abrirse! No es fácil”.
El
Papa mostró comprensión sobre esa reacción humana, pero también advirtió del
peligro de no tratar de sobreponerse a ella: “En los momentos oscuros surge de
forma natural el encerrarse en uno mismo, dar vueltas sobre lo injusta que es
la vida, sobre la ingratitud de los demás o sobre lo malo que es el mundo”.
“Todos
nosotros alguna vez hemos sufrido esta fea experiencia. Así, cerrados dentro de
nosotros, lo vemos todo negro. Y entonces uno termina familiarizándose con la
tristeza, que se vuelve como de casa. Esa tristeza te prostra. ¡Qué cosa fea es
esta tristeza!”.
Por
el contrario, “Jesús quiere sacarnos de esas ‘arenas movedizas’, y por eso nos
dice: ‘¡Venid! ¡Tú! ¡Tú! ¡Tú!’. El camino para salir de uno mismo radica en el
relacionarse, en el tender la mano, en el alzar la mirada hacia aquel que nos
llama de verdad”.
Incluso,
el Obispo de Roma animó a ir más allá, ya que, “de hecho, no basta con salir de
uno mismo, es necesario saber hacia dónde queremos ir. Porque muchas metas son
ilusorias: prometen un poco de distracción y alivio, aseguran paz y diversión
para luego dejarnos en la misma soledad de antes. Son ‘fuegos artificiales’”.
Asimismo,
subrayó que el mismo Jesús marcó el camino que se debe seguir, Él “nos indica
hacia dónde debemos ir: ‘Venid a mí’”.
“En
muchas ocasiones, ante un peso de la vida una situación que nos duele,
intentamos hablar con alguien que nos escuche, con un amigo, un experto… Se
trata de algo bueno, pero no nos olvidemos de Jesús. No nos olvidemos de
abrirnos a Él y de contarle nuestra vida, de confiarle a nuestras personas y
nuestras situaciones. Tal vez existan zonas de nuestra vida que le podamos
abrir a Él y que permanecían oscuras porque no habían visto nunca la luz del
Señor”.
El
Papa concluyó insistiendo en que Jesús “os espera, no para resolver mágicamente
los problemas, sino para darnos fuerzas ante nuestros problemas. Jesús no nos
quita los pesos de la vida, sino las angustias del corazón, no nos quita
la cruz, sino
que la lleva junto con nosotros. Y con Él, cada peso resulta ligero, porque Él
es el Resucitado en el que creemos. Cuando Jesús entra en la vida, llega la
paz, esa paz que permanece incluso en las pruebas”.
“Vayamos
junto a Jesús, ofrezcámosle nuestro tiempo, encontrémonos con Él cada día en la
oración, en un diálogo confiado y personal, familiaricémonos con su Palabra,
redescubramos sin miedo su perdón, alimentémonos de su Pan de vida: nos
sentiremos queridos y consolados por Él”, concluyó.
Por Miguel Pérez
Pichel
Fuente:
ACI Prensa