La liturgia es vida, y no una idea para entender
El
Papa Francisco afirmó que, después de 50 años desde el Concilio
Vaticano II, “la reforma litúrgica es irreversible” y animó a
profundizar más en ella.
El
Santo Padre señaló que “todavía hay trabajo que hacer”, “para redescubrir los
motivos de las decisiones tomadas respecto a la reforma litúrgica, superando
lecturas infundadas y superficiales, recepciones parciales y prácticas que la
desfiguran”.
“No
se trata de repensar la reforma revisando las decisiones, sino de conocer mejor
las razones subyacentes, tanto por medio de la documentación histórica como de
la interiorización de los principios que la inspiraron, y de observar la
disciplina que la regula”.
Para
el Papa Francisco, “después de este magisterio y largo camino, podemos afirmar
que la reforma litúrgica es irreversible”.
En
un discurso pronunciado en el Aula Pablo VI del Vaticano con motivo de la
Semana Litúrgica Nacional que se celebra para conmemorar los 70 años del
nacimiento del Centro de Acción Litúrgica, Francisco recordó que el Concilio
Vaticano II y la reforma litúrgica “son dos eventos estrechamente relacionados”
y que la aplicación práctica de la reforma litúrgica aún está en proceso
“porque no basta con reformar los libros litúrgicos para renovar la
mentalidad”.
El
Santo padre recordó que “la responsabilidad de promover y custodiar la liturgia
está confiada al derecho de la Sede Apostólica y a los Obispos diocesanos”.
El
Santo padre reflexionó sobre algunos aspectos relacionados con el tema de la
Semana Litúrgica: “Una Liturgia viva para una Iglesia viva”.
“La
liturgia –señaló Francisco– está viva por la presencia viva de Aquel que
muriendo destruyó la muerte, y resucitando nos ha dado la vida.
Sin la presencia real del misterio de Cristo no hay vitalidad litúrgica. Al
igual que sin latido cardíaco no hay vida humana, sin el corazón latiente de
Cristo no existe acción litúrgica”.
El
Pontífice explicó que “aquello que define la liturgia es la actuación, mediante
los santos signos, de Jesucristo por medio del sacerdote, es decir, el
ofrecimiento de su vida hasta extender los brazos en la cruz,
con un sacerdocio constantemente presente por
medio de los ritos y oraciones, principalmente en su Cuerpo y en su Sangre,
pero también en la persona del mismo sacerdote, en la proclamación de la
Palabra de Dios, en la asamblea reunida en su nombre”.
De
entre los diferentes signos de la liturgia, el Santo Padre destacó la
importancia del altar, “signo de Cristo piedra viva descartada por los hombres,
pero convertida en piedra angular del edificio espiritual en el cual se ofrece
al Dios vivo el culto en espíritu y verdad”.
“Por
ello, el altar, lugar en el que en nuestras iglesias converge la atención, se
realiza la ofrenda, se unge con el crisma, se inciensa, se besa y se venera.
Hacia el altar se orienta la mirada de los orantes, del sacerdote y de los
fieles, convocados para la santa asamblea a su alrededor. Sobre el altar si
sitúa la ofrenda de la iglesia que el Espíritu consagra sacramento del
sacrificio de Cristo. Sobre el altar se ofrece el pan de la vida y el cáliz de
la salvación”, subrayó.
El
Obispo de Roma identificó la liturgia como patrimonio de todo el pueblo de
Dios, ya que “la liturgia la vive el pueblo de la Iglesia al completo. Por su
naturaleza, la liturgia es popular, no clerical, exigiendo una acción por el
pueblo, pero también del pueblo”.
En
la liturgia “se invoca a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los
pobres, a los jóvenes y a los ancianos, a los sanos y a los enfermos, a los
justos y a los pecadores. A imagen de la multitud inmensa que celebra la
liturgia en el santuario del cielo,
la asamblea litúrgica supera, en Cristo, cada frontera de edad, raza, lengua y
nación”.
“La
liturgia –continuó– es vida, y no una idea para entender. Nos lleva, de hecho,
a vivir una experiencia iniciática, es decir, transformadora del modo de
pensar, de comportarse, y no a enriquecer la propia bolsa de ideas sobre Dios”.
El
Papa finalizó su discurso señalando que “no podemos olvidar que la riqueza de
la Iglesia en oración, en cuanto que católica, va más allá del Rito Romano que,
si bien es el más extendido, no es el único. La armonía de las tradiciones
rituales de oriente y de Occidente, por la inspiración del mismo Espíritu, da
voz a la única Iglesia orante por Cristo, con Cristo y en Cristo, para gloria
del Padre y para la salvación del mundo”.
Fuente: ACI Prensa