Jesús no me dice que me arreglará los problemas,
pero sí que aliviará mi carga, mi cansancio, mi agobio: el peso lo lleva Él
A veces asocio a Dios con trabajo, con exigencia, con sacrificio,
con normas y prohibiciones, con algo serio y denso. Pero no es así. Jesús es mi
descanso. Él carga con mi carga. Estar con Él me libera de la carga.
Escucho esta afirmación de
Jesús y me relajo, estoy en casa, en mi hogar. Me pongo en zapatillas. Quiero
ir hasta Él. Me dice: “Venid a mí”. Me
gusta esta invitación.
Hay tanta gente que huye… Yo
mismo a veces huyo de compromisos, de
responsabilidades, de líos, de esfuerzos. Huyo de gente que demanda. Y
Jesús me dice que cuando esté cansado vaya a Él.
¿Estoy cansado y agobiado? ¿Por
qué? ¿Qué me inquieta? ¿No será que
quiero tener el control de todo?
Quiero aprender a descansar en
Jesús y a poner mi vida en sus manos. No
me dice que me arreglará los problemas, pero sí que aliviará mi carga, mi
cansancio, mi agobio. El peso lo
lleva Él. Ya lo cargó un día para siempre.
Y me gusta pensar que Dios es así. Él es mi descanso, mi roca, mi
hogar en una noche fría. Es mi puerto en la tormenta, mi camino en la
encrucijada. Es el lugar de mi abrazo, el pozo donde puedo beber.
Y no es una lista de deberes.
Mi carga es ligera, me dice Jesús. Pero a veces mi carga me pesa. Y a mi alrededor veo tantos hombres con
cargas pesadas. Le pido a Jesús que las tome, que llegue a ellos, para darles
fuerzas.
Le pido que se ponga debajo
para sostener, que los aliente, que los alivie. Le pido que mande ángeles humanos para consolar. Que me
ayude a mí para ser para otros descanso y alivio.
Creo que estoy en este mundo
para hacer lo que Jesús hacía: sostener y ayudar a llevar la carga. Eso es vivir
en Cristo. Sé que su yugo es llevadero y
su carga es ligera.
Jesús habla
de Dios. Eso lo hace siempre Él. Igual que María. Habla a los hombres del amor
de Dios. Les dice que en su amor está el amor de Dios Padre.
Es verdad. Su amor sin medida,
hasta el extremo. Su amor que se hace carne, incondicional, tierno, personal,
eterno. Su amor profundo, humano, vivo, cercano, paciente. Ese amor que perdona
mil veces y vuelve a creer. Ese amor que espera ante mi puerta. Ese amor que
sale a buscarme y me llama. Ese amor sólo puede ser de Dios.
Jesús y el Padre son uno y
Jesús se dedicó a revelar toda su vida, con palabras y con gestos, cómo es ese
amor de Dios por cada uno. Les habla con una ternura
impresionante.
Con la misma ternura con la que
ha hablado a su Padre les habla a sus amigos, a sus hijos: “Venid a mi todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo; y encontraréis vuestro
descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia