Entrevista
a experto teólogo: "Se han colado muchos abusos de poder de gente que se
creía iluminada y caen rápidamente en la manipulación, esto pasa cuando uno se
acerca a lo paranormal"
Arnaud
Join-Lambert, teólogo, enseña en la universidad de Lovaina, Bélgica. Tras haber
publicado en 2010 una obra sobre la EMI (experiencia de muerte
inminente), continúa interesándose en este fenómeno, a menudo muy positivo para
las personas que lo viven.
¿Qué
extraer de estas experiencias fuera de lo común sin desnaturalizarlas? ¿Qué
prudencia tener hacia ellas? Arnaud Join-Lambert privilegia una
aproximación teológica y universitaria. Aborda estos fenómenos en el contexto
preciso de la cultura occidental, en la que la teología cristiana está marcada
por el uso de la razón.
Usted
parece prudente frente a las “derivas” que las EMI pueden suscitar en relación
a la fe o al uso que se puede hacer de ellas para el acompañamiento de las
personas al final de la vida. Entre otros, respecto a los que extraen una
teoría sobre la muerte, como Elisabeth Kübler-Ross, Marie de Hennezel y el
padre Monbourquette. ¿Por qué?
Hace
más de 40 años que las EMI entraron en la cultura contemporánea. Hay lo que yo
llamo una especie de “pecado original” en este ámbito, ciertamente involuntario
al principio pero que continúa transmitiéndose.
Me
explico. Cuando Raymond Moody (médico autor de La vida después de la
vida) recopiló su centenar de historias, constató elementos recurrentes.
Entonces él reconstruyó una historia tipo, que se ha convertido en la
referencia de las EMI.
Todas
habían sido vividas positivamente, lo que también orientó los primeros escritos
sobre el tema. Como había elementos en común, eso equivalía a una especie de
prueba.
Algunos
autores, también conocidos como los que usted cita, han permanecido en el
registro de la prueba, típica de los años 1970 y 1980.
Sin
embargo, miles de historias han modificado esta receta tipo de Moody, hasta
reducir los elementos comunes a muy pocos. Conviene por tanto ser un
mínimo prudente si uno se aventura en la utilización de estas
historias. Me parece peligroso extraer “recetas” para “morir bien”.
Los
testimonios de EMI no paran de aumentar. Algunos evocan conocimientos
adquiridos en su experiencia, como la reencarnación de su alma en muchas
épocas, o una “misión” que habrían cumplido en la tierra. Algunos vuelven
incluso con facultades que no tenían antes: capacidad de curación por energías,
telepatía, visión de ángeles en la tierra,… ¿Qué piensa usted o qué piensa la
Iglesia de ello?
Las
EMI complejas de las que usted habla son bastante raras, en relación a las EMI
“simples” que se resumen en una experiencia de salida del cuerpo, una
impresión de calor o a veces de frío, de alegría o más raramente de terror, la
visión o el reencuentro de personas conocidas o de figuras religiosas y una
vuelta a la conciencia más o menos bien vivida.
Las
investigaciones científicas en neurociencias, actualmente las más eficientes
sobre las EMI, por ejemplo las del Coma Science Group de la
Universidad de Lieja, se centran en los elementos simples y los más comunes.
Las
experiencias que usted relata pueden pasar en estado consciente, en periodos de
trances o en una experiencia mística. En mi opinión, hay que considerarlas de
la misma manera, sin valor añadido por la pérdida de conciencia y la situación
de EMI. En este caso la Iglesia católica, así como las demás Iglesias, es muy
prudente, incluso desconfiada.
Usted
expresa una reserva respecto a la prueba de la existencia de un más allá
aportada por estas experiencias, y escribe: “No es imposible considerar una EMI
como un mensaje particular para una persona, incluso un grupo, pero una
IME no prueba nada respecto a un más allá. Que la muerte sea un paso hacia un
más allá sigue siendo un acto de fe”. ¿Hay una manera de clasificar las EMI
en otro ámbito que en el del paso de la vida a la muerte?
Siempre
existe la tentación de considerar las EMI como pruebas de algo. Yo insisto en
decir que son verdaderas experiencias que marcan profundamente a las
personas. La dificultad está en pasar de lo indecible de una
experiencia única, y totalmente subjetiva, a una historia hecha de palabras
comprensibles para otro.
Las
EMI son claramente vividas en situación de muerte, pero las personas no están
muertas, como ellas explican. Se podría por tanto imaginar que este fenómeno
está en el momento de la muerte porque no hay nada más. Un ateo no tendría
problemas con las EMI, ni un creyente tampoco. Así es un punto en que
creyentes y ateos se reencuentran unidos y necesitados frente a esta
experiencia.
Las
EMI, como usted ha destacado, sirven a algunos creyentes, protestantes o
católicos, para moralizar a los que no están en el buen camino o que no creen
en el juicio final, como las experiencias negativas de las que hablan personas
que han intentado suicidarse. ¿Esto es un peligro? ¿Una manera de integrar
teológicamente estas experiencias?
Una
vez más, es el discurso sobre el registro de la prueba el que plantea
problemas. En un testimonio muy difundido, una mujer explica cómo se encontró
con las almas de los fetos abortados que clamaban justicia. Cualquiera puede
entender que este tipo de argumento moral, justificado por la supuesta
exactitud (en sentido científico) de todo lo que ella vio, plantea problemas.
No
sé si hay que hablar de peligro, pero me parece que la fe cristiana es
desnaturalizada no por estas historias, sino por su utilización.
Si
las EMI son reconocidas como experiencias espirituales personales, signos de
esperanza para “la vida después de la vida”, llegas pronto a la virtud de la
esperanza, tan querida por Charles Péguy. ¿Al final la fe y la esperanza son más
importantes que el conocimiento?
No
se puede impedir que alguien exponga un saber recibido durante una EMI. Esto
supondrá siempre un valor para él o ella. Si se quiere salir de este aspecto
individualista, hay que pensar de otra manera.
Yo
veo una certeza con las EMI: las personas que las han vivido deben ser
escuchadas y acompañadas. Una experiencia tan fuerte no deja indemne y lo
primero que hay que hacer es darle crédito.
Para
un cristiano que escucha una historia así, será siempre con la fe como él verá un
signo de esperanza o una advertencia para la persona o para sí
mismo. Pueden darse aquí momentos muy bonitos de intercambio, de
los que la persona que ha tenido la experiencia y la persona que escucha salen
enriquecidos.
Entonces
en estos testimonios, ¿qué es compatible con la fe cristiana y qué no lo es?
Es
muy difícil responder a una pregunta así. Antes, yo apelaría a la prudencia
ante las interpretaciones de las historias. Me parece que se han colado
muchos abusos de poder de gente que se creía iluminada y caen rápidamente en la
manipulación. Esto pasa cuando uno se acerca a lo paranormal.
Sin
embargo las EMI no me parecen en el plano de lo paranormal. Uno se encuentra en
lo inexplicable, que lo biomédico explora a duras penas.
Las
ciencias del lenguaje pueden contribuir mucho a comprender cómo se construye la
historia, pero no lo que fue la experiencia como tal.
Para
responder a todo ello, los criterios tradicionales de la Iglesia son útiles: el
contenido de la experiencia y los frutos o efectos sobre la persona.
En
otras palabras, visiones muy fantasiosas o contrarias a la tradición bíblica,
espiritual y teológica se dejan de lado. Y si la persona sale transformada para
bien, modifica su manera de vivir o sencillamente experimenta un profundo bienestar,
entonces uno no puede menos que alegrarse con ella y dar gracias a Dios.
LOUISE
ALMÉRAS
Fuente: Aleteia