Estadounidense,
universitario, de origen judío, Roy Schoeman experimentó una conversión en dos
fases, y el papel de la Virgen María fue determinante
Roy
Schoeman nació en 1951 en una familia judía ortodoxa huida de la Alemania nazi.
De joven era bastante religioso, pero a medida que creció, su fervor religioso
disminuyó hasta perder “la alegría” de la oración y “el contacto” con Dios. Esa
alegría, dice, “se había vuelto un recuerdo abstracto, y me había sumergido
casi completamente en los caminos del mundo”.
“Al
perder contacto con Dios, también perdí el sentido de propósito y dirección en
mi vida. En cada disyuntiva escogía el camino de menor resistencia, el camino
que a los ojos del mundo constituía el éxito”.
“Caí en el cielo”
Sin
embargo, en cada etapa de su vida, un sentimiento de “vacío” impedía que el
joven Roy encontrara una felicidad completa con su éxito. Cuanto más avanza,
más se siente “interiormente abrumado”. Busca entonces alivio en los paseos, y
es durante uno de esos paseos que Dios le ciega con su luz. Así lo relata en su
libro-testimonio La Salvación viene de los judíos:
“Fue
en una de estas caminatas que recibí la gracia más especial de mi vida. (…)
Estaba caminando por la playa, (…) solitario, junto a las aves que cantaban
antes de que el resto del mundo despertara, cuando, a falta de mejores
palabras, ‘caí en el cielo’. Me sentí, casi consciente y físicamente en la
presencia de Dios. Vi pasar mi vida frente a mí, viéndola como si estuviera
repasándola en la presencia de Dios después de la muerte. Vi todo lo que me
agradaría y todo lo que me pesaría de mí mismo”.
“Me
di cuenta en un instante, que el significado y el propósito de mi vida era amar
y servir a mi Señor y Dios. Vi cómo Su amor me envolvía y me sostenía en cada
momento de mi existencia. Vi cómo cada cosa que hacía tenía un contenido moral,
para bien o para mal, y conllevaba una importancia muchísimo mayor de lo que me
hubiese imaginado”.
Segunda “gracia”
A
toda pregunta que se plantea Roy, recibe una respuesta. Con una excepción, y de
gran importancia para él: ¿cuál es el nombre de este Dios que se le ha revelado?
¿Es Buda? ¿Es Krishna? Independientemente del Dios, está dispuesto a hacerse
budista o hinduista para servirle y venerarle. Pregunta al Señor que le revele
su nombre, con la esperanza de que no le responda “Jesucristo” y que tenga que
hacerse cristiano: un claro rechazo fundado en “un sentimiento de que el
cristianismo era el ‘enemigo’, la perversión del judaísmo, la causa de
sufrimiento de los judíos durante dos mil años”.
Roy
no obtuvo respuesta aquel día, cosa que interpretará más tarde como una profunda
señal de “respeto” del Señor a su rechazo a conocerle. Dios quiere dejarle
descubrir solo que se trata de Él. Y Schoeman se pone manos a la obra: dedica
su tiempo libre a buscar a “ese” Dios, en sus caminatas, sus lecturas, pidiendo
consejo a expertos en “experiencias místicas”…
Un
año más tarde, en la misma fecha, recibe en sueños la segunda y “extraordinaria
gracia” de su vida; al despertar se “sentía completamente enamorado de la
Santísima Virgen María”. Fue en sueños, admite, pero “cuando me quedé dormido
sabía muy poco de lo que era el cristianismo y tampoco profesaba simpatía
alguna por él”, subrayó.
El
“sueño” de Roy Schoeman fue así:
“Fui
conducido a una habitación y se me concedió una audiencia con la joven más
bella que jamás hubiese podido imaginar. Sin cruzar palabra, sabía que era la
Santísima Virgen María. Ella estuvo de acuerdo en contestar cualquier pregunta
que le hiciera; recuerdo que me encontraba allí, barajando en mi mente varias
posibles preguntas, y haciéndole cuatro o cinco de ellas. Me las contestó;
entonces me habló por varios minutos y luego terminó la audiencia”.
“Mis
recuerdos y mi sensación de lo sucedido son como si aquello hubiese sucedido
estando completamente despierto. Recuerdo todos los detalles, incluyendo
naturalmente las preguntas y las respuestas; pero nada se compara con lo más
bello de aquella vivencia: el sentimiento de éxtasis que experimenté al estar
en presencia de Ella, en la pureza e intensidad de su amor”.
Hacia la meta
Desde
entonces Roy supo que el Dios que se le había revelado durante su paseo era
Cristo. Pero no conocía prácticamente nada del cristianismo, ni siquiera sabía
diferenciar entre católicos y protestantes. Así que probó con una “incursión”
en el protestantismo, pero cuando habló del “tema de María con el pastor, su
rechazo hacia ella” le hizo abandonar el lugar.
Decidió
entonces pasar un tiempo en los santuarios marianos, en especial los de Nuestra
Señora de La Salette en Ipswich, Massachusetts, y luego en los lugares
originales de la aparición en los Alpes franceses. Su amor por María y su sed
de la Eucaristía, que descubrió al mismo tiempo, fueron como “una brújula hacia
mi meta”.
Roy
Schoeman fue bautizado algunos años más tarde, en 1992.
Las
citas de Roy Schoeman fueron extraídas para el artículo original francés del
sitio web Marie de Nazareth.
Isabelle Cousturié
Fuente: Aleteia