Palabras
del Papa ayer durante la audiencia general
“Toda
vocación comienza con un encuentro personal con Jesús, que nos llena de inmensa
alegría. El Señor no quiere que lo sigamos sin ganas, sino con el corazón lleno
de gozo, y esa felicidad de estar con él es la que evangeliza el mundo”,
explicó Francisco el 30 de agosto, en su catequesis 32 sobre la esperanza
cristiana, que tituló: “La memoria de la vocación reaviva la esperanza”.
El
obispo de Roma afirma que “los primeros discípulos de Jesús recordaban de forma
nítida el momento de su llamada”, que Juan y Andrés escucharon cómo su maestro
Juan el Bautista decía de Jesús: “Ese es el Cordero de Dios”. “Esta fue la
chispa que dio comienzo a su historia de seguimiento –dijo-. Ellos comenzaron a
estar con él y muy pronto se transformaron en misioneros, haciendo que sus
hermanos Simón y Santiago también siguieran a Jesús”.
El
Sucesor en la Cátedra de Pedro se preguntó entonces, “¿cómo podemos descubrir
nuestra vocación? Se puede hallar de muchas formas, pero toda vocación, ya sea
al matrimonio, al sacerdocio o a la vida consagrada, comienza con un encuentro
personal con Jesús, que nos llena de inmensa alegría”. Y exhortó: “Los animo a
que se acuerden de ese primer encuentro con Jesús en sus vidas, para que puedan
reavivar ese fuego de amor, que los invita a seguirle con alegría y que es
llama de esperanza”.
“El
Señor no quiere hombres y mujeres que caminen tras Él de mala gana, sin tener
en el corazón el viento de la alegría. Jesús quiere personas que han
experimentado que estar con Él da una felicidad inmensa, que se puede renovar
cada día de la vida. Un discípulo del Reino de Dios que no sea alegre no
evangeliza este mundo. Uno se hace predicador de Jesús no afinando las armas de
la retórica, sino guardando en los ojos el brillo de la verdadera felicidad”.
“No
hagamos caso a las personas desilusionadas e infelices; no escuchemos a quienes
recomiendan cínicamente que no alberguemos esperanzas en la vida; no nos fiemos
de quienes apagan al nacer todo entusiasmo, diciendo que ninguna empresa vale
el sacrificio de toda una vida; no escuchemos a los ‘viejos’ de corazón que
sofocan la euforia juvenil. Cultivemos en cambio sanas utopías: Dios nos quiere
cauces de soñar como Él y con Él, mientras caminamos bien atentos a la
realidad. Soñar un mundo distinto. Y si un sueño se apaga, volver a soñarlo de
nuevo, volviendo con esperanza a la memoria de los orígenes.
Radio Vaticano
Aleteia