A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903
Giuseppe
Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835
en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista
Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su
madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal.
Luego
de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por
parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual
estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de
ida y vuelta diariamente.
En
1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la
Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus
estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado
sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que
asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e
inválido.
Buscó
perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de
Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela
nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente
predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros
pueblos.
En
1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis
de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y
mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su
habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su
abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una
gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos.
En
1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre
ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y
vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas
recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue
elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de
Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de
Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del
clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y,
durante un año, teología moral.
Deseaba
seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes
más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el
Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de
la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano.
Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La
Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei
Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en
Salzano.
En
el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal,
con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres
días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras
tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue
obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva
diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur,
reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de
Austria.
Este
asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a
manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que
fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes
creció a treinta. Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder,
y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de
Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al
Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada
por ninguna objeción contra la persona de Sarto.
En
Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había
hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró
establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo
diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de
Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las
parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas
doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente
a ellas.
El
Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo
Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San
Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que
dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII,
los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones,
Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles.
Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.
En
su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de
trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in
Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la
defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también
se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción
frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr.
S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la
obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o
incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906).
Finalmente,
mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la
Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que
alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso
Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de
los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados.
El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a
María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto
con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la
Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad.
Fuera
como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre
un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903,
un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó
que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso
que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo
la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril
15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se
limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando
para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas
para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas
públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo
para la Diócesis de Roma.
Como
obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de
acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano
(Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la
ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de
que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor
frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina
eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran
visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de
estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como
las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios
respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es
común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios,
pequeños y deficientes, fueron cerrados.
Para
una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la
Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones
concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal
procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una
causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de
su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes
consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el
clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de
organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.
Pero
por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de
la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de
San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos
nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza
suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva,
absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una
crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del
Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili”
(llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones
modernistas fueron condenadas.
La mayor parte de estas se referían a las
Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles,
mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del
Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907,
apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del
Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en
relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y
disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe
tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir
eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión.
Entre
las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de
“censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”.
Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la
atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido
establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación,
y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes
enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero
regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un
juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados
en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”.
Pío
X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas
que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San
Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo
Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la
vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba
fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía
inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en
consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el
Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.
Una
necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la
intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una
congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en
cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico
de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de
cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las
modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los
matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para
las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana
(Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908).
Anteriormente,
las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían
sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida
a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la
completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras
que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor
precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se
dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5).
Con
respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente
por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la
Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno
(conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio,
con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la
Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares
recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente
los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero
secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio;
de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían
ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los
Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia
debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las
otras Congregaciones.
Fuente:
ACI