Dios no cambia, es el ser humano quien cambia
¿Dios es inmutable? Sí, veamos
algunos textos bíblicos:
“Yo soy el que soy”
(Ex 3,14).
“He aquí que me ha
tocado bendecir; bendeciré y no me retractaré” (Nm 23, 20).
“El plan de Yahveh
subsiste para siempre, los propósitos de su corazón por todas las edades” (Sal
33, 11).
“Ellos perecen, mas
tú quedas,…Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años” (Sal 102 (101),
27-28).
“Que yo, Yahveh, no
cambio, y vosotros, hijos de Jacob, no termináis nunca”(M 3, 6).
“Si somos infieles,
él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (2 Tm 2, 13).
“Ellos perecerán,
mas tú permaneces;…Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin” (Hb 1, 12).
“Toda dádiva buena y
todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien
no hay cambio ni sombra de variación” (St 1, 17).
Dios es inmutable,
pero hay que saber entender en qué consiste su inmutabilidad o su
inalterabilidad. Cuando decimos que Dios es inmutable o que no se inmuta no
estamos hablando de sentimientos humanos y menos aún de
indiferencia, por ejemplo, con respecto al acontecer humano, sino
de que Dios eternamente será el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8).
“No es Dios un
hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Es que él dice y
no hace, habla y no lo mantiene?” (Nm 23, 19)
En Dios no hay
ningún cambio o transformación o variación o algo por el estilo. Dios es inmutable
en su esencia, en sus atributos y en sus propósitos.
Él, siendo 3 veces
santo, no puede desviarse a lo que es malo ni Él, quien es la fuente de luz,
puede ser la causa de la oscuridad, “porque Dios ni es tentado por el mal ni
tienta (al mal) a nadie (St1, 13). La Biblia es clara en que Dios no cambia en
su forma de ser, “pensar”, ni en su voluntad o naturaleza.
¿Y por qué Dios es inmutable?
Es imposible que
Dios cambie, porque si cambiara dejaría de ser Dios. Dios es inmutable por
varios motivos, especialmente porque este atributo está interrelacionado con
los demás atributos.
Miremos sólo cuatro
interrelaciones:
1.- La inmutabilidad
divina está interrelacionada con su omnisciencia. Cuando alguna
persona, en un sentido u otro, cambia su manera de actuar o su forma de pensar
e, incluso, su manera de ser generalmente es por tres motivos: porque ha
aprendido algo o porque le ha llegado alguna nueva información, o porque alguna
circunstancia lo ha hecho cambiar. Estas variables exigen en las personas
alguna actitud o acción diferente. Como Dios es omnisciente, Él no puede
‘aprender’ cosas nuevas que lo hagan cambiar o modifiquen su esencia.
2.- La inmutabilidad
de Dios está ligada a su perfección. Si algo
cambia ha debido cambiar forzosamente por algo, algunas cosas cambian para bien
(si lo que llega, faltaba) y otras para mal (si algo que era necesario, se
pierde). Pero como Dios es perfecto Él no necesita nada nuevo ni nada le sobra,
ni nada puede perder; en caso contrario no sería Dios. Por lo tanto, Él no
puede cambiar en ningún sentido.
3.- La inmutabilidad
de Dios también está vinculada a su eternidad. Si algo cambia,
cambia en el tiempo, y el cambio se realiza en un orden cronológico: hay un
antes y hay un después. Debe haber un momento antes del cambio y un momento
después del mismo. Los cambios se realizan en el tiempo, cosa que no es posible
en Dios, quien es eterno y existe fuera de los límites del tiempo.
4.- La inmutabilidad
de Dios también está relacionada con su impasibilidad, pero hay que
saber entender este atributo. Humanamente hablando, la impasibilidad es la
capacidad que tiene alguien para impedir que un estímulo o una impresión
externos altere su estado de ánimo.
Una persona
impasible no se altera o se perturba o muestra emoción alguna ante algo que
produciría turbación o desencadenaría alguna emoción. Lastimosamente la impasibilidad
tiene, por una errada interpretación, una connotación negativa pues se le
relaciona con la indiferencia o con la insensibilidad o con la apatía o con la
inacción.
En Dios la
impasibilidad no significa inacción o desinterés o algo que se le parezca: que
Dios sea inmutable o impasible no significa, por ejemplo, que sea algo inerte,
inactivo o estático, o como una piedra.
Dios no cambia, es
el ser humano quien cambia; el ser humano siempre será mutable. Nuestras
decisiones, propósitos y acciones dependen de las circunstancias, nuestro
carácter es endeble, y nuestras emociones cambian constantemente.
Dios es inmutable,
no se inmuta ni en sus atributos ni en sus propósitos y promesas: ya sea, por
ejemplo, en el caso de salvar o condenar. Es decir, Él nunca dejará de ser
quien es. Si Dios es inmutable será siempre el mismo, todos sus atributos serán
siempre los mismos. Dios, en relación con el ser humano, siempre será, entre
otras cosas, imparcial, justo y misericordioso.
Si el hombre
permanece en su pecado, y peor aún, en un pecado creciente, Dios aplicará su
justicia; pero si el hombre se convierte, comenzando por el arrepentimiento, Él
aplicará su misericordia. Por lo tanto, no es Dios el que cambia, sino es el
ser humano quien cambia en su ser y en su manera de relacionarse con Dios.
En consecuencia la
inmutabilidad de Dios es como una espada de doble filo: así como su
misericordia puede causar confianza, igualmente su justicia puede infundir
inquietud o temor. ¿Por qué? Porque si Dios es justo y ha prometido ejercer su
justicia ‘castigando’ (sabiendo entender este castigar) al malvado por causa de
su pecado, entonces Él cumplirá lo prometido y no habrá segundas oportunidades
en el día del Juicio.
Y, por el contrario,
si Dios ha prometido perdonar a todo aquel que ponga su confianza en Él, con
todo lo que esto implica, entonces tengamos la certeza de que lo hará y que la
vida eterna podrá ser una certeza.
Ahora bien, si Dios
es puro espíritu, como bien dijo Jesús (Jn. 4, 24), ¿por qué encontramos textos
en los que se le pone sentimientos humanos a Dios como, por ejemplo, cuando se
dice que “le pesó a Yahvéh de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó
en su corazón” (Gn6, 6).
Pero aquí como
siempre es necesario entender el tipo de lenguaje que se usa para no
distorsionar lo que los autores de la Biblia querían transmitir.
Cuando la Sagrada
Escritura dice que Dios se ‘arrepintió’ o ‘le pesó’, no se refiere a que Dios
haya querido, por ejemplo, anular su creación por ira o que su
‘arrepentimiento’ sea igual al arrepentimiento que experimenta el ser humano
cuando yerra o peca, como si Dios se hubiera equivocado en sus propósitos.
Dios no es un ser
humano para arrepentirse. Cuando la Biblia usa ese lenguaje para hablar de
Dios, lo que comunica, según el ejemplo antes citado, es que a Dios le
desagrada el pecado del hombre, no estará nunca de acuerdo con el pecado. Así
que, teniendo esto como contexto, se puede entender mejor qué es lo que un
determinado texto bíblico quiere comunicar.
La Sagrada Escritura
le atribuye a Dios algunas emociones humanas, lo que se conoce con el término
antropopatía y también algunas cualidades humanas al utilizar un lenguaje
antropomórfico.
La Biblia nos presenta a Dios con elementos que nos son familiares
utilizando un lenguaje muy humano para comprender, en medio de nuestras
limitaciones humanas, quién es Dios y no tanto para hacer una descripción literal de cómo
sea Él en su naturaleza divina.
Todo lo que podamos
‘hablar’ de Dios son meros intentos de aproximación a la realidad de Dios,
realidad que nos sobrepasa y que nunca lograremos encapsular en nuestra
inteligencia pues nuestro lenguaje y nuestros esquemas mentales son limitados.
Henry Vargas Holguín
Fuente:
Aleteia