El cardenal de Florencia
se convirtió en un punto de referencia para quien buscaba ayuda
El
Papa Francisco ha reconocido oficialmente las virtudes heroicas del cardenal
Elia Dalla Costa (1872- 1961), arzobispo de Florencia, quien organizó una red
de salvación de judíos en Italia central en plena Segunda Guerra Mundial. Para
ello contó con la ayuda del vencedor del Tour de Francia, Gino Bartali
El
reconocimiento pontificio a Elia Dalla Costa, que tuvo lugar en semanas
pasadas, ha servido para dar a conocer fuera de Italia esta figura que recibió,
en 2012, el título de “justo entre las naciones” por el instituto Yad Vashem de
Jerusalén “por haber ofrecido refugio a más de 100 judíos italianos y a 220
extranjeros”.
La
decisión del Papa constituye un paso decisivo en el reconocimiento público de
la santidad de quien fue arzobispo de Florencia de 1931 a 1958. Ahora, para su
beatificación, será necesario demostrar la existencia de un milagro (una
curación científicamente inexplicable), atribuido a su intercesión.
La
investigación llevada a cabo por Yad Vashem, con la que el mundo judío expresa
su gratitud a quien puso a riesgo su propia vida para salvar a judíos durante
la persecución nazi, sirvió para descubrir la red que desarrolló el cardenal
para dar refugio a los perseguidos.
El
papel de Elia Dalla Costa fue particularmente importante tras la detención del
rabino jefe de Florencia, Nathan Cassuto (quien moriría en Auschwitz) junto a
toda la red clandestina de ayuda organizada por la comunidad judía, en noviembre
de 1943.
A
partir de ese momento, el cardenal de Florencia se convirtió en un punto
de referencia para quien buscaba ayuda.
Entre
los testimonios recogidos por Yad Vashem, se encuentra el de la señora Lya
Quitt, quien recordó cómo, tras huir de Francia a Florencia a inicios de
septiembre de 1943, fue llevada precisamente al arzobispado, donde pasó la
noche junto a otros judíos allí acogidos. Al día siguiente fue acogida en uno
de los conventos que en la ciudad de Florencia abrieron las puertas a los judíos
por indicación del arzobispo.
El
instituto de Jerusalén cita también el testimonio de Giorgio La Pira, quien se
convertiría después de la Segunda Guerra Mundial en alcalde de Florencia.
Reveló que “el motor de esta actividad de amor de Dalla Costa consistía en
salvar al mayor número posible de hermanos”.
Con la ayuda del campeón
Gino Bartali
Para
ayudar a los perseguidos, el cardenal necesitaba darles documentos falsos,
que producían los frailes franciscanos en la ciudad de Asís, a unos 180
kilómetros de distancia.
Ahora
bien, en tiempos de ocupación nazi, se había convertido en algo muy arriesgado
transportar esos documentos. El cardenal había recibido testimonios de personas
contra quienes dispararon los soldados en los puestos de control por tratar de
ayudar a judíos.
El
purpurado tuvo entonces una idea genial: había alguien que sería capaz de
saltarse los controles de ejército y policía. Se trataba de Gino Bartali, quien
había ganado el Tour de Francia en 1938, así como el Giro de Italia en 1936 y 1937.
Ningún
militar se atrevería a registrar al mayor deportista de Italia mientras
entrenaba con su bicicleta.
El
cardenal llamó a Bartali para hacerle una petición: llevar dentro de los tubos
de su bicicleta los documentos falsos entre Asís y Florencia. El purpurado
sabía muy bien que de este modo tanto él como sobre todo Bartali estaban
arriesgando la vida.
Bartali,
profundamente católico, aceptó la misión que le confió su arzobispo. Ambos
lograron salvar muchas vidas humanas, motivo por el cual también Bartali
ha sido reconocido como “justo entre las naciones”.
Jesús Colina
Fuente:
Aleteia