Un Ave María bien rezado
nos da más gracias que mil recitados sin reflexión
Millones
de católicos rezan frecuentemente el Ave María. A veces de prisa, sin siquiera
pensar en las palabras que están diciendo. Este texto nos ayudará a rezar el
Ave María con más fervor y más consciencia de su profundidad.
Un
Ave María bien rezado llena el corazón de Nuestra Señora de alegría y nos
concede grandes gracias. Un Ave María bien rezado nos da más gracias que mil
recitados sin reflexión.
El
Ave María es una mina de oro de la que podemos siempre sacar y nunca se agota.
¿Es difícil rezar el Ave María? Lo único que tenemos que hacer es saber su
valor y comprender su significado.
San
Jerónimo nos dice que “las verdades que contiene el Ave María son tan
sublimes, tan maravillosas, que ningún hombre o ángel podrían comprenderlas
completamente”.
Santo
Tomás de Aquino, príncipe de los teólogos, “el más sabio de los santos y el más
santo de los sabios”, como lo llamó León XIII, predicó sobre el Ave María
durante 40 días en Roma, inflamando los corazones de éxtasis.
El
erudito jesuita Suárez declaró que, al morir, cambiaría de buen grado todos los
libros que había escrito, todas las obras que había realizado, por el mérito de
un único Ave María rezado devotamente.
Santa
Matilde, que amaba mucho a la Virgen, se esforzó un día para componer una bella
oración en su honor. La Virgen se le apareció con estas letras doradas en su
pecho: “Ave María, llena de gracia”. Y le dijo: “Hija mía, ninguna oración que
pudieras componer me daría la alegría que me da el Ave María”.
Una
vez, Nuestro Señor le pidió a san Francisco que le diera algo. El santo
respondió: “Señor, no te puedo dar nada que no te haya dado ya: todo mi amor”.
Jesús sonrió y le dijo: “Francisco, dame todo de nuevo, y me darás la misma
alegría”. De la misma forma, nuestra querida Madre recibe cada Ave María
que le ofrecemos con la misma alegría con la que oyó ese saludo de boca del
arcángel Gabriel el día de la Anunciación, cuando ella se volvió la Madre del
Hijo de Dios.
San
Bernardo y muchos otros santos enfatizaron que María jamás se rehusó a oír las
oraciones de sus hijos en la tierra. ¿Por qué, a veces, no abrazamos estas
verdades consoladoras? ¿Por qué rechazamos el amor y el consuelo que la dulce
Madre de Dios nos ofrece?
Hugh
Lammer fue un dedicado protestante que predicaba con fuerza contra la Iglesia
católica. Un día, él encontró una explicación del Ave María y quedó tan
encantado que empezó a rezarlo todos los días. Toda su aversión anticatólica
fue desapareciendo a partir de entonces. Én no sólo se convirtió: sino que se
volvió sacerdote y profesor de Teología en Breslavia.
Se
cuentan muchas historias semejantes a ésta: un sacerdote está al lado de la
cama de un hombre moribundo y desesperado a causa de sus pecados y su falta de
fe. El hombre se rehusa a confesarse. Como último recurso, el sacerdote lo
ayuda a rezar por lo menos el Ave María. Poco a poco, el pobre hombre hace una
sincera confesión y muere en la gracia de Dios.
Santa
Gertrudis nos dice en su libro “Revelaciones” que, cuando agradecemos a Dios
por las gracias que Él le ha dado a cualquier santo, nos volvemos partícipes de
esas mismas gracias. Ahora, ¿qué gracias entonces no recibimos cuando rezamos
el Ave María agradeciendo a Dios por todas las gracias extraordinarias que Él
concedió a su santa Madre bendita?
“Un
Ave María dicho sin fervor sensible, pero con un deseo genuino en un momento de
aridez, tiene mucho más valor que un rosario entero recitado en medio de la
consolación”, le dijo Nuestra Señora a la hermana Benigna Consolata
Ferrero.
Por
el blog O Segredo do Rosário
Aleteia Brasil