La
Fundación EUK Mamie-HM Televisión ha entrevistado al sacerdote Agustín Ntumba Mulumba,
de la diócesis de Luebo, en la República Democrática del Congo, especialmente
castigada por las revueltas y la persecución religiosa que asolan el país desde
principios de año
El sacerdote entrevistado Agustín Ntumba Mulumba |
La
República Democrática del Congo vive desde el mes de febrero una situación
política muy inestable, que ha desembocado en una auténtica persecución
contra la Iglesia católica.
El
país, en el que el 95 % de la población es cristiana y el 52 % católica,
atraviesa por dificultades políticas: hay elecciones pendientes desde diciembre
de 2016 y el presidente Jospeh Kabila incluso fue a ver al Papa Francisco para
pedir la ayuda de la Iglesia en beneficio del diálogo en el país.
«Pero
los políticos no se pusieron de acuerdo y hubo revueltas. Se empezó a atacar a
las parroquias, y se culpó a la Iglesia del fracaso de las negociaciones«,
cuenta a la Fundación EUK Mamie-HM Televisión el sacerdote
congoleño Agustín Ntumba Mulumba. «Hubo ataques y muchos vinieron a buscar
refugio en nuestras parroquias.
Se
atacó a todas las instituciones y edificios de la Iglesia, y son los fieles los
que están pagando el mayor precio, porque no pueden beneficiarse de la Santa
Eucaristía. Se quemaron iglesias, incluso el obispado, y lo quemaron
también. Buscaron al obispo, pero gracias a Dios no estaba. Se pusieron sus
casullas, y mataron a uno de sus colaboradores, decapitándolo en presencia de
su mujer».
Agustín
cuenta también que «el Seminario también fue atacado, y quemaron todo. Era el
mes de febrero, y desde ese día los seminaristas se dispersaron y se refugiaron
con sus familias, o en casas de feligreses…, lo están pasando muy mal».
Asimismo, los
sacerdotes tuvieron que dejar sus casas, algunos en el mismo momento en que
fueron a por ellos: «Gracias a Dios han podido huir todos, como han podido.
Algunos han pasado días sin comer… No pueden volver, porque no hay nada. Los
que están escondidos no pueden celebrar la Eucaristía abiertamente. La Semana
Santa solo se pudo celebrar en tres o cuatro parroquias», lamenta Agustín.
Pero
los congoleños no pierden la fe: «Hablé por teléfono con mi obispo –relata el
sacerdote– y me dijo que estábamos ante una prueba, para ver si amamos de
verdad a Dios; y que tenemos que pedir perdón a Dios por todas estas personas.
En realidad no saben lo que están haciendo. Y para nosotros tenemos que
pedir que Dios nos haga fuertes y que nos ayude a salir de todo esto, porque
los feligreses nos necesitan.
La
Iglesia trabaja mucho en la educación, y por los huérfanos, por el desarrollo
de la gente. Por eso destruir la vida de la Iglesia es destruir la vida de
la población. Tenemos que ser fuertes para poder volver a hacer cosas en
beneficio de la población».
La
sonrisa no abandona sin embargo el rostro de Agustín, que afirma orgulloso que
«han destruido todo, pero no han destruido nuestra fe. Tenemos que ser fuertes,
y pedir al Señor la fuerza para salir adelante».
J.L.V.D-M.
Fuente:
Alfa y Omega