Homilía hoy en Casa Santa
Marta
En
estos tiempos en que los medios de comunicación nos informan sobre “tantas
calamidades, tantas injusticias”, que conciernen en particular a los niños,
elevamos una oración “fuerte” a Dios para que convierta el corazón de los
hombres: que conozcan al Señor y “no adoren al dios del dinero”. Lo dijo el
papa Francisco en la homilía de la misa de la mañana en la Casa Santa Marta.
El
Evangelio de Lucas de hoy, habla de la parábola del hombre rico en que el
dinero – subraya Francisco – “es su dios”, y nos lleva a reflexionar sobre la
banalidad de apoyarse en los bienes terrenales, subrayando que el verdadero
tesoro radica en la relación con el Señor.
Frente
a la abundancia de su historia, ese hombre no se detiene: piensa en ampliar sus
propios almacenes, y “en su fantasía” explica el pontífice, “alargar la vida”:
se centra en tomar “más bienes, hasta la náusea”, sin conocer la “saciedad”: entra,
por lo tanto, enfatiza Francisco, “en ese movimiento del consumismo
exacerbado”.
“Es
Dios quien pone el límite a este apego al dinero. Cuando el hombre se vuelve
esclavo del dinero. Y esta no es una fábula que Jesús se inventa: es la
realidad. Es la realidad de hoy. Es la realidad de hoy. Muchos hombres que
viven para adorar el dinero, para hacer del dinero el propio dios. Hay muchas
personas que viven sólo para esto y la vida no tiene sentido. ‘Esto es lo que
sucede al que acumula riquezas para sí – dice el Señor – y no es rico a los
ojos de Dios’: no sabe qué es ser rico a los ojos de Dios”.
El
Papa cita un episodio que sucedió hace años en Argentina – en “la otra
diócesis”, como le gusta definir Buenos Aires – cuando un rico empresario,
aunque sabía que estaba gravemente enfermo, compró testarudamente una mansión
sin pensar en cambio que pronto se presentaría “frente a Dios”. Y también hoy
hay personas hambrientas de dinero y bienes terrenales, gente que tiene
“muchísimo”, frente a “niños hambrientos que no tienen medicinas, que no tienen
educación, que están abandonados”: se trata, no duda en decir Francisco, de
“una idolatría que mata”, que hace “sacrificios humanos”.
“Esta
idolatría hace morir de hambre a mucha gente. Pensemos sólo en un caso: en los
200 mil niños rohingya en los campos de prófugos. Ahí hay 800 mil personas. 200
mil son niños. Apenas tienen qué comer, están desnutridos, sin medicinas.
También hoy sucede lo mismo. No es algo que el Señor dice de aquellos tiempos:
no. ¡Hoy! Y nuestra oración debe ser fuerte: Señor, por favor, toca el corazón
de estas personas que adoran al dios, el dios del dinero. Toca también mi
corazón para que no caiga en eso, que sepa ver”.
Otra
“consecuencia”, prosigue el pontífice, es la guerra. Incluso esa “de familia”.
“Todos
conocemos lo que pasa cuando está en juego una herencia: las familias se
dividen y terminan odiándose, unos a los otros. El Señor subraya con suavidad,
al final: ‘Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico
a los ojos de Dios’. Es el único camino. La riqueza, pero en Dios. Y no es un
desprecio por el dinero, no. Es precisamente la avaricia, como dice Él: la
avaricia. Vivir apegados al dios dinero”.
Es
por eso, concluye, que nuestra oración debe ser fuerte, buscando en Dios la
base sólida de nuestra existencia.
Por
Giada Aquilino
Radio
Vaticano
Fuente: Aleteia