Misa del Papa el segundo
viernes de octubre de 2017
“La
mundanidad sólo se comprende dónde está y se la destruye ante la Cruz del
Señor. Esta es la finalidad del Crucifijo ante nosotros”.
En
la misa que el Papa ha celebrado en la Casa de Santa Marta el segundo viernes
de octubre, ha reflexionado con el Evangelio de San Lucas propuesto por la
liturgia del día en que Jesús dice: “Si yo echo los demonios con el dedo de
Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes”.
El
Papa ha indicado que la mundanidad “sólo se comprende dónde está y se la
destruye ante la Cruz del Señor”. Esta es la finalidad del Crucifijo ante
nosotros: no es un ornamento; es precisamente lo que nos salva de estos
encantamientos, de estas seducciones que te llevan a la mundanidad.
El
Pontífice ha exhortado a realizar un examen de conciencia, a las obras de
caridad, “aquellas que cuestan”, pero que “nos conducirán a estar más atentos”
y vigilantes para que no entren personajes “astutos”, es decir los demonios, y
explicó que el Señor “pide ser vigilantes” para no caer en la tentación. Por
esta razón, el cristiano está siempre “en vela, vigila, está atento”, como un
“centinela”.
“Vigilar
significa comprender qué cosa pasa en mi corazón, significa detenerme un poco y
examinar mi vida. ¿Mi vida es cristiana o es mundana?”, ha dicho el Papa esta
mañana en Santa Marta.
Sólo
Cristo crucificado nos salvará de los demonios que nos hacen “resbalar
lentamente hacia la mundanidad”, salvándonos también de la “necedad” – de la
que habla San Pablo a los Gálatas – y “de la seducción”.
Así,
el Papa recordó que el Evangelio presenta la lucha entre Jesús y el demonio, a
la vez que “algunos” decían que Cristo tenía el “permiso de Belcebú” para echar
a los demonios, y ha explicado el peligro de los demonios que “entran
silenciosamente”: “Comienzan a formar parte de la vida. Incluso con sus
ideas y sus inspiraciones, ayudan a aquel hombre a vivir mejor… y entran en la
vida del hombre, entran en su corazón y desde dentro comienzan a cambiar a ese
hombre, pero tranquilamente, sin hacer ruido. Es diverso, este modo es diverso
del de la posesión diabólica que es fuerte: ésta es una posesión diabólica un
poco ‘de salón’, digamos así. Y esto es lo que el diablo hace lentamente en
nuestra vida, para cambiar los criterios, para llevarnos a la mundanidad. Se
mimetiza en nuestro modo de actuar y nosotros, difícilmente nos damos cuenta de
esto”.
La
mundanidad, por otra parte, es “un paso hacia adelante en la ‘posesión’ del
demonio”, añadió el Santo Padre. Es un “encantamiento”, es la “seducción”.
Porque él es el “padre de la seducción”. Y cuando el demonio entra “tan
suavemente, educadamente y toma posesión de nuestras actitudes” – explicó –
nuestros valores “van del servicio de Dios a la mundanidad”. Así se convierte
en “cristianos tibios, cristianos mundanos”, con una “mezcla” – que el Papa
definió un “popurrí” – entre “el espíritu del mundo y el espíritu de Dios”.
Todo esto “aleja del Señor” – agregó – y reafirmó el tema de la “vigilancia”,
sin “asustarse” y con “calma”.
“Examinar mi vida”
“Vigilar
significa comprender qué cosa pasa en mi corazón, significa detenerme un poco y
examinar mi vida. ¿Soy cristiano? ¿Educo más o menos bien a mis hijos? ¿Mi vida
es cristiana o es mundana? Y ¿cómo se puede comprender esto? La misma receta de
Pablo: mirar a Cristo crucificado. La mundanidad sólo se comprende dónde está y
se la destruye ante la Cruz del Señor. Esta es la finalidad del Crucifijo ante
nosotros: no es un ornamento; es precisamente lo que nos salva de estos
encantamientos, de estas seducciones que te llevan a la mundanidad”.
Al
final de la homilía, el Papa ha propuesto que nos preguntemos “si miramos a
Cristo crucificado”, si hacemos “el Vía Crucis para ver el precio de la
salvación” no sólo de los pecados “sino también de la mundanidad”.
“Después,
como dije, el examen de conciencia, qué cosa sucede. Pero siempre ante Cristo
crucificado. La oración. Y después, hará bien hacerse una fractura, pero no en
los huesos: una fractura en las actitudes cómodas: las obras de caridad. Yo soy
cómodo, pero haré esto, que me cuesta. Visitar a un enfermo, ayudar a alguien
que tiene necesidad… no sé, una obra de caridad. Y esto rompe la armonía que
trata de hacer este demonio, estos siete demonios con el jefe, para hacer la
mundanidad espiritual”.
ROSA
DIE ALCOLEA
Fuente:
Zenit