¿Qué momento y lugar
escoger? ¿Qué palabras usar?
La oración es un encuentro personal y
verdadero de amor fiel. Esto te renueva, te cambia, te da vida. Todo lo demás
sobra.
Claves para orar
1. La oración es expresión de vida
interior, y esta consiste en dirigir
las potencias del alma (memoria, inteligencia y voluntad) y las facultades de
la misma (conocer y amar) al Espíritu Santo, que mora en
nuestro interior, y así relacionarnos con Dios Padre y Dios hijo.
2. ¿Cuánto tiempo orar? Más vale calidad que cantidad,
en forma y tiempo. Por ejemplo, más valen cinco minutos bien hechos a dos horas
en las que se haga de todo menos oración.
3. La persona que no ha orado o que no
está habituada a hacerlo no puede pretender en un
primer momento pasar horas postrada ante el Señor. Hay que comenzar por algo.
4. ¿Qué ‘decirle’ a Dios? Hablar con Dios
como con un amigo. Dios como Padre nos ama, pero es a la vez nuestro más fiel y
mejor amigo. No usar
palabras rebuscadas, ser espontáneos.
5. ¿En qué momento? Dios, de manera
ideal, concreta y real, te espera en el sagrario y por esto en cualquier momento se puede ir, pero si estás en otro
lugar basta que dispongas tu corazón, pues “cercano esta Yahvéh de aquellos que
le invocan, de todos los que le invocan con verdad” (Sal 145, 18). Orar ante el
Santísimo Sacramento es como hablar de tú a tú con la persona querida y orar al
Señor en otro lugar es, si se me permite la comparación, como hablar con la
persona querida vía teléfono móvil.
6. Cuando hacemos oración necesitamos
centrarnos, concentrarnos.
Para concentrarnos tenemos que ayudarnos eligiendo lo más conveniente en cuanto
ambiente, hora, lugar,
postura, etc. Y para concentrarnos debemos disciplinarnos.
7. Cuanto más se hace oración, más se
facilita la concentración y más se forma el hábito del recogimiento.
8. Si se quiere centrar toda la atención
en Dios y hay estímulos que atraen y distraen (verse atraído
por otra cosa que te atrae con más fuerza) se necesita imponer la voluntad y hacer lo que se quiere hacer.
9. El silencio es importante.
10. Saber ignorar las inevitables distracciones que pretenden que abandonemos la
oración. Cuando algo nos distraiga o desconcentre no darle importancia alguna.
Hay que ignorar la distracción de la manera más serena y retomar el hilo de la
meditación o contemplación a través de un diálogo con Dios muy natural, así sin
más. “Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón:
La distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado…”
(Catecismo, 2729).
HENRY VARGAS HOLGUÍN
Fuente:
Aleteia