Salgo de mí mismo para no perderme por los caminos
que no deseo. Acepto que las cosas no sean como yo quiero
Jesús me invita a caminar por la vida
llevado de su mano. Me
conduce con su paso rápido y ligero porque su carga es liviana. Quiere que lo
deje todo por amor a Él. Lo que me da seguridad. Lo que me pesa. Quiere que
renuncie incluso a mis deseos más profundos por un amor más grande. Quiere que
busque mi seguridad sólo en Él.
Hoy escucho: Te
llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y
no hay otro; fuera de mí, no hay dios. No hay otro Dios fuera
de Él.
A veces busco el dios del poder,
del dinero, del éxito. Todo lo oriento persiguiendo a esos dioses fugaces e
inciertos. Pero no soy feliz. Ni cuando los busco. Ni cuando los retengo con
mano firme pensando que durarán siempre. No es lo que me da paz. No es lo que
me llena de verdad.
Puede ser que no sepa bien lo
que Dios me pide. Con frecuencia no distingo el camino correcto ni sé la forma
cómo quiere que actúe.
Pero sí sé que quiere que esté a
su lado en medio de la tormenta y aprenda a caminar por sus caminos cuando nada
parezca claro. Quiere que confíe y aprenda a vivir tranquilo en la
incertidumbre. Aunque no pueda controlarlo todo.
A menudo tengo miedo del poder
de los hombres. Me asustan el odio y la mentira que crea ese deseo enfermizo
por ser poderoso, en esa lucha por marcar el rumbo de los caminos, el destino
de los hombres.
A veces no sé siquiera manejar
el pequeño poder que tengo. Es tan difícil ser justo, amar desde el poder,
permanecer humilde. ¡Qué fácil despreciar al que tiene menos poder!
Decía Jean Vanier: A
veces, aquellos de nosotros que tenemos más poder, más dinero, más tiempo o más
conocimientos nos inclinamos ante quienes tienen menos poder, menos
conocimiento o menos riqueza; hay un movimiento desde lo superior a lo inferior.
Así lo hizo Jesús. Desde su
poder se hizo impotente. Se abajo y pasó por uno de tantos. No hizo alarde de
su fortaleza.
A mí me cuesta renunciar a mi
poder y descender sobre el que nada puede. Me escondo en mis poderes. No
renuncio. Incluso el poder de la mentira me vale.
¡Cuánto poder puede tener la
mentira que asumo como verdadera! Confundo muchas cosas en mi alma. Y me
convenzo de estar haciendo lo que Dios me pide cuando tal vez sólo hago lo que
yo deseo. No lo sé muy bien.
Me
abrazo al Dios de mi historia que me hizo un día dejarlo todo para seguir sus
pasos. Por amor.
Yo lo sigo. Tal vez tengo que aprender a vivir más en las profundidades de mi
alma para conocer bien lo que hay dentro de mis mares. Y dejar de lado esas
superficies de mis pasos donde no descanso.
Allí en lo hondo sé que es donde
puedo encontrarme con Dios escondido en los pliegues de mi alma. Tengo tantos
deseos de hacer bien las cosas. Quiero construir un mundo nuevo, lleno de paz y
esperanzas.
Me gustaría unir los lazos
rotos. Sanar las heridas profundas causadas por el odio, estando yo herido. Me
gustaría calmar la ira que surge muy dentro de los hombres, desde mi propia
rabia pacificada. Someter las mentiras que se confunden con verdades,
renunciando a mis propias mentiras. Levantar puentes en medio de vidas rotas
cuando hay tantas barreras elevadas hacia al cielo que me impiden el paso.
Quiero
salvar a los que están perdidos y no encuentran el rumbo. Quiero saber lo que
Dios me pide a mí, sin compararme con otros, sin vivir ansiando ese poder que yo no
tengo. Por eso elijo la verdad y no la mentira como estilo de vida.
Opto por lo que construye,
dejando de lado la violencia que me mata. Me abajo desde mi poder para
acercarme al que no es poderoso. Desde arriba desciendo hacia abajo. Aunque en
verdad no hay arriba ni abajo, sólo somos hombres
en camino.
Quiero sembrar un mundo más
humano a mi alrededor. Construir caminos de paz mientras el mundo viaja a la
deriva en medio de guerras. Entre el ego personal que confunde las miradas
elijo el amor al otro que siempre es un descenso de las alturas. Elijo el amor
que es servicio y entrega.
Salgo
de mí mismo para no perderme por los caminos que no deseo. Acepto que las cosas
no sean como yo quiero.
Quizá otros tengan más razón que yo y su postura sea más verdadera.
Decido vivir seguro en medio de
las incertidumbres que no controlo. Esas que me duelen tanto y me hacen temer
por lo que aún no sucede. Quiero elegir la verdad siempre. Quiero que Jesús me
enseñe cómo se ama. Que sea de verdad mi maestro.
Decía el P. Kentenich: Nadie
puede quitar el idealismo a quien trabaje en su propia purificación. Él
experimentará en sí mismo el poder de las ideas de la verdad y del bien [1].
Quiero que Jesús me enseñe la
verdad de mi vida y así no perder nunca mi idealismo. La verdad del camino que
me manda seguir. Si me esfuerzo por amar la verdad y el bien en mi interior.
Dios me dará la gracia de vivir en la verdad. Es el camino que deseo seguir.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia