El difícil proceso de construir la paz y la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los derechos humanos
Poco después de las 17.00, hora local de Myanmar, el Papa Francisco se dirigió – en el International Convention Center de Nay Pyi Taw – a las autoridades del Gobierno, a la sociedad civil y al Cuerpo Diplomático. Ante todo, el Pontífice expresó su viva gratitud por la amable invitación para visitar el país y agradeció a la Señora Consejera de Estado sus cordiales palabras.
Poco después de las 17.00, hora local de Myanmar, el Papa Francisco se dirigió – en el International Convention Center de Nay Pyi Taw – a las autoridades del Gobierno, a la sociedad civil y al Cuerpo Diplomático. Ante todo, el Pontífice expresó su viva gratitud por la amable invitación para visitar el país y agradeció a la Señora Consejera de Estado sus cordiales palabras.
Texto
del discurso del Santo Padre Francisco a las autoridades del Gobierno, a
la sociedad civil y al Cuerpo Diplomático
Señora
Consejera de Estado, excelentísimos miembros del Gobierno y Autoridades
Civiles, señor Cardenal, venerados Hermanos en el Episcopado, distinguidos
miembros del Cuerpo Diplomático, señoras y señores:
Deseo
expresar mi viva gratitud por la amable invitación para visitar Myanmar y
agradezco a la Señora Consejera de Estado sus cordiales palabras.
Doy
las gracias de corazón a todos aquellos que han trabajado incansablemente para
hacer posible esta visita. He venido especialmente para rezar con la pequeña
pero ferviente comunidad católica de esta nación, para confirmarla en la fe y
alentarla a seguir contribuyendo al bien del País. Estoy muy contento de que mi
visita se realice tras el establecimiento de relaciones diplomáticas formales
entre Myanmar y la Santa Sede. Quiero ver esta decisión como una señal del
compromiso de la nación para continuar buscando el diálogo y la cooperación
constructiva dentro de la comunidad internacional, así como también para seguir
esforzándose en renovar el tejido de la sociedad civil.
Quisiera
además en esta visita llegar a toda la población de Myanmar y ofrecer una
palabra de aliento a todos aquellos que están trabajando para construir un
orden social justo, reconciliado e inclusivo.
Myanmar
ha sido bendecido con el don de una belleza extraordinaria y de numerosos
recursos naturales, pero su mayor tesoro es sin duda su gente, que ha sufrido y
sigue sufriendo a causa de los conflictos civiles y de las hostilidades que
durante demasiado tiempo han creado profundas divisiones.
Ahora
que la nación está trabajando por restaurar la paz, la curación de estas
heridas ha de ser una prioridad política y espiritual fundamental. Quiero
expresar mi agradecimiento al Gobierno por los esfuerzos para afrontar este
desafío, de modo particular a través de la Conferencia de Paz de Panglong, que
reúne a representantes de los diversos grupos con el objetivo de poner fin a la
violencia, generar confianza y garantizar el respeto de los derechos de quienes
consideran esta tierra como su hogar.
En
efecto, el difícil proceso de construir la paz y la reconciliación nacional
sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los
derechos humanos. La sabiduría de los antiguos ha definido la justicia como la
voluntad de reconocer a cada uno lo que le es debido, mientras que los antiguos
profetas la consideraban como la base de una paz verdadera y duradera. Estas
intuiciones, confirmadas por la trágica experiencia de dos guerras mundiales, condujeron
a la creación de las Naciones Unidas y a la Declaración Universal de los
Derechos Humanos como fundamento de los esfuerzos de la comunidad internacional
para promover la justicia, la paz y el desarrollo humano en todo el mundo y
para resolver los conflictos ya no con el uso de la fuerza, sino a través del
diálogo.
En
este sentido, la presencia del Cuerpo Diplomático entre nosotros testimonia no
sólo el lugar que ocupa Myanmar entre las naciones, sino también el compromiso
del país por mantener y aplicar estos principios fundamentales. El futuro de
Myanmar debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los
derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y
su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que
permita a cada individuo y a cada grupo – sin excluir a nadie – ofrecer
su contribución legítima al bien común.
En
la gran tarea de reconciliación e integración nacional, las comunidades
religiosas de Myanmar tienen un papel privilegiado que desempeñar. Las
diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino
más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia
construcción de la nación.
Las
religiones pueden jugar un papel importante en la cicatrización de heridas
emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos
años de conflicto. Inspirándose en esos valores profundamente arraigados,
pueden contribuir también a erradicar las causas del conflicto, a construir
puentes de diálogo, a buscar la justicia y ser una voz profética en favor de
los que sufren.
Es
un gran signo de esperanza el que los líderes de las diversas tradiciones
religiosas de este país, con espíritu de armonía y de respeto mutuo, se esfuercen
en trabajar juntos en favor de la paz, para ayudar a los pobres y educar en los
auténticos valores humanos y religiosos. Al tratar de construir una cultura del
encuentro y la solidaridad, contribuyen al bien común y sientan las bases
morales indispensables en vistas de un futuro de esperanza y prosperidad para
las generaciones futuras.
Ese
futuro está todavía en manos de los jóvenes de la nación. Ellos son un regalo
que hay que apreciar y alentar, una inversión que producirá un fruto abundante
si se les ofrecen oportunidades reales de empleo y una educación de calidad.
Esta es una exigencia urgente de justicia intergeneracional.
El
futuro de Myanmar, en un mundo interconectado y en rápida evolución, dependerá
de la formación de sus jóvenes, no sólo en el campo de la técnica, sino sobre
todo en los valores éticos de la honestidad, la integridad y la solidaridad
humana, que aseguran la consolidación de la democracia y el aumento de la
unidad y la paz en todos los niveles de la sociedad.
La
justicia intergeneracional también exige que las generaciones futuras reciban
en herencia un entorno natural que no esté contaminado por la codicia y la
rapacería humana. Es esencial que no se les robe a nuestros jóvenes la
esperanza y la posibilidad de emplear su idealismo y su talento en remodelar el
futuro de su país, es más, de toda la familia humana.
Señora
Consejera de Estado, queridos amigos: En estos días, me gustaría alentar a mis
hermanos y hermanas católicos a perseverar en su fe y a seguir anunciando su
mensaje de reconciliación y fraternidad a través de obras de caridad y
humanitarias, que beneficien a toda la sociedad en su conjunto. Espero que, en
cooperación respetuosa con los seguidores de otras religiones y de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, contribuyan a abrir una nueva era de
concordia y progreso para los pueblos de esta querida nación. Larga vida a
Myanmar. Les agradezco su atención y, con los mejores deseos por su servicio al
bien común, invoco sobre ustedes los dones celestiales de sabiduría, fortaleza
y paz.
De María Fernanda
Bernasconi, SpC
Radio
Vaticano