El fuego eterno no es nada
comparado a este angustioso elemento
Una
imagen común del Infierno nos ofrece una visión de las almas ardiendo vivas
durante toda la eternidad. Sin embargo, esta imagen es solo el primero de los
motivos por el que nuestras almas deberían temer la condenación eterna.
Una
de las descripciones más populares del Infierno viene del Catecismo
Romano del Concilio de Trento. Aquí, el Infierno es descrito como “el
infierno de los condenados (Lc. 16,22.), o gehena (Mt. 5,22.), o abismo (Apoc.
9,11.), que es aquella cárcel horrible donde son atormentadas las almas de los
que murieron en pecado mortal, juntamente con los espíritus infernales”.
Esta imagen particular del Infierno es probable que derivara de las palabras de Jesús en el Evangelio: “Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible” (Marcos 9, 43).
En
términos bíblicos, Gehenna es el nombre griego de un valle al
suroeste de Jerusalén. Es un lugar donde se realizaban sacrificios paganos,
incluyendo niños quemados en sacrificio. En tiempos de Jesús, era un vertedero
donde se quemaban desechos constantemente. Por tanto, el Infierno se asocia con
un lugar de fuego y dolor perpetuo.
Sin
embargo, aunque el Catecismo de la Iglesia Católica confirma el
Infierno como un lugar de “fuego eterno”, también destaca el mayor de todos los
castigos.
La
enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las
almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos
inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el
fuego eterno’. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna
de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para
las que ha sido creado y a las que aspira. (CIC 1035)
Cuando
sor Lucía de Fátima tuvo una visión del Infierno, señaló que las almas allí no
solo sufrían un gran dolor, sino una inmensa “desesperación”. El Infierno es un
lugar de total desolación, un lugar solitario que es cualquier cosa menos una
“fiesta de pecadores”.
Dante
escribió sobre este tema en su Inferno. En contraste con un lugar de
puro fuego, lo describe como un lago de hielo. En particular, Satán está
hundido hasta la cintura en hielo y es visto llorando.
El
emperador del doloroso reino
del medio pecho salía fuera de la helada,
(…)
del medio pecho salía fuera de la helada,
(…)
Con
sus seis ojos lloraba, y por sus tres mentones
caía el llanto y la sangrienta baba.
caía el llanto y la sangrienta baba.
(Canto
XXXIV)
En
vez de un lugar llameante, aquí aparece como reino de tinieblas, frío y
desesperación. Estas imágenes de Dante muestran la realidad de la separación
eterna de Dios y la resultante soledad extrema.
La
separación de la fuente de toda luz y amor debe ser aterradora.
Implica una eternidad de soledad, lejos de la humanidad y de todo lo que es
verdadero, bueno y hermoso. El Infierno es lo opuesto al Paraíso, donde los
benditos experimentan comunión, alegría, amor y amistad eternos. Las “llamas”
del Infierno no son nada en comparación a esta terrible realidad.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia