Un congreso en Roma
explora el sentido del trabajo a 500 años de la Reforma Protestante
Javier
López Díaz, profesor de Teología en la Universidad de la Santa Cruz (Roma), es
el alma del congreso que se celebró en Roma. Le hemos preguntado por
la ética protestante y el trabajo, por la visión del Opus Dei sobre “santificar
el trabajo” y por las diferencias entre la concepción católica y la protestante
de la vida laboral.
Está
en la Biblia. Jesús era artesano (Marcos 6, 3). San Pablo escribe: “El que no
quiera trabajar, que no coma” (2 Tesalonicenses 3, 10) y él mismo trabajaba
como fabricante de tiendas (Hechos 18, 3). Los Padres de la Iglesia hablan
bastante del trabajo, por ejemplo san Juan Crisóstomo. Lo que pasa es que
durante siglos se ha olvidado que el trabajo se puede convertir en oración.
Esto es santificar el trabajo, lo que predica san Josemaría Escrivá, fundador
del Opus Dei. Desde luego, su enseñanza ha influido en la vida de la Iglesia.
El
Catecismo, recogiendo la doctrina del Concilio Vaticano II, dice que “El
trabajo puede ser un medio de santificación” (n. 2427), que es lo que san
Josemaría predicaba desde muchos años antes. El Espíritu Santo se sirve de los
santos para enriquecer la vida de la Iglesia.
La ética protestante está
muy relacionada con el trabajo. ¿Por qué?
Eso
lo dice Weber. Algunos están de acuerdo, otros estudiosos lo han criticado
fuertemente. Desde luego, Lutero afirmaba que el trabajo es vocación del
hombre, porque así aparece en la Biblia. Dios creó al hombre “para que
trabajara”, afirma el Génesis (2,15). Por eso forma parte importante de la
ética protestante. Pero la ética cristiana en el trabajo no se reduce a cumplir
el deber de trabajar y a seguir unas reglas. Es preciso poner en práctica las
virtudes empapadas por la caridad, que requiere la paciencia, servicio a los
demás, amabilidad, dedicación a la familia… Esto lo ha puesto de relieve el
papa Francisco en un capítulo memorable del documento titulado “Amoris
laetitia”, la alegría del amor. La ética protestante no le da la misma
importancia.
¿En qué difieren el
marxismo y su concepción del trabajo y la visión cristiana?
En
la visión cristiana, el trabajo se ordena al bien del hombre, de cada persona
(Gaudium et spes, 35). En el marxismo es más bien al revés. La persona cuenta
poco. Lo que cuenta es edificar una sociedad futura sin clases y la persona y
su trabajo sólo son instrumentos. Para un cristiano, la persona es un fin, no
un medio que se pueda instrumentalizar para lograr otra cosa.
¿Hay diferencias notables
entre la comprensión del trabajo en clave católica y en clave protestante?
Una
diferencia de relieve es que para un católico el trabajo bien hecho se puede
santificar, convertir en oración, y entonces hace crecer en santidad. Para un
luterano, las obras, por buenas que sean, no santifican a quien las realiza.
San
Josemaría hablaba de “santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y
santificar con el trabajo”. Naturalmente, el que santifica es Dios, pero
el cristiano puede cooperar. Me parece que la grandeza del trabajo se advierte
aquí más que en la visión de Lutero.
El trabajo hace libres,
decía la siniestra verja de Auschwitch. Y algunos de los que la pusieron eran
de origen cristiano.
Los
nazis no tenían nada de cristianos. En lo que se refiere a la religión, eran
unos renegados de la fe de sus abuelos. Y la verja de Auschwitz era una
profanación de dos santas palabras: trabajo y libertad. Los nazis no trataban a
las personas como personas, ni valoraban su trabajo ni querían su libertad.
¿Se ha sobredimensionado
el trabajo en este mundo regido por el capitalismo salvaje? Hay mucha gente que
no tiene ni un día de descanso.
Algunos
no tienen ni un día de descanso y otros no tienen trabajo. A unos se les
explota y a otros se les margina. En los dos casos no se les trata como
personas, como hijos de Dios. Cuando se vuelve la espalda a Dios se vuelve
también al hombre. Dice el Concilio Vaticano II que “por el olvido de Dios la
propia criatura queda oscurecida” (Gaudium et spes, 36).
¿Qué nos dice la Biblia y
especialmente Jesús sobre el trabajo?
Dice
nada menos que el trabajo es una prolongación del poder creador de Dios,
quien ha creado el mundo y ha dado el hombre el encargo de perfeccionarlo. ¿Le
parece poco? Las cosas se han torcido por el pecado, pero el mismo Dios hecho
hombre, Jesucristo, ha dedicado la mayor parte de su vida terrena a trabajar.
“Así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra
maduración” (Francisco, Laudato si’, 98). Y así nos ha redimido. Ya en Nazaret”
estaba realizando la redención del género humano”. Por eso, “el hombre no debe
limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor,
manifiesta el amor, se ordena al amor” (Es Cristo que pasa, 14 y 48).
Miriam Díez Bosch
Fuente:
Aleteia