Organizar Misas para los
vivos es un significativo acto de caridad
En
los tiempos de los Macabeos (Antiguo Testamento) los líderes del pueblo de
Israel afirmaban la eficiencia de las oraciones ofrecidas por los
muertos para que aquellos que habían partido de esta vida, encuentren el
perdón por sus pecados y la esperanza de la resurrección eterna (ver 2 Mac 12, 43-46).
En
el Nuevo Testamento hay varios pasajes que indican un proceso de
purificación después de la muerte. Por ejemplo cuando Jesucristo declara “Y
quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel
que hable una palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este
mundo ni en el que vendrá” (Mt 12, 32). Habla de un perdón o no perdón
posterior a esta vida.
La
Tradición de la Iglesia, que se remonta hasta los primeros años del cristianismo,
confirma la creencia en el Purgatorio y la conveniencia de orar por nuestros
difuntos.
El
testimonio de la Tradición llega hasta nosotros por una triple vía:
1) La costumbre
de orar por los difuntos en los actos litúrgicos y de forma privada.
2) Los
escritos patrísticos y los santos hablan de la existencia de las penas del
purgatorio.
3) Los
testimonios arqueológicos como epitafios e inscripciones funerarias, en
ellos se manifiesta la fe en una purificación posterior a esta vida.
En
las catacumbas o cementerios de los primeros cristianos, hay aún esculpidas
muchas oraciones primitivas, lo que demuestra que los cristianos de los
primeros siglos ya oraban por sus muertos.
Los
primeros misioneros que evangelizaron América introdujeron la costumbre, aún
presente en muchos lugares, de rezar una Novena en la que los familiares se
congregan para acompañar a los deudos y ofrecen a Dios oraciones por el
difunto. También la Iglesia, desde tiempo antiguo, introdujo la costumbre de
celebrar el día 2 de noviembre dedicado a los difuntos, día en el que los
católicos vamos a los cementerios y, junto con llevar flores, elevamos una
oración por nuestros seres queridos. La Iglesia Católica observa esta costumbre
en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los
fieles difuntos, no ofrecería por ellas el sacrificio a Dios. Según
nuestra fe católica, se pueden ofrecer oraciones, sacrificios y Misas por los
muertos, para que sus almas sean purificadas de sus pecados y puedan entrar
cuanto antes a la gloria a gozar de la presencia divina.
Y
¿Por qué esperar a que alguien muera para celebrar Misa por él? En los
velatorios, no es raro escuchar a alguien comentar con remordimiento que
hubiera estado mejor si todas las flores en la habitación se hubieran mandado a
las personas mientras estaban vivas, y es una gran verdad. Pero lo mismo
podríamos decir de las Misas de difuntos.
Hacer
el esfuerzo de organizar Misas para los vivos es un significativo acto de
caridad y, puesto que la Misa es el acto de oración más poderoso en el que
podamos participar para rogar por otra persona, es un profundo acto de
misericordia, independientemente de qué edad tenga o en donde esté. Es
bueno mandar celebrar Misas para los vivos, amigos y familiares, incluso
extraños de los que has oído hablar o sobre los que has leído y que estén
pasando por un mal momento o se encuentran en medio de una tragedia. Esto es un
acto de amor para con ellos.
Por:
Monseñor Jorge De los Santos