“La Misa empieza con la
señal de la Cruz”
“Por
favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde
cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es
tener cómo protección la cruz de Jesús”, ha invitado Francisco en la audiencia
general: “La Misa empieza con la señal de la Cruz”.
El
Santo Padre Francisco ha ofrecido hoy, 20 de diciembre de 2017, en la audiencia
general la 5ª catequesis sobre la Eucaristía titulada “Ritos introductorios”,
que ha pronunciado ante miles de fieles y visitantes de Italia y otros países
en el Aula Pablo VI, del Palacio Apostólico Vaticano.
A
continuación, sigue el texto de la catequesis del Papa Francisco:
Catequesis del Papa
Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy
me gustaría entrar en el corazón de la celebración eucarística. La misa se
compone de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia
eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de
culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano,
28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la
celebración, por lo tanto, es un cuerpo único y no puede separarse pero
para una mejor comprensión trataré de explicar sus diversos momentos, cada uno
de los cuales es capaz de tocar e involucrar una dimensión de nuestra humanidad.
Es necesario conocer estos signos santos para vivir plenamente la misa y
saborear toda su belleza.
Cuando
el pueblo está reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios,
que comprenden la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo- “El
Señor esté con vosotros”, “La paz sea con vosotros”- , el acto penitencial, “Yo
confieso”, donde pedimos perdón por nuestros pecados, el Señor, ten piedad el
Gloria y la oración de colecta: se llama “oración de colecta” no porque se
efectúe la colecta monetaria: es la colecta de las intenciones de oración de
todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al
cielo como oración. Su propósito, el de estos ritos de introducción, es “hacer
que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan
debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la
Eucaristía.” (Instrucción general del Misal Romano, 46). No es una buena
costumbre mirar el reloj y decir: “Llego a tiempo, llego después del sermón y
así cumplo el precepto”. La misa empieza con la señal de la cruz, con estos
ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y
por eso es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para
preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.
Habitualmente
durante el canto de entrada, el sacerdote con los otros ministros llega en
procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, como
signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué?
Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando miramos al altar,
miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que
corren el riesgo de pasar desapercibidos, son muy significativos, porque
expresan desde el principio que la Misa es un encuentro de amor con Cristo, que
“con la inmolación de su cuerpo en la cruz […] quiso ser al mismo tiempo
sacerdote, víctima y altar” (Prefacio de Pascua V). De hecho, como signo
de Cristo, el altar “es el centro de la acción de gracias que se consuma en la
Eucaristía” (Instrucción general del Misal Romano, 296), y toda la comunidad
alrededor del altar, que es Cristo; no para mirarse la cara, sino para mirar a
Cristo, porque Cristo está en el centro de la comunidad, no está lejos de ella.
Luego
está la señal de la cruz. El sacerdote que preside se persigna y lo mismo hacen
todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se cumple
“en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y aquí paso a
un argumento muy breve. ¿Habéis visto como los niños se hacen la señal de la
cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal de la
cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio,
desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles
que es tener cómo protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal
de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el espacio de la
Santísima Trinidad, – “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” –
que es un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios
Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo.
Efectivamente,
su misterio pascual es un don de la Trinidad, y la Eucaristía brota siempre de
su corazón traspasado. Persignándonos, por lo tanto, no sólo recordamos nuestro
bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios
en Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la cruz y resucitó en
gloria.
Después,
el sacerdote dirige el saludo litúrgico con la frase: “El Señor esté
con vosotros” u otra similar –hay varias-; y la asamblea responde: «Y con tu
espíritu». Estamos dialogando; estamos al comienzo de la misa y debemos pensar
en el significado de todos estos gestos y palabras. Estamos entrando en una
“sinfonía” en la que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio,
con el fin de crear el “acorde” entre los participantes, es decir, reconocerse
animados por un único Espíritu, y por un mismo fin. En efecto, “el saludo
sacerdotal y la respuesta del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia
reunida” (Instrucción general del Misal Romano, 50). Se expresa, pues, la
fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y de vivir la unidad con toda
la comunidad.
Y
esta es una sinfonía de oración que se está creando y presenta enseguida un
momento muy conmovedor, porque aquellos que presiden invitan a todos a
reconocer sus propios pecados. Todos somos pecadores. No sé, a lo mejor alguno
de vosotros no es pecador… Si hay alguno que no es pecador que levante la mano,
por favor, así podemos verlo todos. Pero no hay manos levantadas; bien:
¡vuestra fe es buena! Todos somos pecadores y por eso al principio de la misa
pedimos perdón. Es el acto penitencial. No se trata solo de pensar
en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse
pecadores ante Dios y ante la comunidad, ante los hermanos, con humildad y
sinceridad, como el publicano en el templo. Si verdaderamente la Eucaristía
hace presente el misterio pascual, es decir, el paso de Cristo de la
muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuales
son nuestras situaciones de muerte para poder resucitar con Él a una vida
nueva. Esto nos hace comprender cuán importante es el acto penitencial. Y por
eso, retomaremos el tema en la próxima catequesis.
Vamos
paso a paso en la explicación de la misa. Pero, por favor, enseñad a los niños
a hacerse bien la señal de la cruz.
©
Librería Editorial Vaticano
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit