Podemos hacer crecer
nuestro amor por la Navidad un poco cada año si nos tomamos en serio nuestras
tradiciones
Al
famoso escritor G.K. Chesterton le gustaba mucho la Navidad. Como periodista
activo durante muchos años a principios del siglo XX, escribió muchos
artículos, poemas y obras de teatro sobre por qué le gustaba tantísimo,
analizando con detalle una gran variedad de temas relacionados con la Navidad,
como por qué exactamente siempre está tan bueno el pavo de Navidad o por
qué Santa Claus parecía tenerle un
cariño especial.
Chesterton
llegó a adorar la Navidad más incluso con la edad, y dijo que la valoraba mucho
más como adulto que cuando era niño. Esta es una experiencia que yo comparto
con él, quizás porque la avaricia pura y sin adulterar que sentía de niño hacia
una pila de regalos se ha esfumado de mis intereses, y he aprendido a querer
cada vez más las tradiciones familiares de esta festividad.
Me
encanta ver a mis hijos esparciendo papel de regalo por todas partes mientras
se abren paso hacia sus regalos. Me encanta ver el caos que causan los cinco
amontonados en torno al árbol cuando lo decoramos, una melé alocada que busca
las mejores ramas para colgar los ornamentos. Me encanta poner un viejo disco
de Navidad de Dean Martin en el tocadiscos y escucharlo a la luz del árbol.
Independientemente
de cómo prefiráis celebrar la Navidad, las tradiciones navideñas albergan una
gran riqueza de recuerdos y amor. Chesterton solía decir que le encantaba la
Navidad no porque fuera frívola, sino porque es muy seria. En su corazón está
la seria tarea de permanecer cerca de nuestros seres queridos y acercarnos
todos al amor de Dios.
Por
ello, las tradiciones navideñas no deberían volverse algo manido, sino que
deberíamos abordarlas con frescura a cada año. Chesterton tiene algunas ideas
útiles para tomar estas tradiciones en serio, para mantenerlas como algo
esencial y dichoso…
Añade más drama
Chesterton
dice: “La gente se sienta de noche hasta
que escucha sonar las campanas. O intentan dormir de noche para poder ver sus
regalos a la mañana siguiente”. Desde luego, es así para mí. Cuando era niño
apenas podía dormir por la noche de tan emocionado que estaba.
Ahora
que soy adulto, me levanto temprano para poder sentarme junto al árbol con una
taza de café y ver a los niños renqueando escaleras abajo con el sueño todavía
en los ojos. Todo este suspense hace de la Navidad algo muy dramático. El drama
es emocionalmente satisfactorio, crea un sentimiento de alivio. Después de
todo, nos desvivimos por momentos así.
Para
tu celebración, aumenta el drama y reálzalo. Esconde al niño Jesús del portal
de Belén hasta la mañana de Navidad. Lee Un cuento de Navidad de
Dickens (que Chesterton adoraba). Cantad villancicos juntos en torno al piano.
A
cualquier tradición que tengáis, dadle auténtica emoción dramática, sobre todo
a la hora de enfatizar los aspectos espirituales de la fiesta, porque no hay
nada más dramático que la historia de la vida real de la Natividad.
Crea contraste
Chesterton
escribe que le encanta “el mero hecho de que la Navidad suceda en el invierno”.
El contraste creado al celebrar en el invierno, frío y oscuro, “preserva todo
lo mejor…”. Si lo piensas, hay muchos contrastes: días cortos y oscuros con
luces navideñas, tiempo frío con chimeneas cálidas, un niño callado en un
pesebre con miles de ángeles cantando alabanzas, o el mismo hecho de dar y
recibir regalos.
A
mí me gusta talar nuestro propio árbol porque implica pasear por los campos
helados del vivero de árboles, gatear hasta su base para serrarlo y arrastrarlo
de vuelta al coche. Después está el contraste de decorarlo en casa a la luz de
la chimenea mientras bebemos una taza de chocolate caliente.
La
Navidad es hermosa porque nos acerca al hogar y a la chimenea en mitad del
invierno, hacia las comidas familiares en habitaciones con ventanas heladas y
nos hace salir a medianoche para la misa antes de volver a acurrucarnos en la
cálida comodidad de nuestras camas para esperar la luz matinal.
Las
tradiciones navideñas enfatizan este contraste, tanto el hecho de que el mundo
es una aventura maravillosa y salvaje, como el que también es un lugar en el
que construimos nuestro hogar junto a aquellos a quienes amamos.
Disfruta de la
autenticidad
“La gente está perdiendo la capacidad de disfrutar la
Navidad porque la ha identificado con el regocijo”, escribe
Chesterton. “Una vez que han perdido de vista la antigua sugestión de que es
por alguna cosa que ocurre, caen naturalmente en pausas en las que se preguntan
con asombro si es que ocurre algo de verdad”.
En
otras palabras, la Navidad no es un disfrute frívolo por el bien de la simple
celebración. Se celebra a una persona y un acontecimiento reales y tiene
amplias implicaciones para nuestras vidas.
Así
que, para recordar eso, cuenta historias sobre san Nicolás, sobre la narración
de la Natividad de san Lucas o incluso sobre el fantasma de las Navidades
pasadas. Asegúrate de que la vida es diferente en estos días, porque no son
ordinarios en absoluto. La Navidad no es una fiesta cualquiera inventada por
las empresas de tarjetas de felicitación y, por mucho que la hayamos
mercantilizado, la Navidad todavía supera los límites de nuestra imaginación.
Para
mí, hay algo triste en que la Navidad se reduzca a unas cuantas películas,
comprar en los centros comerciales y sentarse en el regazo de Santa Claus o los
Reyes Magos. ¡Estos días significan muchísimo más! Chesterton lo resume
profundamente en su poema Los Reyes Magos: “el cielo entero grita y se
estremece porque Dios en persona ha nacido de nuevo”
Michael
Rennier
Fuente:
Aleteia