10.12.17

EL GRAN VALOR SOCIAL DE LAS FAMILIAS NUMEROSAS

La familia numerosa es una escuela de solidaridad y un beneficio para la sociedad. Es una escuela de vida que permite educar a los hijos en virtudes y valores imprescindibles para crear una sociedad libre, justa y honesta

La mayor parte de los modelos de conducta se aprenden, sobre todo de los padres y las personas que rodean al niño. Para conseguir que el niño desarrolle su competencia emocional será, por lo tanto, imprescindible que los padres cuenten con la suficiente información como para poder desarrollarla en sí mismos y hacer que los niños también la aprendan y desarrollen.

Si los padres son maduros e inteligentes emocionalmente y van aceptando progresivamente las cualidades tan positivas que tiene su hijo, éste recibirá mensajes positivos que le permitirán entender las consecuencias de sus conductas y por qué estas son o no favorables. La educación emocional empezará, de hecho, desde el hogar.

Los niños se irán formando en la madurez emocional a medida que los adultos les enseñen y practiquen con ellos. Son aspectos claves en este camino el hecho de manifestarles confianza, ser sinceros sobre lo que se les dice o evitar el control excesivo, a la vez que saber ponernos en su lugar para saber cómo se sienten, alentarles a decir lo que les gusta o desagrada y animarles a iniciar conversaciones y juegos con otros niños.

Los padres deben tener siempre presente que los niños aprenden poco a poco y que ellos son la principal fuente de información; es allí donde radica la importancia de formar y educar para poder adquirir una mejor madurez emocional; habilidades que no sólo les servirán para desenvolverse en la escuela y tener amigos, sino para toda la vida.

En este contexto, es evidente que las familias con mayor número de hijos gozan de un gran privilegio por la cantidad de estímulos afectivos, relacionales y cognitivos que reciben cada día cada uno de sus miembros.

Ya desde el primer año de vida y pasando los meses, los niños se van interesando en el conocimiento de los seres que les rodean y organizan la vida. Lo mismo sucederá en la dimensión lúdica que aparece desde los primeros meses y se potencia con el pasar de los años. Los continuos estímulos en la continua convivencia dentro de casa son un medio muy eficaz para el desarrollo de la dimensión social y afectiva de los niños desde los primeros años.

Gestionar emociones con hermanos de diversas edades, con diversos intereses y personalidad. Una gran escuela de vida.




Son muchas las ocasiones en que suceden también situaciones conflictivas entre hermanos. Relacionarse entre hermanos enseña a los niños como son ellos mismos, como son los demás y cuáles son las normas sociales que rigen estas interacciones.

La socialización comienza precisamente cuando el niño empieza a relacionarse, es decir, desde que nace. Empieza con las figuras de apego, continua con los hermanos y se hace extensivo a más miembros de la familia y a instituciones como la escuela según van pasando los años.

Los niños, en la relación con los demás, van conociéndose a sí mismos, las normas sociales y los valores morales, aunque al inicio lo hagan de manera instintiva sin racionalizar todo lo que van viviendo.

La experiencia demuestra como valores como la colaboración, la participación, la ayuda y el respeto, la solidaridad, etcétera no se enseña con la teoría sino que se aprenden practicándolos en la relación entre hermanos.

El niño que convive en una familia numerosa tiene una relación entre iguales mucho más amplia. Los niños aprenden a gestionar sus emociones en clave de “nosotros” y no solo de “yo”. Aprenden a cuidar de sí mismos pero sin olvidar que también existen los demás. Ciertamente estos beneficios no son solo un bien para las familias interesadas sino para toda la sociedad y en consecuencia para la cultura social.

El desarrollo de la inteligencia emocional

En las emociones hay distintos componentes que se mezclan y relacionan entre sí y que hacen de ellas una de las grandes cualidades del ser humano. Las emociones humanas se reflejan en las conductas y en diversos signos corporales que reflejan los propios pensamientos y la emoción del momento.

Los niños, al igual que los adultos, ante una emoción realizan gestos faciales, se mueven, dicen algo etc.  Estas expresiones son canales de comunicación dado que pueden verlas también los demás. Si los niños van aprendiendo a distinguir e identificar estas emociones poniéndoles un nombre, van ganando una gran capacidad relacional que es fruto de la inteligencia emocional. La clave para reconocer las emociones reside también en la destreza para interpretar el lenguaje corporal y esto se hace con la experiencia.

En los contextos de familias numerosas las ocasiones para que esto suceda son infinitas. Que decir también de los signos corporales que acompañan cada emoción. Desde la aceleración del ritmo cardiaco, la sudoración, los movimientos del estómago, la tensión de los músculos etc. Aprender a identificar estas emociones y a gestionarlas como algo que forma parte de la vida es un gran beneficio que ayudara a los niños durante el resto de su existencia.

Las familias numerosas son una escuela de solidaridad y del compartir, en beneficio de toda la sociedad. Son un estímulo en la promoción de la apertura a los demás, pilar de la cualidad de la vida en todo contexto social. Una presencia preciosa en la promoción y transmisión de los valores humanos.

Sin lugar a dudas la capacidad relacional y la inteligencia emocional son dos grandes cualidades que enriquecen nuestras sociedades y nuestros contextos del trabajo.  En nuestras sociedades tan limitadas en sus relaciones por el potenciamiento técnico de canales digitales de comunicación, la presencia de ciudadanos que han aprendido a relacionarse con el estímulo de diversos hermanos es un beneficio del que todos podremos aprender siempre.

El tema de las habilidades relacionales y la inteligencia emocional nos lleva también al contexto del trabajo en el que actualmente los expertos buscan perfiles ricos en valores humanos y relacionales con capacidades transversales, llamadas “soft skills”, donde predominen tipos de personalidad que tiendan a la flexibilidad mental y organizacional. Sin olvidar que las familias numerosas aportan hijos, garantizando el relevo generacional que permite entre otras cosas la sostenibilidad del sistema de pensiones.


Javier Fiz Pérez

Fuente: Aleteia
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