Después de pronunciar la
oración se dirigió a la Basílica de Sant’Andrea delle Fratte para un homenaje a
la Virgen de la Medalla Milagrosa
El Papa reza a la Virgen Inmaculada |
Un
año más, el Papa Francisco cumplió con la tradición de acudir el 8 de diciembre
a la Plaza de España de Roma para venerar a la Inmaculada Concepción de María
ante su monumento el día en que se celebra su Solemnidad.
Después
de rezar brevemente ante la imagen de la Salus Populi Romani, patrona de la
ciudad de Roma, en la Basílica de Santa María Mayor, el Santo Padre se dirigió
a la popular Plaza de España, donde se encuentra el monumento a la Inmaculada
Concepción.
Allí
le esperaban el Vicario de la Diócesis de Roma, Mons. Angelo De Donatis, la
Alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, y diferentes autoridades civiles y
religiosas, además de numerosos fieles.
El
Papa se dirigió entonces a la imagen de la Virgen que corona el monumento a la
Inmaculada Concepción y rezó con la siguiente oración:
Madre Inmaculada,
Por quinta vez vengo a tus
pies como Obispo de Roma,
a rendirte homenaje en
nombre de todos los habitantes de esta ciudad.
Queremos darte las gracias
por los cuidados constantes
con los que nos acompañas
en nuestro camino,
el camino de las familias,
de las parroquias, de las comunidades religiosas;
el camino de cuantos cada
día, a veces con fatiga,
atraviesan Roma para ir al
trabajo;
de los enfermos, de los
ancianos, de todos los pobres,
de tantas personas inmigrantes
de tierras de guerra y de hambre.
Gracias porque, en cuenta
te dirigimos un pensamiento
o una mirada, o un
Avemaría fugaz,
siempre sentimos tu
presencia materna, tierna y fuerte.
Oh, Madre. Ayuda a esta
ciudad a desarrollar los ‘anticuerpos’
contra algunos virus de
nuestro tiempo:
la indiferencia, que dice:
‘No me preocupa’;
la mala educación cívica
que desprecia el bien común;
el miedo al diferente, al
extranjero;
el conformismo disfrazado
de transgresión;
la hipocresía de acusar a
los demás mientras se hacen las mismas cosas;
la resignación ante la
degradación ambiental y ética;
la explotación de tantos
hombres y mujeres.
Ayúdanos a rechazar estos
y otros virus
con los anticuerpos que
vienen del Evangelio.
Haz que adoptemos el buen
hábito
de leer cada día un pasaje
del Evangelio
y, con tu ejemplo,
custodiar en el corazón la Palabra,
para que, como una buena
semilla, de fruto en nuestra vida.
Virgen Inmaculada,
hace 175 años, a poca
distancia de aquí,
en la iglesia de
Sant’Andrea delle Fratte,
tocaste el corazón de
Alfonso Ratisbonne, y en aquel momento
de ateo y enemigo de la
Iglesia, se convirtió en cristiano.
A él te mostraste como
Madre de gracia y de misericordia.
Concédenos también a
nosotros, especialmente en las pruebas y en las tentaciones,
fijar la mirada en tus
manos abiertas,
que dejan descender sobre
la tierra la gracia del Señor
para librarnos de toda
orgullosa arrogancia,
para reconocernos como
verdaderamente somos:
pequeños y pobres
pecadores, pero siempre hijos tuyos.
Y así meter nuestras manos
entre las tuyas
para dejarnos llevar a
Jesús, nuestro hermano y salvador,
y al Padre celeste, que no
se cansa nunca de esperarnos
y de perdonarnos cuando
regresamos a Él.
¡Gracias, oh, Madre,
porque siempre nos escuchas!
Bendice a la Iglesia que
está en Roma,
bendice a esta ciudad y al
mundo entero.
Amén.
Después
de pronunciar la oración, el Pontífice se acercó a saludar a un grupo de
enfermos y a otros fieles. Luego se dirigió a la Basílica de Sant’Andrea
delle Fratte para un homenaje a la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Fuente:
ACI Prensa