Si te han invitado a un gran banquete,
¿comerías antes de salir de casa?
El ayuno eucarístico no es,
como a alguno le he escuchado decir, abstenerse de comulgar. Hay quien entiende
el ayuno eucarístico como no comulgar, no recibir la comunión. En realidad este
ayuno es el lapso de tiempo que todo fiel debe respetar antes de recibir la
sagrada comunión.
Una de las condiciones para
recibir la comunión dignamente es observar el ayuno eucarístico, visto como una
de las maneras de preparación a tan magno evento en la vida del cristiano que
es recibir a Jesucristo, pan de vida.
Las características de éste
ayuno, con sus consecuentes frutos, son las mismas del ayuno cuaresmal,
recordemos que en la cuaresmal se invita a la purificación del corazón mediante
el ayuno y el silencio. Dicho de otra manera, el
ayuno eucarístico es como una especie de mini cuaresma o una cuaresma reducida
a la mínima expresión.
¿Por qué se relaciona la
cuaresma con el ayuno eucarístico? El origen del sentido espiritual del ayuno
eucarístico lo encontramos en la razón de ser del ayuno cuaresmal. Así como la
cuaresma, con su ayuno y abstinencias, nos prepara a la pascua, o nos prepara
para celebrar dignamente la Pascua, a fin de comulgar con fruto en la Vigilia
Pascual; así también el ayuno eucarístico nos prepara a participar dignamente
en la misa, el memorial de la muerte y resurrección del Señor.
¿De donde viene el ayuno eucarístico?
El ágape y la Eucaristía
estaban unidos circunstancialmente horas previas a la pasión del Señor; es
decir, el Señor instituyó la Eucaristía en la última cena, que no era otra cosa
que el ágape (comida fraternal) de la Pascua judía. En consecuencia la
eucaristía se celebró en un primer momento como continuación y conclusión del
ágape.
Pero luego posteriormente se
consideró conveniente separar el ágape de la Eucaristía interponiendo un
periodo de tiempo, dando así lugar al ayuno eucarístico. Y se hizo por tres
motivos: para señalar el paso del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, para
concretar ‘exclusivamente’ el mandato del Señor de perpetuar el memorial de su Sacrificio
y como preparación próxima para comulgar. Es lo que encontramos ya en un texto
paulino.
San Pablo en su primera carta
a los corintios toca el tema de la ‘Cena del Señor’. Y él habla, entre otras
cosas, de no recibir indignamente el pan y el cáliz del Señor. Y, a este
propósito, él ya entrevé el ayuno eucarístico cuando añade: “Así pues, hermanos
míos, cuando os reunáis para la Cena, esperaos los unos a los otros. Si alguno
tiene hambre, que coma en su casa, a fin de que no os reunáis para castigo
vuestro. Lo demás lo dispondré cuando vaya” (1 Cor 11, 33-34). El ayuno
eucarístico es pues muy antiguo.
Otra pista la tenemos también
citando a Santo Tomás de Aquino (S. XIII) quien en la suma teológica, incluso
citando a San Agustín (S. IV), explica las tres principales razones el ayuno
eucarístico: el respeto al sacramento, el significado de que Cristo es el
verdadero alimento, y para evitar el peligro del vómito cuando uno ha comido
demasiado (Suma Teológica, III Parte, cuestión 80, art. 8).
Se tiene noticia, según la
citación anterior, que en la época de Santo Tomás el ayuno eucarístico regía
desde la media noche anterior, costumbre que se mantuvo hasta el pontificado
del Papa Pío XII quien, en el año 1953, redujo el ayuno a tres horas; ayuno que
después el Concilio Vaticano II, lo redujo a una hora.
¿Es obligatorio este ayuno?
Este ayuno se debe observar
‘al menos’ una hora antes de comulgar (Can 919), indiferentemente de que se
comulgue dentro o fuera de la misa. Con la expresión ‘al menos una hora antes’,
se está diciendo que el ayuno eucarístico debe ser el mayor tiempo posible, 60
minutos como mínimo. Por tanto el ayuno eucarístico es una disposición
jurídica; no es una normativa opcional, como tampoco es un simple consejo o una
pía práctica. El canon tiene expresiones que indican obligatoriedad. Cabe
señalar que el ayuno es antes de comulgar, no después.
Es necesario observar ésta
norma sencilla, aunque parezca insignificante o sin sentido; es importante ser
obedientes en lo poco para serlo en lo grande (Lc 16, 10). Y ésta orientación
está indicada tanto para sacerdotes como para los fieles por igual.
La única excepción es el
tomar agua o medicinas, por tanto, no es lícito ni comer, ni beber ningún tipo
de bebida, ni masticar chicles, en este período de una hora.
Según la Instrucción Inmensae Caritatis (3), el tiempo del ayuno eucarístico,
en caso extremo, se abrevia a un cuarto de hora aproximadamente única y
exclusivamente para: 1) Los enfermos que residan en hospitales o en sus
domicilios, aunque no guarden cama. 2) Los fieles de edad avanzada, que por su
ancianidad no salen de casa o están en asilos. 3) Las personas que, por
trabajo, tienen que estar al cuidado constante de los enfermos y personas
mayores. 4) Los familiares que están al servicio de los enfermos y ancianos,
siempre que no puedan guardar el ayuno de una hora.
De manera pues que el ayuno
eucarístico es importante. Pero, ¿el ayuno para qué? La Iglesia nos da la
respuesta: “Para PREPARARSE convenientemente a recibir este sacramento, los
fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia. Por la actitud
corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de
ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped” (Catecismo, 1387).
Por tanto la Iglesia pide que
no se comulgue sin cumplir esta condición; condición que no es la única a la
hora de comulgar. Y la Iglesia, con esto, lo que pretende es velar por la
máxima veneración y sumo respeto hacia el pan bajado del cielo, hacia tan
excelso sacramento porque a quién recibimos es al mismo Cristo.
Fuente: Aleteia