Nuestro
mayor problema hoy es vivir en una superficialidad, separados de lo
profundamente esencial
Se
habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de
la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que ahora se hace
necesario aclarar, incluso, las cosas más elementales como el ¿qué significa
creer en Dios?
A
los cristianos de hoy nos toca vivir en un mundo en el que muchos hombres han
desplazado a Dios de su vida y viven como si Dios no existiera; bastantes
incluso niegan explícitamente su existencia. La increencia, la indiferencia, el
ateísmo, nos rodean y acechan nuestra vida de fe.
Cuando
una persona habla “desde fuera”, sin conocer por experiencia personal lo que es
creer en Dios, piensa: Creo que Dios existe, pero no lo puedo asegurar. Sin embargo,
para el que vive desde la fe, creer en Dios es otra cosa. Cuando el creyente
dice a Dios “yo creo en Ti”, está diciendo: “No estoy solo, Tú estás en mi
origen y en mi destino último; Tú me conoces y me amas; no me dejarás nunca
abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor
y comprensión”.
El
Catecismo de la Iglesia Católica nos dice “Por su revelación, «Dios invisible
habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para
invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La
respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
Por
la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con
todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama
«obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela”.
Entonces,
la fe es la respuesta del hombre a la revelación divina. Dios ha querido
comunicarse a sí mismo, darse a conocer, para invitar a los hombres a
participar de la vida divina. A través de la mediación de la Iglesia, la
revelación divina llega a nosotros. En el creer se manifiestan la confianza, la
obediencia y la entrega. Esto lo podemos ver reflejado en los grandes
personajes de la Sagrada Escritura. Como en Abraham, que al escuchar lo que
Dios le pedía lo puso en práctica, en la Virgen María que igualmente escucha y
obedece.
Le
creemos a Dios. La fe se fundamenta, en la autoridad de Dios que se revela a sí
mismo, Dios ni se engaña ni nos engaña, su autoridad es la autoridad de la
Verdad. Creemos a Dios y creemos en Dios, porque Él constituye el centro y el
contenido de la fe. La revelación divina nos da a conocer, ante todo, el
Misterio que es Dios, en el cual el hombre encuentra la salvación.
Por
eso, para creer, lo decisivo no son las “pruebas” a favor o en contra de la
existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio
último de la vida. Nuestro mayor problema hoy es no vivir desde el fondo de
nuestro ser. Vivimos por lo general, en una superficialidad, separados de lo
profundamente esencial.
Por: Monseñor Jorge De los Santos