Ha permanecido en su
parroquia de Teleskoff junto a un grupo de jóvenes en medio de las escaramuzas
bélicas
El
sacerdote iraquí Salar Kajo, de 35 años, ha permanecido en su parroquia de
Teleskoff junto a un grupo de jóvenes en medio de las escaramuzas bélicas entre
el contingente de peshmergas kurdos que retenía la ciudad (enteramente
cristiana) hasta principios de esta semana y el Ejército de Irak, que aguardaba
en Batnaya para avanzar y ocupar la población. Con su presencia, pretendía
evitar nuevos combates e impedir los saqueos
«Hemos
recibido una llamada del Ejército de Irak en la que se nos decía que mañana,
lunes, 30 de octubre, avanzaría hacia Teleskoff, pero nadie nos ha aclarado si
lo harían de forma pacífica tras alcanzar un acuerdo con los kurdos o tras
romper las líneas enemigas», nos asegura por teléfono en perfecto castellano a
última hora del domingo Salar Zajo, solo tres días después de que lo
visitáramos en la iglesia de San Jorge, burlando la prohibición y la censura
que el Gobierno del Kurdistán ha impuesto a los periodistas.
Hace
solo unas horas, el presidente kurdo Massoud Barzani ha cedido el grueso de sus
poderes a su sobrino, Nechirvan Barzani, mientras acusaba de alta traición a
los partidos políticos de Suleimania por negarse a combatir a los iraquíes para
defender el sí del referéndum del 25 de septiembre sobre la independencia. Se
lo habían advertido. Dijeron, literalmente, que «este no era el momento». Ha
sido, dice la prensa oriental, un suicidio político producto de su vanidad. «Al
principio pensábamos que poseía información de la que nosotros carecíamos.
Ahora, sabemos que ha tenido muy malos consejeros», nos dice a través del
teléfono el parlamentario caldeo Srood Maqdasi, representante del partido
nacionalista Abnaa Al Nahrain.
En
ese mismo momento, a última hora del domingo, mientras el sacerdote charla
visiblemente preocupado con este periodista, Maqdasi permanece secuestrado
junto a otros representantes políticos de la oposición en la inoperante cámara
legislativa kurda de Erbil (se ha celebrado una sola sesión en dos años) por
una muchedumbre furibunda de partidarios incondicionales del caudillo.
Simultáneamente, varias sedes políticas de partidos de la oposición arden en
Zajo, al norte del país.
Regreso accidentado
En
Ankawa, el barrio cristiano de Erbil, las oficinas políticas de las formaciones
nacionalistas asirias no afectas a Barzani son también desalojadas, en
previsión de ataques que, a la postre, no se producen. «Siempre suelen venir
primero a por nosotros», nos dice un joven militante de Abnaa Al Nahrain,
mientras nos insta a salir a toda prisa. Otros dos políticos caldeo-asirios del
Movimiento Democrático Asirio (ADM) o Zowaa, consiguen, entre tanto, escapar
del Parlamento, junto a los miembros de la oposición gracias a la intervención
del Ejercito del Kurdistán. Durante varias horas, la muchedumbre ha estado
disparando al aire en las proximidades de la cámara y el propio Gobierno
advierte de que castigará duramente a los protagonistas de los disturbios,
aconsejado por los norteamericanos que han estado terciando entre Bagdad y
Erbil.
«Las
circunstancias, como ve, podrían obligarnos a salir de aquí en contra de
nuestra voluntad», nos dice finalmente Kajo mientras se apresura a llamar al
resto de vecinos. Es la segunda vez en dos semanas en que la población de
Alqosh debe salir corriendo en medio de la noche a buscar refugio en Dahok o
Sarafiya. De hecho, no hacía ni seis meses que habían retornado a Teleskoff 900
de las 1.450 familias que vivían en la población antes de la irrupción en
escena del Daesh.
La
localidad fue reconquistada durante los primeros compases de la guerra debido a
su importancia estratégica para la defensa de la presa de Mosul, pero
permaneció ocupada por fuerzas militares kurdas y varias milicias cristianas
como Dwekh Nawsha, NPF y NPU, hasta el inicio de la ofensiva de Mosul, a
principios de año. Los peshmergas kurdos seguían todavía en la población al
cierre de la edición de este semanario, en la misma línea del frente de Bakufa
que defendieron durante dos años contra los yihadistas del Estado Islámico.
¿Cuándo y por qué decidió
quedarse –preguntamos al sacerdote durante nuestra visita a la población–?
Decidimos
quedarnos junto a otros 20 jóvenes hace dos viernes (20 de octubre) porque
durante la ocupación de Estado Islámico, la iglesia y nuestras casas fueron
saqueadas por los habitantes de algunas poblaciones próximas, y no podemos
permitir que esos hechos se repitan. Siguiendo nuestro ejemplo, han regresado
70 familias.
De algún modo, están
haciendo ustedes de escudos humanos.
Sí.
Y supongo que era una
forma de impedir que ambos ejércitos combatan en su tierra.
Así
es, es una forma de decirles que no bombardeen la población.
Pero si les obligan a irse
de la ciudad deberán hacerlo.
Si
nos piden que la abandonemos, nos iremos. Pero de no ser así, yo no dejo este
país porque hemos trabajado mucho aquí. Hemos reconstruido las casas y la
iglesia con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, y en un minuto tenemos
que dejarlo todo. Eso no es posible. Tenemos derechos aquí, tenemos casas aquí
y tenemos historia aquí. No lo dejamos.
Lo cierto es que ambos
ejércitos ya se enfrentaron aquí el 20 de octubre.
Sí,
a las cuatro de la tarde. Dos niños que jugaban al fútbol terminaron heridos.
Víctimas de las malas
decisiones de los políticos
Uno
de los niños que menciona el padre Kajo fue dado de alta casi de inmediato,
pero el otro resultó herido de gravedad. Fueron alcanzados ambos por mortero
lanzado indiscriminadamente desde dentro de la propia población por los
peshmergas para defenderse de un intento de romper la línea defensiva (solo
poseen una) por parte del Ejército de Irak. Ambas fuerzas llegaron a estar a 400
metros, y varios iraquíes resultaron heridos cuando trataban de destruir las
defensas con un buldócer. Durante la semana siguiente y hasta el día de hoy, la
población ha vivido bajo la incertidumbre de si los gobiernos enfrentados
serían capaces de llegar, al menos, a un acuerdo militar que permita a los
iraquíes retomar el control sobre Teleskoff y la vecina ciudad de Alqosh de una
forma pacífica, para llevar de nuevo las fronteras del Kurdistán a los límites
anteriores a la invasión del Daesh.
Casi
de manera unánime, y a excepción de algunos responsables caldeo-asirios del
partido de Barzani (PDK) y los miembros de partidos prokurdos instrumentales
sin representación parlamentaria, los cristianos se han mostrado contrarios a
la secesión o, en todo caso, prefieren quedar del lado del Gobierno federal de
Irak y al margen de las disputas entre ambos. «La gente no puede ser víctima de
la decisión errante de los políticos», nos dice el cura de Teleskoff. «Nosotros
somos iraquíes. Formamos parte del país y queremos que los dos gobiernos
comiencen a reconstruir los pueblos y a hacer algo por las personas que
permanecieron desplazadas tres años fuera de sus hogares. No creo que sea el
momento de combatir ni de discutir cuestiones políticas».
Desconfianza hacia Barzani
Los
kurdos iraquíes incrementaron su territorio en torno a un 40 % desde el
comienzo de la guerra contra el Daesh, a menudo a costa de sus vecinos árabes,
turcomanos, caldeo-asirios, chabaquíes o yazidíes. La respuesta armada a la
suicida aventura secesionista de Barzani ha obligado al Gobierno kurdo a
regresar a las fronteras constitucionales, y a devolver Kirkuk y los llamados
territorios en disputa. Solo Teleskoff y la vecina Alqosh seguian en manos
kurdas al cierre de esta edición y todo apuntaba a que los peshmergas se
preparaban ya para dejarlas. En vísperas del referéndum, Barzani reemplazó a un
alcalde caldeo-asirio por otro próximo a su formación política, lo que desató
oleadas de protestas a lo largo de todo el mundo.
Para
muchos, los territorios cristianos en disputa fueron usurpados tras
la huida en espantada del Ejército de Irak debido a sus recursos petrolíferos y
a pesar de que no hay una sola tumba kurda sobre ese suelo. Mientras los
peshmergas de Barzani abandonaban a su suerte a las dos minorías que tenían
bajo su custodia (los caldeo-asirios de Bajdida o Qaraqosh y los yazidíes del
Sinyar), se apresuraban a proteger los pozos de Kirkuk. Ello explica, entre
otras cosas, la desconfianza de los cristianos hacia el Gobierno de Barzani.
Ahora,
estos especulan acerca de las razones por las que Bagdad y Erbil han decidido,
una vez más, dirimir sus diferencias sobre sus tierras. Todo apunta a que los
kurdos se han resistido hasta el último momento a entregar Majmur, Teleskoff o
Feishjabur debido a que esos son los territorios por los que discurre el
oleoducto hacia Turquía. Tras su pérdida, el proyecto independentista de
Barzani ha quedado, de facto, aplastado, y el país se desempeña hacia una
crisis económica de magnitud épica.
En
contra de lo que se ha venido sosteniendo, ningún grupo paramilitar chiita de
al-Hashd al-Shaabi ha tomado parte en las escaramuzas contra el ejército kurdo
desde que el presidente iraquí, Haider Al Abadi, tomó la determinación de
sacarlos de Kirkuk con el fin de evitar los enfrentamientos sectarios.
Curiosamente, la única milicia de las también llamadas Fuerzas de Movilización
Popular presente en la zona, a uno y otro lado del frente, es un grupo militar
caldeo-asirio dependiente de Zowaa y conocido como Unidades para la Protección
para los Llanos de Nínive (NPU). Hace ya varias semanas que en sus cuarteles de
Alqosh o Teleskoff ondean tan solo las banderas de Irak y Mesopotamia, pese a
hallarse en territorio kurdo. Las NPU anunciaron, sin embargo, que no
combatirían con y que sus funciones eran meramente defensivas.
«La
verdadera conclusión que podemos sacar de todo esto es que estamos
desapareciendo de esta tierra», nos dice Salar Kajo con un más que aceptable
castellano aprendido en Madrid y Barcelona durante un breve período de
formación en España. De algunas poblaciones como la vecina Batnaya –destruida
casi en totalidad durante la guerra precedente– ya han sido barridos. Solo una
de las 900 familias que allí vivían antes de la ocupación del Estado Islámico
había regresado y el nuevo conflicto bélico las ha obligado, otra vez, a dejar
la población.
Publicado en Alfa y Omega por
Ferran Barber
Fuente:
Aleteia