Virgen y Mártir, 13 de diciembre
Martirologio Romano: Memoria de santa
Lucía, virgen y mártir, la cual, mientras vivió, conservó encendida la lámpara
esperando al Esposo, y llevada al martirio en Siracusa, ciudad de Sicilia,
mereció entrar con Él a las bodas y poseer la luz indefectible († c. 304).
Breve Reseña
Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el "loculus" o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.
Epígrafes,
inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al
Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la
Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo
en Occidente, sino también en Oriente.
Lucía
pertenecía a una rica familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó
viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había
hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda,
entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente. Devota de Santa
Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar
a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre
regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el
camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.
El
novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser
ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera
contaminada, Lucía le dio una sabia respuesta al procónsul: "El cuerpo
queda contaminado solamente si el alma es consciente".
El
procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se
puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un
golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió
exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los
de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su
alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.
Por:
P. Ángel Amo
Fuente:
Catholic.net