Especialmente por los más
débiles y los más necesitados
El
primer día del año 2018, este 1 de enero, el Papa presidió la oración del
Ángelus, desde una ventana del Palacio Apostólico con vistas a la Plaza de San
Pedro. Ha enfatizado que “la Virgen nos hace comprender cómo debe ser
acogido el evento de la Navidad: no superficialmente sino en el
corazón. Nos dice la verdadera manera de recibir el don de Dios: de
guardarlo en el corazón y meditarlo.
Esta
es nuestra traducción de las palabras pronunciadas por el Papa antes de la
oración mariana.
Palabras del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
En
la primera página del calendario del Año Nuevo que el Señor nos da, la Iglesia
pone, como una magnífica iluminación, la solemnidad litúrgica de Santa María
Madre de Dios. En este primer día del año del calendario, fijemos nuestra
mirada en ella, para reanudar, bajo su protección materna, el camino a lo largo
de los senderos del tiempo.
El
Evangelio de hoy (cf Lc 2, 16-21) nos lleva de vuelta al establo de
Belén. Los pastores llegan a toda prisa y encuentran a María, José y al
Niño; e informan del anuncio que los ángeles les han dado, es decir, que
este recién nacido es el Salvador. Todos están asombrados, mientras que
“María, sin embargo, retiene todos estos acontecimientos y los medita en su
corazón” (v. 19). La Virgen nos hace comprender cómo acoger el evento de
la Navidad: no superficialmente sino en el corazón. Nos dice la verdadera
manera de recibir el don de Dios: guardarlo en el corazón y meditarlo. Es
una invitación dirigida a cada uno de nosotros para orar contemplando y
saboreando el regalo que es el mismo Jesús.
Es
a través de María que el Hijo de Dios asume la corporalidad. Pero la
maternidad de María no se reduce a esto: gracias a su fe, ella es también la
primera discípula de Jesús y esto “dilata” su maternidad. Será la fe de María
la que provocará en Caná la primera “señal” milagrosa que ayude a despertar la
fe de los discípulos. Con la misma fe, María está presente al pie de la
cruz y recibe como hijo al apóstol Juan; y finalmente, después de la
Resurrección, se convierte en madre orante de la Iglesia sobre la cual el
Espíritu Santo desciende con poder, en Pentecostés.
Como
madre, María tiene una función muy especial: se encuentra entre su Hijo Jesús y
los hombres en la realidad de sus privaciones, sus indignidades y sus
sufrimientos. Ella intercede, consciente de que como madre puede, o mejor
dicho, debe hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres,
especialmente los más débiles y necesitados. Es a estas personas qué está
dedicado el tema del Día Mundial de la Paz que celebramos hoy: “Migrantes y
refugiados: hombres y mujeres en busca de paz”. Este es el lema del
día. Deseo, una vez más, hacerme voz de nuestros hermanos y hermanas que
invocan para su futuro un horizonte de paz. Para esta paz, que es derecho
para todos, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas en un viaje
que en la mayoría de los casos es largo y peligroso a afrontar penalidades y
sufrimientos (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2018, 1).
No
extingamos las esperanzas en sus corazones; ¡no ahoguemos sus expectativas
de paz! Es importante que en todas las instituciones civiles, realidades
educativas, de asistencia y eclesiales, haya un compromiso para asegurar a los
refugiados, a los migrantes, a todos, un futuro de paz. Que el Señor nos
conceda trabajar generosamente en este nuevo año para lograr un mundo más unido
y acogedor.
Os
invito a orar por esto, mientras que os confío a María, Madre de Dios y madre
nuestra, el año 2018 recién comenzado. Los antiguos monjes decían que en
tiempos de turbulencias espirituales, uno tenía que refugiarse bajo el manto de
María …: “Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No
rechaces nuestras oraciones y nuestras necesidades, sino sálvanos de todo peligro,
Virgen gloriosa y bendita”.
©
Traducción de ZENIT, Raquel Anillo
Fuente: Zenit