La
diferencia entre un día luminoso y un día gris, está en la forma como decides
afrontarlo
Esta
mañana desperté emocionado con todas las cosas que tengo que hacer antes de que
el reloj marque la medianoche. Tengo responsabilidades que cumplir hoy. Soy
importante. Mi trabajo es escoger qué clase de día voy a tener.
Hoy
puedo quejarme porque el día esta lluvioso o puedo dar gracias a Dios porque
las plantas están siendo regadas gratis.
Hoy
me puedo sentir triste porque no tengo más dinero o puedo estar contento de que
mis finanzas me empujan a planear mis compras con inteligencia.
Hoy
puedo quejarme de mi salud o puedo regocijarme de que estoy vivo.
Hoy
puedo lamentarme de todo lo que mis padres no me dieron mientras estaba
creciendo o puedo sentirme agradecido de que me permitieran haber nacido.
Hoy
puedo llorar porque las rosas tienen espinas o puedo celebrar que las espinas
tienen rosas.
Hoy
puedo auto-compadecerme por no tener muchos amigos o puedo emocionarme y
embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones.
Hoy
puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar o puedo gritar de alegría porque tengo
un trabajo.
Hoy
puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela o puedo abrir mi mente
enérgicamente y llenarla con nuevos y ricos conocimientos.
Hoy
puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer las labores del hogar o puedo
sentirme honrado porque tengo un techo para mi mente, cuerpo y alma.
Hoy
el día se presenta ante mi esperando a que yo le de forma, y aquí estoy, el
escultor que tiene que darle forma. Lo que suceda hoy depende de mi, yo debo
escoger qué tipo de día voy a tener.
Diácono
Antonio Araya
Fuente:
Encuentra.com






