En
esta ocasión el Padre Mike de Ascension Press nos habla sobre la realidad que
viven las personas que se encuentra en la etapa final de sus vidas: la muerte.
Si bien es un video que como verán está diseñado para reflexionar en el tiempo
cuaresmal, pensar sobre los asuntos al final de la vida no nos es algo ajeno,
es un asunto del cual podemos ocuparnos hoy.
Me
llama la atención la experiencia que menciona de una enfermera que trabaja en
Cuidados Paliativos, es decir que atiende a personas que están en los últimos
momentos de su vida. En mis años de experiencia médica también he tenido la
oportunidad de acompañar a varios enfermos que se acercan a esta etapa, que
poco a poco van asimilando que la muerte es una realidad, que es un paso que
tendrán que vivir.
Y ciertamente coincido con lo que expresa este sacerdote: no
estamos preparados para la muerte. No nos es fácil aceptar lo más real y
cierto que existe: Todos en algún momento dejaremos de existir en esta vida. Las
personas en momentos de enfermedad se resisten a pensarlo, lo evitan y lo
niegan, pues piensan en la muerte como algo muy malo. Sus familiares tampoco
esperan con gusto ni desean que esto suceda. Ni siquiera los médicos o los
profesionales de la salud sabemos asumir la muerte, nos parece un fracaso de
nuestros esfuerzos, nos parece frustrante y un enemigo que debemos enfrentar.
Por
lo anterior es comprensible que ante la muerte se expresen distintos
“lamentos” como menciona esta enfermera, especialmente si ves que el fin de tu
vida se acerca y no has hecho o has dejado de hacer aquello que es fundamental.
Se
experimenta la limitación, la pérdida de control, el no poder dar vuelta atrás
y cambiar de lo que se está arrepentido. Puede ser que la experiencia sea que
en la vida no se haya encontrado un sentido, que no se haya encontrado la
verdadera felicidad. Es entonces comprensible que morir cause miedo y rechazo.
Creo
que para acompañar a una persona en estos momentos lo principal no es decir o
hacer ver que la muerte no es tan mala, no se trata de evitar que no se sienta
miedo o tristeza. De lo que se trata es que ayudemos a que entiendan en este
momento lo valiosas que son, que a pesar de lo que hayan hecho o dejado de
hacer, su vida no ha perdido su valor y dignidad. Que encuentren la
oportunidad de acogerse a la Misericordia de Dios, que experimenten el perdón,
que se reconcilien consigo mismas y con los demás, que sientan que no es
demasiado tarde para encontrar lo esencial de su existencia, para encontrar a
Dios que los consuela y alienta y que se vean fortalecidos en la esperanza de
que luego del dolor y del sufrimiento, tenemos la confianza del gozo de la
resurrección: camino que Cristo ha trazado para nosotros, para el cual estamos
llamados.
Me
parece oportuno que lo que acabo de mencionar no es solo aplicable a quienes
están en lecho de enfermedad, a puertas de partir de este mundo; es una
invitación para todos para acoger las palabras de Jesús de «estar
preparados porque no sabemos el día ni la hora».
«A
través de la muerte se abre también, para cada uno de nosotros, más allá del
tiempo, la vida plena y definitiva. El Señor de la vida está presente al lado
del enfermo como quien vive y da la vida, pues él mismo dijo: “Yo he venido
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)» (Benedicto XVI).
Por:
Alvaro Díaz