En la homilía de las
Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, el Papa Francisco
reflexionó sobre el sentido de plenitud de esta Solemnidad que se celebra el 1
de enero
“Jesucristo,
Verbo hecho carne, ha dado plenitud al tiempo del mundo y a la historia
humana”, dijo el Santo Padre ante los fieles congregados este domingo 31 de
diciembre en la Basílica de San Pedro, para explicar por qué “esta celebración
vespertina respira la atmósfera de la plenitud del tiempo”.
Francisco
señaló que “la primera en experimentar este sentido de plenitud entregada en la
presencia de Jesús fue la mujer de la cual nació: la Madre del Hijo encarnado, Theotokos,
la Madre de Dios. Por medio de ella llegó la plenitud de los tiempos: por medio
de su corazón humilde y pleno de fe, por medio de su carne toda impregnada del
Espíritu Santo”.
También
la Iglesia debe a María su plenitud: “De ella la Iglesia ha heredado, y
continúa heredando, esta percepción interior de la plenitud, que alimenta un
sentido de gratitud como única respuesta humana digna del don inmenso de Dios”.
Se
trata de “una gratitud conmovedora que, partiendo de la contemplación de aquel
Niño envuelto en pañales y depositado en un pesebre, se extiende a todo y a
todos, al mundo entero. Es una gracia que refleja la Gracia; no viene de
nosotros, sino de Él; no procede de mí, sino de Dios, y abarca al ‘yo’ y al
‘nosotros’”.
Además,
el Papa también invitó a que, “en esta atmósfera creada por el Espíritu Santo,
elevemos a Dios una acción de gracias por el año que llega ahora a término,
reconociendo que todo el bien es don suyo”.
En
este sentido, hizo una reflexión sobre el modo en que la humanidad gestiona los
dones entregados por Dios: “También en este tiempo del año 2017, que Dios nos
había entregado íntegro y sano, nosotros humanos lo hemos malgastado y herido
de tantos modos con obras de muerte, con mentiras e injusticias”.
“Las
guerras son el signo flagrante de este orgullo reincidente y absurdo. Pero
también lo son todas las pequeñas y grandes ofensas a la vida, a la verdad, a
la fraternidad que causan múltiples formas de degradación humana, social y
ambiental. De todo ello debemos asumir, ante Dios, los hermanos y la creación,
nuestra responsabilidad”.
Sin
embargo, el mensaje del Papa no ha sido de reproche si no de esperanza, y
subrayó que “en esta noche prevalece la gracia de Jesús y su reflejo en María”.
Francisco
también se dio tiempo para agradecer a todas las personas que en Roma colaboran
al bien común de la ciudad: “Estas personas, aunque no sean noticia, son la
mayor parte de la gente que vive en Roma”, aseguró.
En
concreto, el Pontífice expresó “un sentimiento de simpatía y agradecimiento a
todas las personas que cada día contribuyen con pequeños pero preciosos gestos
concretos al bien de Roma: tratan de cumplir con su deber del mejor modo, se
mueven en el tráfico con criterio y prudencia, respetan los lugares públicos y
señalan las cosas que no funcionan, y están atentos a las personas ancianas o
en dificultad”.
Asimismo,
dijo, “siento en mí una gran estima por los padres, los profesores y todos los
educadores que, con este mismo estilo, tratan de formar a los niños y a los
chicos en el sentido cívico, en una ética de la responsabilidad, educándoles a
sentirse parte, a ayudar, a interesarse por la realidad que les rodea”.
Tras
la homilía, el Papa Francisco adoró al Santísimo Sacramento y presidió el
tradicional canto del “Te Deum” en agradecimiento por la conclusión del año
civil.
Por Miguel Pérez Pichel
Fuente:
ACI Prensa