¿Por qué no llega a la paz a Sudán del Sur?
Casi cuatro años de guerra.
Millones de desplazados. Uno de los conflictos más graves del mundo actual.
Desde 2011 Sudán del Sur es independiente de Sudán. Sin embargo, un año y medio
después, estalló la guerra que todavía está causando el horror y que se lleva
diariamente, muchas vidas por delante. ¿Cuáles son las claves de esta guerra?
¿Y las barreras del camino hacia la paz?
La
guerra presente: actualmente el conflicto enfrenta, desde 2013, al presidente y
el vicepresidente del país, que representan dos etnias distintas: dinka y nuer.
Por un lado, se encuentra el presidente dinka, Salva Kiir y por el otro, el
líder rebelde nuer Riek Machar. Fue hace cuatro años cuando el presidente
reaccionó a las críticas de Machar “como un hombre de armas sin ninguna cultura
democrática: entendió las diferencias como una amenaza y le despidió”.
Así
lo explica el periodista Xavier Aldekoa en su libro Hijos del Nilo (Ediciones
Península, 2017). La comunidad internacional les obligó a negociar y los
partidos enfrentados firmaron un tratado de paz en agosto de 2015 que creó un
gobierno de transición en abril de 2016. Sin embargo, dos meses después, en
julio, estalló otra vez el conflicto entre los dos principales firmantes del
acuerdo.
Las guerras pasadas: “La gente estaba asustada
porque no hay nadie que tema más a la guerra que quien ya ha vivido su horror”,
asegura Aldekoa en la mencionada publicación, narrando su estancia en el país
en verano de 2016. Sudán del Sur viene de dos conflictos de casi cuatro décadas
desde 1955; el primero entre 1955 y 1972 y el segundo entre 1983 y 2005. Sólo
un alto al fuego de 11 años separó ambas guerras. La independencia de Sudán del
Sur en 2011 (apoyada por Estados Unidos por claros intereses en el petróleo del
país) llevó esperanza de paz a la zona.
El petróleo y pobreza: Antes de la
independencia, el sur producía un 85% del petróleo del país. Sin embargo, una
de sus principales fuentes de riqueza es también una de las principales fuentes
del conflicto que provoca su profunda pobreza.
Además
de las diferencias étnicas, la falta de salida al mar para exportar el petróleo
por parte de Sudán del Sur y las dificultades para acordar el transporte vía
Sudán fueron causas de las guerras pasadas y son telón de fondo en la guerra
actual. De hecho, las condiciones económicas se deterioraron cuando, en enero
de 2012, el gobierno sursudanés decidió parar la producción de petróleo a causa
de desacuerdos bilaterales con Sudán. Actualmente la inflación del país es de
un 800%.
Crisis humanitaria: El conflicto entre el
gobierno y la oposición ha desembocado en una gran crisis humanitaria con más
de dos millones de sursudaneses desplazados internos y casi otro millón de
emigrantes a países vecinos, como Kenia, Uganda, Etiopia y Sudán. El pasado mes
de febrero se declaró situación de hambre.
Mortalidad materna: Es uno de los países con
una tasa de mortalidad materna más elevada por diversas razones, como la falta
de servicios sanitarios, las infraestructuras deficientes y tradiciones que
hacen que muchas mujeres empiecen a tener hijos muy jóvenes y con asistencia en
casa, de modo que es más difícil superar complicaciones durante el embarazo o
el parto.
Educación: Menos de un tercio de la
población está alfabetizada. De hecho, el 85% de la población no sabe leer. El
motivo, la falta de recursos así como las situaciones de desplazamientos por el
conflicto.
Religión: Las principales religiones
de Sudán del sur son el cristianismo y diversas fes animistas con fuerte
presencia. En Sudán, el islam es la religión preeminente. Esta diferencia es
también causa de los conflictos. Sin embargo, “en momentos de guerra las
religiones pueden aportar muchos espacios de encuentro y de construcción de la
paz”, explica Pau Vidal, religioso jesuita que se encuentra trabajando en el
campo de refugiados de Maban (Sudán del Sur), en una entrevista que ofreció,
hace pocas semanas, al programa Signes dels temps, de Televisión de Cataluña.
El
misionero cuenta cómo allí se vive la religiosidad con alegría “es un elemento
de esperanza, que articula la vida cotidiana. Las misas son de casi dos horas
porque son el momento de encuentro, de celebración a pesar de las dificultades,
son la prueba de que todavía vivimos con sentido y celebramos la vida”,
asegura.
El jesuita Vidal, además de
arquitectura y teología, ha estudiado un máster en teología de las migraciones,
una disciplina reciente que intenta investigar la experiencia de Dios que se
revela en aquellos que viven el desplazamiento. “Se trata de reconocer a Jesús
en aquél que llama a la puerta”, subraya en la citada entrevista.
Para
él, “el momento es complejo y poco esperanzador. Estamos en la noche oscura,
acompañando al pueblo en un momento difícil”, refiriéndose tanto a personas
refugiadas como a los mismos habitantes de la zona. La acción jesuita allí se
basa en educación, pastoral y trabajo social. “Si no preparamos ingenieros,
profesores o médicos ahora, aunque estemos en conflicto, el futuro no llegará
nunca”, destaca.
Las
personas en Sudán del Sur, según Vidal, “necesitan vivir su vida con sentido y
poder imaginar un mañana distinto. Esto no es fácil en un campo de refugiados,
y a pesar de todo, este deseo está muy presente”. Y añade, “la vida se abre paso
ante experiencias muy traumáticas; en la visión cristiana se trata de la
resurrección, que tiene más importancia que la muerte”.
Por
ahora, tal y como Aleteia anunció en noviembre, el Papa ha tenido que declinar
viajar a Sudán del Sur en 2017 debido a la guerra civil. “El viaje del Papa
para Sudán del Sur, si bien estaba en estudio, no será para este año”, dijo el
portavoz papal, Greg Burke.
Francisco
ante una delegación de obispos sudaneses había planteado en mayo de este año la
posibilidad de viaje al país africano acompañado del líder anglicano Justin
Welby para aplicar el ‘ecumenismo de la caridad’ en el contexto de la grave
crisis humanitaria que enfrenta la nación más joven del Continente.
Miriam Díez Bosch
Fuente: Aleteia