Tras
la derrota del Daesh, miles de familias abandonan los campos de refugiados
gracias a un ambicioso proyecto de reconstrucción impulsado por Ayuda a la
Iglesia Necesitada
Louis Petrus de 61 años muestra su casa quemada en Qaraqosh (Irak) |
A
lo largo de las últimas dos décadas, la población mundial de desplazados
forzosos debido a las guerras y los conflictos han aumentado considerablemente,
pasando de los 33,9 millones en 1997 a 65,6 millones en 2016. Una cifra nunca
vista desde la Segunda Guerra Mundial, según denuncia el Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
El
año pasado, Irak ocupaba el cuarto puesto en el ranking de países con más
población desplazada tras la incursión del grupo terrorista Daesh en el
noroeste del país en junio de 2014. En total, 4,2 millones de personas de
los 37 millones de habitantes que tiene el país vivían fuera de sus hogares.
Desde
la invasión británica y estadounidense en 2003 para derrocar el régimen de
Saddam Hussein, los cristianos han pasado del 10% de la población a menos
del 2% (aproximadamente unos 200.000). La limpieza étnica impulsada
por el Daesh ha dado el golpe de gracia a esta minoría religiosa, cuya única
vía de supervivencia ha sido refugiarse fuera de Irak —en Líbano y Jordania— o
en la región del Kurdistán, concretamente en su capital, Erbil.
El gran éxodo
se produjo entre la primavera y el verano de 2014. «Por primera vez en 20
siglos se dejó de celebrar la misa en las localidades de la Llanura del Nínive
debido a la ausencia de los cristianos», denunció entonces el nuncio de Su
Santidad en Irak, el sacerdote español Alberto Ortega.
Una vida infrahumana
Tres
años después de aquella dramática huida y tras la derrota del Daesh en
noviembre del año pasado, cerca de 28.900 cristianos han conseguido volver a
sus hogares gracias al apoyo de diversas organizaciones cristianas, entre
ellas, Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). Otras 12.000 familias
(aproximadamente unas 95.000 personas) siguen viviendo en gigantescos campamentos
de caravanas. «La gran mayoría quieren volver. Además ya no pueden
seguir usando las caravanas porque están en condiciones insalubres», comenta a
este periódico Marcela Szymanski, la directora de AIN en la Unión Europea y una
de las responsables de llevar a buen puerto el «Proyecto de Reconstrucción de
Nínive».
Este
ambicioso plan —con un presupuesto de más de 210 millones de euros— es el
resultado de un acuerdo histórico impulsado por AIN entre las iglesias
cristianas presentes en el país (siro-católica, siro-ortodoxa y caldea). Su
objetivo es reconstruir 13.088 casas y 363 templos y centros eclesialesdestruidos
por el terrorismo yihadista en nueve ciudades de la región de Nínive (Telesfuk,
Baqofa, Batnaya, Telekef, Bashiqua, Bartella, Bahzani, Karmles y Qaraqosh). La
fundación pontificia AIN, que se ha comprometido a aportar a este proyecto 25
millones de euros, ha lanzado una campaña a nivel mundial, bajo el lema
«Ayúdales a volver», para recoger los fondos necesarios.
«Se
trata del proyecto de mayor envergadura realizado por la institución en su
historia y en el que están unidas las 23 oficinas que AIN tiene en
distintos países del mundo. Hemos ayudado a la Iglesia de Irak con más de 34
millones de euros desde que llegó el Daesh y ahora vamos a estar a su lado para
que los cristianos de Nínive puedan regresar», afirma a este periódico Javier
Menéndez Ros, director de AIN España y cuya sede se ha comprometido a aportar
al proyecto dos millones de euros.
«Estos
cristianos –explica Szymanski– tienen una fe muy firme. Siempre dicen que ‘Dios
les acompaña’ y eso es lo que les da la fuerza para volver a reconstruir sus
casas y sus vidas. Muchas de ellas prácticamente no existen porque están
completamente destruidas. Estamos convencidos que en el año que está a punto de
comenzar todos conseguirán volver a sus hogares».
«Es nuestra tierra, allí
está nuestra vida»
El
padre Naim Shoshandy salió de su casa en Qaraqosh el 6 de agosto de 2014 con lo
puesto. Solo cogió un crucifijo de madera que tenía colgado en la pared de su
habitación, el rosario que siempre llevaba consigo y la imagen de la Virgen
María. No se fue solo. En su doloroso éxodo a Erbil (capital de Kurdistán)
estuvo acompañado prácticamente por todos los habitantes de la ciudad que le
vió nacer hace 34 años. Incluso de sus padres y sus hermanos.
«Cada
uno salió de la ciudad como pudo. Unos andando, otros en coche, otros en
bicicleta. Durante el camino rezamos y sentíamos cómo la Virgen María estaba
con nosotros. Fueron días muy difíciles, de mucho sufrimiento. Al principio
dormíamos en la calle, en el suelo, en los parques porque no había sitio para
todos en los campamentos de refugiados en Kurdistán», recuerda Naim.
Después
de tres años en el exilio y tras la derrota del Daesh, muchas familias han
comenzado poco a poco a volver a sus casas. «Esa es nuestra tierra, allí
está nuestra historia, nuestra vida, nuestros recuerdos. Tenemos derecho a
volver». Sin embargo, muchas casas además de ser saqueadas se encuentran
completamente destruidas. «Hay gente que ni siquiera sabe dónde está su
vivienda porque ha desaparecido». Su familia es una de las afortunadas que ha
podido volver y por primera vez en tres años ha podido celebrar la Navidad en
su antiguo hogar. «Ha sido una enorme alegría. Los niños han ayudado a limpiar
las calles y las iglesias para poder celebrar la Navidad», comenta este
sacerdote siro-católico que celebra la misa en arameo, la lengua de Jesús.
La
incursión del Daesh ha dejado muchas heridas en la población que serán
difíciles de restañar. El propio Naim perdió a su hermano mayor a manos de este
grupo yihadista. «Tenía apenas 27 años cuando fue asesinado. Fueron los peores
días de mi vida», recuerda. «Me llevó tiempo poder perdonar. Fue poco a poco a
fuerza de rezar». El resto lo hizo su enorme vocación por ser sacerdote.
«Pensaba que no podía ordenarme si no conseguía perdonar».
Laura
Daniele
Fuente:
ABC