Martirologio Romano: En Premiá de Mar,
cerca de Barcelona, en España, san Miguel (Francisco Luis) Febres-Cordero,
religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que durante cuarenta años
se dedicó a la educación en la ciudad de Cuenca, en Ecuador, y, trasladado a
España, se distinguió por la perfecta observancia de la disciplina de la vida
religiosa (1910).
Breve Biografía
Cuando el hermano Miguel Febres Cordero era niño, todos lo llamaban “Panchito” y hasta le tenían lástima por su delicada salud y sus pies deformes que le impedían caminar bien. Pero el 21 de octubre de 1984, día de su canonización en la Plaza de San Pedro, en Roma, se convirtió en el gran santo de la historia de Ecuador: seguidor, hasta en la santidad, de Juan Bautista de La Salle, el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, Congregación a la que pertenecía Panchito.
En
1863 el presidente ecuatoriano García Moreno, preocupado por el enorme
analfabetismo de su país, después de muchas insistencias, obtiene que diez
Hermanos de las Escuelas Cristianas vayan de Francia a Ecuador a fundar las
escuelas populares. Las primeras tres escuelas nacen en Quito, Guayaquil y
Cuenca. Los comienzos son duros, los Hermanos viven y enseñan en edificios
miserables. Pero los alumnos se multiplican; entre los de Cuenca está Panchito,
que se distingue inmediatamente por su inteligencia y por su deseo de aprender.
La enseñanza le encanta, permanece en la escuela fuera de horario y con
frecuencia les da una mano a los Hermanos. Quisiera entrar a formar parte de su
obra, pero los familiares se oponen: demasiado pobre la vida de los Hermanos
para quien, como él, pertenece a la alta sociedad. ¿Por qué, si tiene vocación
religiosa, no sigue la carrera eclesiástica?
Miguel
Febres Cordero obedece y entra al seminario. Sale a los tres meses con graves
enfermedades debidas a la dificultad para ambientarse. Finalmente los padres
ceden, y en la fiesta de la Anunciación de 1868 Miguel puede vestir el hábito
de los lasallistas, convirtiéndose en el Hermano Miguel.
Terminado
el noviciado, pasa a Quito, entre otras cosas para evitar las presiones del
padre que sigue insistiendo para llevárselo a casa. Son años de trabajo
intenso, preludio de una vida que no conocerá descanso, ni mucho menos tiempo
libre. Tiempo completo para la enseñanza, con horarios agotadores, el trabajo
catequístico y la ayuda a los cohermanos enfermos. Sin embargo, el flaco
Panchito logra sacar algunas horas para estudiar idiomas (no solo latín, sino
también francés, italiano, inglés y alemán) y para escribir libros para las
escuelas.
En
tres años publica un centenar de textos escolares que tratan de religión y
literatura, gramática y matemáticas. Aunque en varios casos se trata solo de
ediciones corregidas, el trabajo es increíble, si se tiene en cuenta que Miguel
fundamentalmente es un autodidacta.
Como
profesor es muy bueno, y logra hacerse querer. Cuando en 1890 se abre el grande
Instituto La Salle del Cebollar, que tiene un semi-internado, es a él a quien
se le confían los semi-internos.
En
1907 lo llaman a Europa a preparar los textos escolares para los Hermanos de
las Escuelas Cristianas que parten para América Latina. Primero va a Bélgica y
luego, por su delicada salud, en busca de un clima más suave, pasa a España (a
Premiá de Mar, cerca de Barcelona). Siguen siendo años de mucha actividad hasta
la muerte por pulmonía. Antes de morir, les dice a los hermanos que rodean su
lecho de muerte, entristecidos: “Otros trabajarán mejor que yo”. Era el 9 de
febrero de 1910.
Por:
P. Ángel Amo