Potentes palabras para
tener al alcance de la mano “ahora y en la hora de nuestra muerte”
La
muerte puede dar miedo, incluso a los católicos, porque somos humanos.
Conocemos la pérdida y el dolor, comprendemos el sufrimiento. Nuestra sociedad
no soporta la contemplación de nuestra muerte, ni como abstracción futura, en
base a nuestra edad y a nuestras condiciones de salud, ni como perspectiva más
o menos inminente. Y, sin embargo, nos damos cuenta que vivimos en un mundo
en que, como nos recuerda Jesús en los Evangelios, nuestro fin llegará
probablemente como un ladrón en el corazón de la noche.
Es
una bendición, entonces, que el tesoro de oración de la Iglesia nos ofrezca
palabras de consuelo y preparación para aquellos momentos en que deberíamos
enfrentar el temor a la muerte. Mira cinco oraciones y algunas sugerencias
procedentes de oraciones familiares y la Escritura.
1 – Dirígete a san José
La
tradición nos dice que José murió pacíficamente entre los brazos de la amada
esposa y el hijo adoptivo. ¿A qué mejor persona dirigirse para que interceda
para hacernos tener un final tan bendito (que significa “feliz”)?
Oración a san José para
una buena muerte (tradicional)
Oh, José bendito, tú que
expiraste en el abrazo amoroso de Jesús y María.
Cuando el sello de la
muerte se cierne sobre mi vida, ven en mi auxilio junto con el Señor Jesús y
Santa María.
Obténme este solaz para
que en esa hora pueda morir con sus santos brazos a mi alrededor.
Jesús, María y José, les
encomiendo mi ser, viviente y agonizante, en sus santos brazos. Amén.
2 – Pide la gracia de
derrotar al enemigo
El
miedo a la muerte es uno de los más grandes engaños del diablo. Ora para
recibir la gracia de resistir a las mentiras del enemigo durante tu vida
y fortalecerte en la batalla final.
Oración a Cristo para
obtener la gracia (de iBreviary)
Señor Jesús,
infunde en mí el espíritu
de tu amor,
para que en la hora de mi
muerte
pueda ser digno de vencer
al enemigo
y recibir la corona
celestial. Amén.
3 – “Entra” en Cristo
Si
morimos con Cristo, se nos asegura que resucitaremos con Él. Cuando el miedo a
la muerte nos invade, esta espléndida letanía nos recuerda nuestro refugio.
Anima Christi
(tradicional)
Alma de Cristo,
santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos
Amén.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos
Amén.
4 – Haz amistad con la
Hermana Muerte
San
Francisco de Asís concluye su espléndida alabanza a la creación de Dios con la
oración a la Hermana Muerte. Cuando la encontramos y la reconocemos como
nuestra hermana, podemos prepararnos y estar listos para cuando llegue.
Del Cántico de las
Criaturas
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encuentre en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encuentre en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
5 – Reposa en la certeza
de que “todo irá bien”
La
anacoreta inglesa medieval Juliana de Norwich surgió de las puertas de la
muerte –vivida como enfermedad espantosa y depresión– con una visión de la
verdadera realidad del amor eterno de Dios. Repetir esta oración basada en
sus escritos puede ser un medio de consuelo frente a cualquier tipo de miedo o
ansiedad.
Oración para el consuelo
(basada en los escritos de santa Juliana de Norwich)
Dios, tú eres mi ayuda y
mi consuelo;
Tú me reparas y me rodeas
de un amor tan tierno
que puedo sentir tu
presencia junto a mí ahora y siempre.
Amén.
Otras sugerencias
Además
de las cinco oraciones mencionadas, sírvete de oraciones tradicionales como el
Ave María (“ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte”) y la oración al Ángel de la Guarda.
Como
invocación repetida, usa las palabras de Jesús en el momento de su muerte: “En
tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”, del Salmo 31 (una
buena resolución para cada día).
Se
puede encontrar consuelo también en tres salmos: 23 (“El Señor es mi pastor”),
46 (“Dios es mi refugio y mi fuerza”) y el 91 (“Tú que habitas al reparo del
Altísimo y habitas a la sombra del Omnipotente”).
Lee
los salmos en voz alta, a menudo ayuda a descubrir nuevos niveles de
significado.
JOANNE MCPORTLAND
Fuente:
Aleteia